La legislatura salteña ha vuelto a dar que hablar, pero esta vez no por sus elaboradas propuestas o debates profundos, sino por un escandaloso plagio que ha dejado a todos con la boca abierta. En un giro inesperado, el diputado Pablo Gómez (Rosario de la Frontera) ha sido acusado de copiar y pegar, sin más ni menos, un proyecto de ley de la provincia de Misiones.
El proyecto en cuestión, que buscaba declarar como Patrimonio Histórico y Cultural la Escuela N° 4.101 «Martina Silva de Gurruchaga» de su distrito, resultó ser una réplica exacta de un proyecto misionero que declaraba Patrimonio a la Biblioteca Popular «Patricias Argentinas». Sí, ni siquiera un toque personal, una pizca de innovación… todo calcado, con los mismos números catastrales incluidos.
La denuncia fue realizada por la diputada Sofía Sierra, quien demostró que ambos proyectos compartían hasta el número de registro catastral. Si pensabas que los proyectos de ley solo requerían una pizca de imaginación y un toque de burocracia, parece que te has equivocado. “Nomenclatura Catastral: Departamento 14, Municipio 64, Sección 002…”, una gran coincidencia si vives en Misiones o Salta, pero no tanto si te dedicas a la política.
Lo más alarmante, sin embargo, no fue el descuido en la adaptación del proyecto, sino la falta de seriedad con la que se trató el asunto. Mientras Sierra señalaba la gravedad de la falta de citación y ajuste del contenido, Gómez prefería mantener un incómodo silencio, esperando que su «error de forma» pasara desapercibido. Como si la simple excusa de un “despiste” fuera suficiente para cubrir el hecho de haber copiado literalmente, sin mayor preocupación por la calidad legislativa.
El proyecto, a pesar del bochornoso error, fue finalmente aprobado y transformado en una mera declaración por la comisión de Educación, lo que deja una fuerte sensación de que en la Cámara de Diputados salteña la rigurosidad legislativa es tan opcional como la honestidad.
Al final, el caso no sólo deja en evidencia un claro «copia y pega», sino que también reaviva el debate sobre la seriedad y el compromiso de nuestros legisladores. Como bien dijo Sierra, «le debemos poner voluntad para redactar los proyectos». Y parece que, en este caso, la voluntad se fue de vacaciones, dejándonos con un proyecto de ley tan único como cualquier otra copia. ¡Salta, tierra de los «errores de forma»!