El virólogo argentino radicado en Mónaco, Pablo Goldschmidt, ha sido sin dudas una voz disonante en medio de tanto debate unidireccional respecto de la pandemia de COVID-19. Algunos matices de su pensamiento y teorías. 

 

En medio de la presión del establishment empresarial para levantar el aislamiento y retomar las actividades, algunas voces relativistas encuentran asidero fácilmente en el armamento editorial de los medios hegemónicos. No obstante, la palabra del científico argentino Pablo Goldschmidt exige una lectura calma más allá de la dicotomía economía-salud.

El hombre a quien se le atribuye maliciosa y erróneamente la frase «la pandemia es falsa» encuentra objetores y suscriptores a lo largo del país por su cuestionamiento a la OMS y por considerar que «el pánico es injustificado».

Uno de los primeros señalamientos del especialista es que la alerta global fue decretada sin que haya certezas sobre cuándo comenzó a circular el virus. La tesis del médico es que en años anteriores pudo haber transmisión de COVID-19 y que las muertes derivadas de ello pudieron haberse confundido con casos de influenza o neumonías; por lo que la atención concitada por el nuevo virus y las medidas tomadas por los estados nacionales carecen de fundamento.

Su testimonio cobró relevancia después de afirmar que existe un «acoso científico» que debería ser tan grave como no cumplir con el aislamiento obligatorio. Otro de sus señalamientos es que, en la actualidad, existen virus con mayor o igual nivel de contagio que el COVID-19, pero que no tienen el mismo nivel de atención.

«Antes no los contaban, ahora si. Hubo más de medio millón de casos de neumonía en el mundo el año pasado. Hay un millón de personas que se pueden agarrar meningitis en África, y se transmite por la saliva, y los aviones van y vienen. Y a nadie le importa nada. Hay 135 mil personas que van a andar con tuberculosis en América Latina, y nadie hace escándalo. A mi, cuando algo hace mucho ruido como con el corona… Se está teatralizando mucho».

Pablo Goldschmidt

Una de las investigadoras que salió al cruce de este argumento es la bióloga argentina del CONICET Lucía Maffey. La científica aduce que, el hecho de que haya millones de personas que mueren en el mundo por otros virus respiratorios, no es justificativo para objetar una alerta sanitaria.

«Llama la atención el planteo de que sería razonable no disparar una alarma sanitaria cuando un nuevo virus comienza a circular entre la población humana, luego de haber realizado un salto de especie desde otros hospedadores mamíferos. Cuando este tipo de fenómenos ocurre, no es posible saber a priori qué consecuencias sanitarias puede traer tanto a corto como a mediano plazo«, sostiene Maffey.

«Que todos los años mueren en el mundo millones de personas por enfermedades prevenibles no es ninguna novedad. La causa principal de esto es el sistema social en el que vivimos. De qué forma no advertir contra un virus nuevo resolvería el problema social del negociado de la salud pública y la explotación y mantenimiento en la miseria de millones de personas es algo que Goldschmidt no planteó en su raíd mediático«, añade.

Goldschmidt, sin embargo, sostiene que cuando se habla de muertes por coronavirus el foco debe ponerse en el sistema de salud, en la falta de formación profesional, equipos, medicamentos e infraestructura. Para ello se vale de algunos ejemplos:

«En Alemania hay seis veces más respiradores que en Italia. Y diez veces menos muertos por la misma patología. En Europa hay 80 mil camas de terapia con personal formado, un promedio de 12 cada 100 mil habitantes; en los Estados Unidos hay 28 cada 100 mil; en Alemania, 29; en Portugal, 4,2; en España, 10,3, pero el problema es que allí el 78 por ciento de quienes atienden esas camas está entrenado para terapia médico quirúrgica y unidad coronaria, gente que sabe manejar infartos y acv, pero el Estado no formó neumonólogos para hacerse cargo de este tipo de crisis«.

Una vez más Maffey contrarresta: «Los reclamos frente a la acuciante situación de millones de personas que viven con trabajos precarios u ocasionales, en los que si no trabajan no cobran, deben ser dirigidos a los Estados para que instrumenten las medidas necesarias. Lo mismo ocurre con los sistemas sanitarios colapsados que no pueden pasar a funcionar sobre la -aún mayor- explotación de los trabajadores/as de la salud. La pandemia de CoVid19 pone una vez más sobre la mesa el escaso valor de la vida humana bajo el capitalismo«.

A pesar de su oposición manifiesta a las metodologías de la OMS y, fundamentalmente, a la declaración de la alerta sanitaria global; Goldschmidt pondera las decisiones del gobierno argentino en el marco de la pandemia y asegura que no levantaría la cuarentena: «a mi me parece que el gobierno actúa muy bien y con mucha cautela. Pero la autoridad internacional les empuja la mano con las cifras de mortalidad que ponen los peritos de la OMS, que hacen cuentas matemáticas. Pero no es mala fe, sino incompetencia. No hay nadie detrás. Pero insisto, en la Argentina están haciendo las cosas bien y con seriedad«.