El Día Internacional de los DDHH en Argentina está asociado a organismos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y a figuras como Lucrecia Barquet, que simboliza en Salta la lucha por Memoria, Verdad y Justicia. Hoy fue declarada Ciudadana de Honor post mortem. Su nieto recibió la distinción en Plaza 9 de Julio.

Aunque el Día Internacional por los Derechos Humanos fue proclamado por la O.N.U. en 1948 con el objeto de no olvidar los horrores provocados por el nazismo durante la 2º Guerra Mundial; en nuestro país la fecha terminó asociándose a los organismos que lucharon contra el hecho más traumático de la historia nacional: la dictadura del 76 y la instauración de modalidades represivas que no habían tenido existencia en la larga historia de golpes de estado en nuestro país: los centros clandestinos de detención y la desaparición de personas.

En nuestra provincia, Lucrecia Barquet fue un símbolo de esa lucha. De ojos claros y mirada penetrante que todo parecía escrutarlo, era dueña de una determinación inquebrantable para denunciar la impunidad; exigir castigo para quienes hicieron de la violación de los Derechos Humanos una especialidad; organizar marchas contra leyes como la de Obediencia Debida, Punto Final o los Indultos; apoyar luchas populares; organizar compañeras; presentarse en los medios; reevaluar el pasado en función de las urgencias de un presente que en el caso de ella fue siempre luchar contra la impunidad e injusticia. Los años le fueron restando vigor físico pero no determinación. Por eso, sus últimas fuerzas se concentraron en la publicación de un libro con pruebas documentales de la represión. Fue editado por la U.N.Sa. que también tuvo la acertada decisión de distinguirla con un título de “Doctora Honoris Causa”. Distinción que, sin embargo, prefirió silenciar la militancia de la propia Barquet en el Partido Revolucionario de los Trabajadores durante los 70, olvidando que la lucha de Barquet durante el periodo democrático jamás habría tenido la potencia que tuvo sin ese pasado militante setentista.

Y es que la lucha por los Derechos Humanos en nuestro país tuvo sus singularidades. Los uruguayos o chilenos tuvieron en los políticos profesionales exiliados a las personas claves en la denuncia internacional de sus dictaduras. Acá, en cambio, resguardados esos políticos en sus cuarteles de invierno (salvo pocos casos como Simón Lázara, Oscar Alende o Raúl Alfonsín), fueron los propios militantes de organizaciones revolucionarias las que se abocaron a la tarea. Fue el caso, entre otros, del Partido Revolucionario de los Trabajadores en el que militaba Barquet y que en EE.UU. logró organizar el AISC (Argentine Information Service Center) y la CADHU (Comisión Argentina de Derechos Humanos). Hacia 1979 confeccionaron la lista de desaparecidos más completa hasta entonces con cifras que llegaron a 13000; influyeron en congresales que exigieron explicaciones a la Junta Militar; organizaron las primeras visitas de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo a ese país para explicar sus luchas y propiciaron la gira de un Oscar Alende convertido en el primer político argentino en denunciar en el exterior el terrorismo de Estado.

El esfuerzo de los de afuera se articuló con el heroísmo de los de adentro y juntos parieron una lucha de pocos que se extendió a muchos. Lucrecia Barquet conoció ambos escenarios. Su militancia en el P.R.T. determinó su detención en el 76 cuando el sueño de la revolución estaba roto. Recuperó su libertad y se entregó a la nueva trinchera en la “Comisión Nacional de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por razones políticas y gremiales” hasta que en 1979 se exilió en Suecia. Retornó a Salta en 1980 para fundar la filial de la Comisión. Luego vino la historia más conocida: la lucha incansable para enjuiciar a los principales represores locales con recursos magros y la indiferencia de quienes siempre exigen “mirar” para adelante porque mirando para adelante, encuentran el atajo imprescindible que les permita esquivar sus responsabilidades en el pasado.

Lucrecia Barquet nunca fue bien recompensada en vida. Se fue de este mundo viendo transitar por las calles salteñas a reconocidos criminales. Y sin embargo, que muchos de esos criminales ahora estén purgando cárcel efectiva debe mucho al arrojo decidido de esa mujer que en nuestra provincia es todo un símbolo de la Memoria: esa reevaluación permanente del pasado que busca transferirse a las nuevas generaciones con el objetivo de que quede bien en claro qué es lo que no queremos “Nunca Más”.

Hoy a la mañana, por medio de una resolución del Consejo Deliberante y en el marco de las actividades organizadas para recordar el Día Internacional de los Derechos Humanos; Lucrecia Barquet fue distinguida como “Ciudadana de Honor” –post mortem- de la ciudad por su “inclaudicable lucha contra la Dictadura Militar en la república Argentina y su búsqueda permanente por la prevalencia de la Memoria, la Verdad y la Justicia”. En la misma plaza donde ella solía organizar los tendederos con las fotos de desaparecidos  cada 24 de marzo, su nieto Emiliano Durand y su esposa, la diputada Irene Soler, recibieron la Plaqueta Recordatoria y copia de la Resolución que no hace entera justicia a los sacrificios de Barquet, pero que puede representar un buen primer paso.