Por Alejandro Saravia para Cuarto Poder

El miedo no es zonzo dice el dicho popular. Hace una semana cuestionábamos la falta de ductilidad e imaginación política del equipo nacional y, en el transcurso de la misma semana, pocos días después,  se largaron con la cuestión de Miguel Pichetto como candidato a vice de Macri, es decir uno de los trabajos de Hércules. Con ello se puso en evidencia la sabiduría popular ínsita en el dicho con que comienza esta columna. Con ello pareciera que se muestra que los de los globos amarillos encontraron el GPS y se dieron cuenta de que en algún momento, y alguien, tenía que comenzar a hacer política. Es decir, si seguían con la tesitura de Macri, Peña y Durán Barba de apostrofar a la vieja política, que, en realidad, significaba condenar todo lo que fuera política por el hecho de serlo, pretendiendo que la salvación estaba en manos de los técnicos, de los gerentes o de los ceos, los resultados electorales provinciales ya lo anticipaban: si seguían con ese rumbo, retomo, el iceberg era el destino. Insisto con lo de Fernando Enrique Cardoso: gobernar es explicar. No es coaching, es explicación. Eso es la política: el arte de persuadir. Cuando uno le pega una trompada a otro, la que fracasa es la política. La persuasión. Pero persuadir no en el vacío. Persuadir sobre la conveniencia de una dirección, de un objetivo, y de los medios para llegar a él. Ponerse de acuerdo sobre esos puntos esenciales.

Pichetto no resta ni aporta, per se, votos. Genera confianza, gobernabilidad. Y ablanda el tránsito de los peronistas no kirchneristas hacia el otro bando. En una elección que de golpe se hiperpolarizó de un modo tal que pareciera que se va a definir en la primera vuelta. Las PASO van a servir de brújula. Sólo hay que esperar que, de ganar Macri, no piense que es por las bondades de su gestión sino por el miedo que produce ver la foto de Fernández Fernández con los dos Moyano, Baradell, Magario y demás “buenos muchachos”. O bien por las declaraciones de Fernández, Giardinelli o del cínico de Zaffaroni sobre la justicia. Que, si bien no es un dechado de virtudes, no es precisamente esa la dirección correcta para remediarla. Más bien es la dirección opuesta. En esto hay que reivindicar la entereza de Rosenkrantz que, solito, marca el rumbo acertado. Otra vez con el GPS. El tema va a ser que ese rumbo se haga carne en los operadores judiciales. En los jueces y fiscales.

Esa es, pues, “la contradicción fundamental” en esta elección: República o decisionismo autoritario. En otras palabras: salir con esfuerzo de la decadencia o seguir en ella profundizándola. Porque, en verdad, ya no hay margen. Y uso el término “contradicción fundamental” para que me entiendan aquellos que se quedaron en los 70. En aquel diletantismo adolescente. En un país que ya dejó de serlo.

Y, antes de salir de este tema, una aclaración: el lawfare es un término inglés integrado por la contracción de dos palabras: “law”, ley, y “warfare”, guerra. Guerra jurídica. Es inventar una causa delictiva para entorpecer o dificultarle la cosa al antagonista. Es lo que hicieron, por ejemplo, con Enrique Olivera, en las elecciones por la jefatura de gobierno de Buenos Aires durante el kirchnerismo. Le inventaron la existencia de un depósito de dinero en Suiza. Actualizó ese término el papa Francisco en una reunión organizada por Sánchez Sorondo en el Vaticano con funcionarios judiciales latinoamericanos.

Ahora, la aclaración: Cristina no es Lula. Como tampoco López, el de los bolsos, De Vido y demás, son Lula. Y no se les imputa haberse quedado con un dúplex de morondanga en San Pablo, sino haber defraudado al Estado nacional argentino en miles de millones de dólares, adoptando, inclusive, políticas públicas ruinosas con la finalidad de robar. Como con la energía. Entonces, conservemos el sentido de las proporciones.

En lo que respecta a nuestra provincia miremos a vuelo de pájaro dos temas. Insisto: someramente. Uno se vincula con lo electoral, pero no con lo electoral coyuntural de estos días, sino con nuestro sistema electoral provincial cuya distorsión e inconstitucionalidad afecta, mucho, nuestra gobernanza. Hay un principio de elemental organización institucional: la igualdad de valor de cada voto. Este principio está distorsionado en nuestra práctica electoral de modo tal que el oficialismo cuenta, en ambas cámaras legislativas, con aproximadamente el 80 % de votos. Así, no hay control que valga ni independencia judicial.

El otro tema que debe ser considerado por su importancia es el modelo productivo de la provincia. Dejo un tema como al pasar: la explotación del litio. Pregunto: ¿estamos haciendo lo correcto en esa dirección? ¿Es adecuado que lo vendamos a granel sin buscar alguna forma de procesamiento en la provincia? ¿Estamos concientizando a los habitantes de la provincia acerca de ello?

Como vemos, por fuera de veleidades y vanidades de candidatos, hay temas muy importantes que debemos resolver  Y está vez lo debemos hacer, en verdad, juntos.