Salta no siempre fue lo que es hoy… geográficamente

Por Karla Lobos

Economicamente, la prosperidad de la elite provincial, no se condecía con la economía provincial, cosa que no sorprende a nadie. Según algunos especialistas, fueron los recursos que la élite acarreó al tesoro nacional los que explican la sobrerrepresentación política de los salteños en el nivel de decisión nacional a partir de 1880.

Pero el crecimiento económico que experimentó la República Argentina a partir de ese año no abarcó a todas las regiones por igual, cosa que tampoco sorprende hasta hoy.

La Pampa húmeda creció a razón de un 5% anual y triplicó su población. Paradojicamente, Salta se convirtió en una región aislada del boom expansivo, aunque plenamente integrada al grupo que dirigió los destinos del país en esos años.

«Estamos haciendo», decia el mapa provincial, en pleno proceso de construcción, debido a que no se ponían de acuerdo ni los límites ni el número de habitantes. La demografía de Salta formaba parte del debate cotidiano y el tema de la prensa por esos días era incluir o excluir determinados territorios en la cartografía provincial.

Fue la etapa de las memorias descriptivas, de los censos, de la creación de oficinas estadísticas y topográficas, de las memorias de los viajeros y la recopilación de leyes. Muchas leyes y decretos, pero pocas acciones concretas.

Manuel Solá fue uno de los que escribió su Memoria Descriptiva de la Provincia en 1889. El advertía que más de la mitad de la provincia estaba ocupada por selvas y montañas elevadas que hacían difícil una apreciación exacta de su superficie.

Ya el Censo Nacional de 1869, había calculado la superficie provincial en 112.879 kilómetros cuadrados. Veinte años después Solá precisó una cifra tres veces superior, incorporando en sus cálculos los territorios del Chaco salteño, concluyendo una superficie de 383.133 kilómetros cuadrados. Quince años después, Emilio Schleh redujo la cifra a más de la mitad y estableció una superficie de 125.134 kilómetros cuadrados.

Lo mismo pasaba con la población…

Las cifras nacionales mostraban que el Este provincial concentró en forma progresiva el mayor número de habitantes. Entre 1895 y 1914, los departamentos ubicados al Oeste de la provincia de Salta se convirtieron en «expulsores de población». Hablamos de La Poma, Cafayate y Cachi. Mientras que los departamentos del Centro-Sur y Este provincial experimentaron un crecimiento demográfico que en algunos casos tuvo alcances notables, como en Rosario de la Frontera, Metán, La Candelaria y Orán. Mucho tuvo que ver lal aparición del tren por estos lares, que unió primero Tucumán con Rosario de la Frontera y Metán y unos años después, a Campo Santo con Salta capital y a Pichanal con Perico, de Jujuy.

El proceso de construcción del Estado provincial salteño siguió una lógica asociada a la necesidad y valoración que las elites locales y nacionales asignaron a determinados recursos, su apropiación y explotación.

Las representaciones cartográficas de este período coinciden con la progresiva reorientación de la economía regional hacia el Atlántico. En el mismo sentido, la necesidad que tenía la elite salteña, vinculada a la producción de azúcar, era acceder a los recursos humanos que ofrece la región llamada Chaco salteño, es decir, las poblaciones aborígenes que irían a trabajar en los ingenios azucareros.

El paso siguiente fue la apropiación del territorio para asegurar la continuidad del acceso a sus habitantes y el consecuente saqueo . En un primer momento esta tarea estuvo a cargo de los propietarios de los ingenios, quienes mandaban a sus capataces a sacar a la población indígena, pero en poco tiempo encontraron el auxilio del Estado, coptado por la elite local que ejercía pleno dominio económico, social e ideológico.

Algunos de sus miembros estaban directamente vinculados a la actividad azucarera, como Pío Uriburu, quien ocupó la primera magistratura provincial y fue copropietario de los ingenios San Isidro en Salta y La Esperanza en Jujuy. O Alejandro Figueroa, perteneciente a la familia propietaria del ingenio Unión, en Campo Santo, que en 1895 pasó a manos de Bonex y Revoux.

A la voracidad de las elites por la mano de obra indígena para los ingenios le siguió la codicia por las tierras del Chaco salteño, pese a que los contemporáneos no ponían atención en la fertilidad y posibilidades de estos territorios. La falta de transportes adecuados, la carencia de una política provincial para atraer a los migrantes y la abundante y barata mano de obra existente incidieron el aluvión migratorio europeo a estos suelos, que los observadores de la época juzgaban como beneficioso. «Hagamos por traer a Salta inmigrantes agricultores e industriales, que es lo que nos hace falta; favorezcamos por todos los medios sobre todo la inmigración inglesa, alemana, austríaca, suiza y vascongada, que son las mejores para estos países, que se asimilan mejor a nuestras costumbres, usos, hábitos y lenguaje. Lo mejor a nuestro juicio será fundar, a imitación de Santa Fe, colonias de agricultores en el Chaco Salteño».

A mediados del siglo XIX, el Chaco también resultó atractivo por las posibilidades de comunicación hacia el Atlántico que brindaría la navegación del Bermejo y ahí se localizaron los primeros asentamientos y comenzaron a entablarse controversias de títulos concedidos por Nación y Provincia.

El Gobierno Provincial vió el avance forzado de la iniciativa privada y la vulnerabilidad de la población de la zona, que en su mayoría eran originarios de Bolivia, por lo que requirió a las autoridades eclesiásticas el envío de misioneros a la zona, sacándose la responsabilidad, sin sacarse los derechos adquiridos sobre los orígenes de los Lotes 55 y 14.

El 3 de enero de 1859, se dispuso por ley que en las tierras de propiedad pública, habitualmente ocupadas por tribus e indios nómades, serían ellos quienes tendrían la preferencia en caso de cesión o división. Aunque para ello, deberían establecerse en condición de colonos y someterse a las leyes y autoridades de la Provincia, bajo la dirección de sacerdotes misioneros que los instruyeran en la moral y doctrinas evangélicas. También se creó el cargo de Protector de Indios, que sería ejercido por el síndico procurador de la municipalidad.

A la par de las luchas por el dominio de las tierras aparecieron los conflictos por la posesión de «brazos y almas de los hombres».

Eran los mismos indios quienes afirmaban “nosotros somos la fuerza de los cristianos y los brazos de la industria. ¿Acaso hay cristiano que adelante con su hacienda y labranza sin indios? Los cristianos se engordan con chupar de continuo nuestra sangre”.

Casi veinte años después de emprendida la iniciativa colonizadora privada, con la posibilidad de una comunicación fluvial permanente con el Atlántico, a través del río Bermejo, el Estado Provincial decidió la creación de Colonia Rivadavia, a través del decreto del 13 de diciembre de 1862. “Se darán en Merced a perpetuidad a los colonos una estancia de dos mil quinientas varas de frente y las mismas de fondo sobre los márgenes del Bermejo y del Teuco y dos mil quinientas de frente y cinco mil de fondo en los terrenos que no tengan frente a dichos ríos…”.

A partir de 1869 la empresa de Tomás Page y Natalio Roldán mantuvo viajes regulares con el vapor Sol Argentino hasta 1877. La llegada del ferrocarril Central Norte a Tucumán, en 1876, coincidió con la etapa de mayor regularidad de navegación del Bermejo.

Si bien los pequeños propietarios constituyeron la avanzada en Rivadavia, la representación política del departamento estuvo siempre en manos de los hombres de la elite provincial. Felipe Tedín asumió como diputado por Rivadavia con 73 votos en las elecciones provinciales realizadas el 1 de agosto de 1880, sin estar afincado allí ni tener propiedades en la zona.

La presencia de la Iglesia secular también fue nula en el Chaco. El obispo de Salta, Buenaventura Rizo Patrón, al exponer al gobernador Moisés Oliva las razones por las que no había párrocos en Rivadavia, citó la insuficiencia de limosnas y la ausencia del subsidio municipal de 500 pesos anuales para sostener a los curas. El prelado aclaró que sólo con contribuciones de la Municipalidad y del Gobierno provincial podría hacerse efectiva la presencia de un párroco en Rivadavia sin “exponer a los curas a la mendicidad”.

En resumen , los límites de la provincia de Salta se definieron entre 1880 y 1914. El control, delimitación y ordenamiento territorial siguió una lógica basada en la posibilidad cierta que tenían los grupos dirigentes de la época de acceder a las tierras y a la fuerza de trabajo indígena. Mucho antes el Oeste provincial había resuelto sus límites. La Puna quedó excluida del territorio salteño porque para los hombres dirigentes de la época “no valía ni servía de nada”.

Los nuevos vecinos, se convirtieron en un instrumento útil para la elite local, ya que procuraron la mano de obra para las haciendas e ingenios y también garantizaron una presencia efectiva sobre la tierra y sus recursos. No pasó mucho tiempo para que la elite provincial, ante la posibilidad de acceder al crédito público, ambicionara la titularidad de esas tierras y su representatividad política.

Entre 1880 y 1916 referentes de las familias Uriburu, Güemes, Dávalos, Figueroa, Zerda y Tamayo integraron la lista de senadores del departamento de Rivadavia. Algunos de ellos estaban ligados a la actividad azucarera y todos a la elite local.

En los 36 años de hegemonía conservadora Salta no sólo definió su territorio y desplegó estrategias de ordenamiento acordes con la cosmovisión de la elite dirigente. También participó en forma sorprendente en la conformación de un grupo dirigente de amplitud nacional que incluyó a dos presidentes y once ministros de la Nación.

La reorientación al Atlántico fue tanto económica como política.Ya en los albores del período independiente, los Uriburu dejaron sentir su influencia en la política salteña, posición que mantuvieron y acrecentaron. Su construcción de poder político familiar no se detuvo y adquirió notorias dimensiones en este período, con un presidente y seis ministros nacionales, todos salteños.

Benjamín Zorrilla, hijo político de José Uriburu, casado con Amalia Uriburu, se desempeñó como ministro del Interior durante la presidencia de Avellaneda y del mismo José Evaristo Uribiru; Francisco Uriburu fue ministro de Hacienda durante la presidencia de Miguel Juárez Celman; Damián Torino, casado con Amelia Uriburu, se desempeñó como ministro de Agricultura durante la presidencia de Manuel Quintana; Miguel Tedín, emparentado con los Uriburu a través de Virgilio Tedín, ejerció como Ministro de Obras Públicas durante la presidencia de José Figueroa Alcorta; Indalecio Gómez, concuñado de José Evaristo Uriburu por su enlace en segundas nupcias con Carmen Rosa Tezanos Pinto, fue ministro del Interior durante la presidencia de Roque Saénz Peña.

Los Uriburu muestran uno de los testimonios de entramado de dominio familiar que marcaron la política provincial y del país hasta las primeras décadas del siglo XX.

La década de 1850 resultó prolífica en cargos nacionales y provinciales para los miembros de esa familia. Dámaso Uriburu fue senador nacional y Vicente ejerció como teniente gobernador de Orán. Pedro integró la Cámara de Diputados en Paraná y luego fue designado cónsul en Bolivia. Evaristo presidió la Convención Constituyente de Salta, en representación del distrito El Carmen (más tarde San Lorenzo). Juan Nepomucemo –el menor de los cinco hermanos- fue secretario general de gobierno de Juan Pablo Saravia. En la misma década Samuel, Federico (hijos de Vicente), Juan y Pío Uriburu (hijos de Juan Nepomuceno) también integraron el cuerpo constituyente de Salta.

Los conflictos de familias fueron una constante en la historia provincial y las más de las veces estuvieron atravesados por los vaivenes de la política nacional. La lucha por los cargos públicos entre los miembros de la elite llegó a tales extremos que el 13 de junio de 1864 un manifiesto firmado por Pedro José Frías, Martín Cornejo, Alejandro Figueroa, Francisco Centeno y otros influyentes vecinos, repudió el hecho de que una famila salteña -los Uriburu- monopolizara la función pública «asegurando una renta de $ 20.000 anuales a hermanos, primos y sobrinos».

El desenlace de los sucesos conocidos como la Revolución de los Uriburu obligó a los miembros de la familia a alejarse de Salta y a presenciar como forzados espectadores el devenir político provincial.

Frente a los acontecimientos, la oposición encabezada por miembros de las familias Puch, Güemes, Ovejero y Solá creó el Regimiento 4 de Junio bajo las órdenes de Juan Solá y levantó en la plaza principal una pirámide conmemorativa del suceso.

Cualquier parecido con la realidad actual, es mera coincidencia…