Mario Dardo Balverdi (49), expareja de la víctima, ya poseía denuncias y por ello tenía prohibición de acercarse a su expareja y de ejercer actos de violencia contra ella.

Con la declaración de cinco testigos continuó  el juicio seguido por el femicidio de Graciela Carolina Flores, ocurrido el 31 de diciembre de 2020 en barrio Castañares.

Mario Dardo Balverdi (49), expareja de la víctima, está imputado por homicidio doblemente calificado por el vínculo y la relación de pareja previa y por mediar violencia de género (femicidio), en concurso ideal con desobediencia judicial, todo en concurso real.

La audiencia de debate unipersonal es presidida por el juez Maximiliano Troyano, vocal de la Sala IV del Tribunal de Juicio.

Hoy declararon profesionales del CIF y un amigo de la víctima. El lunes 12 de diciembre, a partir de las 12, comparecerán los últimos testigos y el miércoles 14 se llevará a cabo la audiencia de alegatos.

Esta mañana declaró la licenciada en Servicio Social del Ministerio Público que realizó un informe sobre Balverdi. Sostuvo que -según lo manifestado por el mismo imputado- su noviazgo con Graciela Flores comenzó cuando él tenía 20 años. Se conocían porque eran vecinos. Ella quedó embarazada, se casaron por civil y se fueron a vivir a la casa de sus padres. Después de diez años decidieron mudarse y alquilaron una vivienda en la misma zona. En ese momento ella trabajaba como empleado doméstica y él, como albañil.

El imputado le manifestó que, en 2012, su esposa comenzó a estudiar psicopedagogía. Dijo que él estuvo de acuerdo y que se ocupaba del cuidado de sus hijos. Balverdi contó que en 2019 él se quedó sin trabajo y comenzó a consumir más bebidas alcohólicas. Por esa situación comenzó a desgastarse la relación de pareja: discutían y Graciela Flores presentó denuncias por violencia en su contra. Fue entonces –según el acusado- cuando uno de sus hijos mayores le pidió que se fuera de la casa.

Balverdi regresó a vivir a la casa paterna, donde residía una hermana suya con la cual también tuvo problemas. A raíz de esto  le pidió que se retirara de la vivienda y él se fue a vivir un tiempo a la casa de unos amigos. Luego regresó al domicilio de sus padres.

Mientras tanto, Graciela Flores ya se había recibido de psicopedagoga y trabajaba en un dispositivo denominado “Las Casitas”, dependiente de la Secretaría de Primera Infancia, Niñez y Familia. Ella se hacía cargo de la manutención de la familia.

Balverdi admitió en aquella entrevista que sí lo había afectado la separación y que él pensaba que su expareja salía con otra persona. Le comentó a la profesional de Servicio Social que había tenido una tentativa de suicidio porque se sentía solo y triste. No le mencionó que tenía medidas cautelares a raíz de las denuncias radicadas por la víctima. Reconoció discusiones con su pareja delante de sus hijos, pero no otro tipo de violencia.

La testigo señaló en sus conclusiones que había observado en el imputado una evidente falta de aceptación de su separación, sobre todo a partir del momento en que Graciela Flores comenzó a independizarse. Esto se dio en un contexto de abuso de ingesta de alcohol y situaciones de violencia.

Durante la jornada también declaró una psicóloga del CIF que peritó al imputado. Dijo que se presentó como una persona parca, esquivo a las preguntas. Sobre los rasgos de personalidad sostuvo que Balverdi posee una estructura del yo débil y presenta dependencia afectiva. Es inmaduro y tiene dificultad en el control de sus impulsos y emociones. Posee un alto grado de impulsividad y reacciona emocionalmente de manera desproporcionada. Carece de empatía y su vinculación con la mujer es asimétrica en tanto que él se considera el centro de la relación.

En último término declaró un amigo de la infancia de Graciela Flores. Dijo que también conocía al imputado porque eran vecinos del barrio. Sabía de los problemas de pareja que tenían porque ella le había contado. La mujer le había manifestado que el acusado la hostigaba y que no podía ni ir al almacén por temor a encontrarlo.

La noche del 31 de diciembre de 2020, en el preciso momento en que Balverdi habría interceptado a Flores cuando caminaba hacia su trabajo, la víctima se encontraba hablando por teléfono con el testigo. Recordó que de repente ella le dijo: “Uy, ahí está Mario”. Él le preguntó “dónde”, pero ella no le contestó. Escuchó la voz de otra persona (no pudo descifrar qué decía) y a Graciela responder: “No puedo, no puedo, tengo que llegar a mi trabajo”. A continuación la llamada se cortó.

El testigo manifestó que intentó infructuosamente comunicarse de nuevo. Ante esto, decidió llamar a uno de los hijos de Flores para contarle lo que había pasado y para pedirle que verifique si su mamá había llegado bien al trabajo. Horas después, a la madrugada, se enteró lo que le había pasado a Graciela.

El testigo mencionó además que ese mismo día, al mediodía, la víctima le había contado por teléfono, llorando, que por la mañana había salido a comprar y Balverdi la había interceptado en la esquina. La había agarrado del brazo y había intentado arrastrarla hacia unos departamentos. Ella logró zafarse y regresó rápidamente a su casa.

Según consta en la causa, el 31 de diciembre de 2020, el acusado interceptó a su expareja en avenida Jaime Durán de barrio Campo Castañares, frente a un predio deportivo ubicado a metros de la subcomisaría. Flores se dirigía caminando a su trabajo, un dispositivo donde cumplía funciones como psicopedagoga.

Balverdi atacó a la damnificada con un arma blanca (cuchillo tipo sierrita) provocándole lesiones en distintas zonas del cuerpo como tórax, muslo, cabeza y cuello. La víctima fue asistida por profesionales pero el 1 de enero de 2021 a la madrugada se produjo su deceso. El acusado tenía prohibición de acercarse a su expareja y de ejercer actos de violencia contra ella.