En la jornada de ayer se interpusieron dos cuestiones: las elecciones presidenciales y el partido del seleccionado argentino de rugby. Salta no fue la excepción, aquí también se vaciaron las escuelas por dos horas y se enterró cada voto como si fuera un try. (Franco Hessling)

El domingo 25 octubre podría haber sido recordado, al menos por algunas semanas, por ser el día del recambio presidencial del gobierno y por el deseado jalón deportivo de Los Pumas en el mundial de rugby. Lo primero era inminente, el recambio -que era más importante que el sucesor que viniera- ocurriría de cualquier manera; mientras que la arremetida de Los Pumas sería un hito sólo si llegase a la final.

Si bien Los Pumas hicieron un gran mundial se quedaron en la misma instancia que alcanzaron en 2007, cuando también cayeron en semifinales. Lo cierto es que la identidad nacional tiene mucha fortaleza en lo que a deportes respecta, por eso el domingo mantenía a los argentinos preocupados tanto por las elecciones como por el partido de la ovalada. Salta no fue la excepción. Muchos cautos se presentaron a votar antes del mediodía para prever estar frente al televisor antes de las 13:00. Los remolones de siempre fueron después de las 15:00, cuando ya Australia y sus Wallabies se habían consagrado con un 29-15.

El problema sensible fue para los de la idea que “a la hora de comer no va nadie, es la mejor hora para ir a votar”. Para esos, el 25 de octubre había que mirar Los Pumas y por ende anticipar o postergar su estrategia para ir a votar. Hubieron de abandonar el sufragio raudo del mediodía con tal de observar, sufrir y empujar con los rugbiers albicelestes. Las filas en las urnas mostraron congestión en las horas que no se jugó el partido.

Una sucinta consulta realizada por Cuarto Poder en algunas escuelas de la zona norte de la ciudad permitió constatar que de las 13:00 a las15:00, el salteño eligió mirar a Los Pumas antes que ganarse el voto rápido, ese que no amerita filas eternas, el de “la hora de comer”.

En la escuela Pereyra Rosas, sobre la avenida YPF, una autoridad de mesa masculló entre dientes que “si hoy ganamos, festejamos hasta la muerte”, tras ser consultada sobre el partido de Los Pumas. La muchacha utilizó la ambigüedad para colar su doble interés, el político y el deportivo: quería ganar en ambos ámbitos.

En la Salvador Mazza, escuela situada sobre avenida Juan B. Justo, los presidentes coincidieron en que en el lapso del partido no fue ni un solo votante. “Pero a la mañana estaba llenísimo”, dijeron y estimaron que “se notaba que mucha gente había previsto venir a votar antes para ir a ver el partido tranquila”.

Situación consonante la que se vivió en la localidad de Vaqueros, en el establecimiento secundario Nº 5.050, adonde un fiscal rezongó: “Hasta me podría haber ido a mirar el partido y volver, no vino nadie”.  Según comentaron otras fuentes, tal situación abarcó también a la escuela Bernabé López, que está igualmente en Vaqueros.

Durante la semana ya se especulaba socarronamente en las redes sociales sobre la coincidencia entre el cotejo del mundial de rugby y las elecciones presidenciales. En la red social whatsapp circuló un mensaje que instaba a “hacer patria desde temprano”, ironizando sobre el interés que el partido causaba y el desencanto de la democracia representativa que muchos denuncian. Particularmente en Salta se notó esto último porque se celebraba la cuarta elección del año, por decisión gubernamental de escindir los comicios provinciales de los nacionales.

Esa decisión fue tomada por el Ejecutivo salteño, sin embargo cuando fue a emitir su voto en la escuela Santa María Eufrasia Pelletier, el gobernador Juan Manuel Urtubey, admitió que “estamos medio cansados de tantas elecciones, esperemos que terminemos hoy”. Como se lee, aprovechó el mediodía del domingo para manifestar su deseo de conseguir la victoria en primera vuelta.

Por supuesto que a esas alturas, minutos antes del inicio de la contienda deportiva, Urtubey no quiso desentenderse de su pasado en las formativas del Jockey Club de Salta. El viejo club de la zona sur de la ciudad, almidonado por las clases aristócratas luego de su fusión con el sanlorenceño club Los Ceibos, tuvo entre sus filas al mandatario. “Hay que disfrutar este gran día, espero que todo ande muy bien”, anhelaba Urtubey sobre el decurso puma y el resultado de la elección.

A nivel de juego lo de Los Pumas fue valeroso porque siguieron fieles a su estilo, pero lo cierto es que perdieron y ya no cabe el epíteto de “digna” para ninguna clase de derrota. No se pudieron convertir trys y hubo algunos errores claves que les facilitaron las cosas al conjunto oceánico. “No lo entiendo bien al rugby pero hay que ganar si o si”, decía un presidente de mesa de la escuela Miguel Ortiz.

Ese mismo hombre, con unos cuarenta años sobre la espalda y un lunfardo futbolero de lo más aceitado, contó que se sorprendió que tantas personas murmuren cuestiones sobre el partido de Los Pumas a lo largo de la mañana del domingo. “Miré, usted viene a las 12:45 y la escuela se está empezando a vaciar, hace tres horas estaba repleta”, narraba con gestos de hincha, agitando el brazo derecho en señal de “Olé, olé, olé…”.

Este cronista fue de los que esperaron el partido por horas, sin ser exrugbier ni pertenecer a las oligarquías provinciales. El nacionalismo deportivo, aunque mucha señor/a desprestigia con su “sólo se acuerdan el himno cuando juega la selección”, es un orgullo para los que se emocionan con cada corrida, para los que se dejan interpelar por la adrenalina de querer ganar y coronarse en las canchas. Quizá sea uno de los síntomas más conspicuos del Ser Nacional argentino.

Tanto así que en la jornada dominical, el deporte de elite se puso en boca de todos, y hasta el más distraído sabía que el domingo jugaban Los Pumas. En las adyacencias a la escuela, un encuestador que recogía boca de urnas, a hurtadillas, preguntaba tanto por los votos como por el pronóstico de la semifinal.

A este reportero le tocó llegar en medio de esa atmósfera, a las 12:30, a la escuela de Miguel Ortiz. Tenía disposición para hacer un scraum y pechar la fila de los votantes de su mesa. Tuvo la suerte que había sólo dos personas esperando, alcanzó con un pequeño empellón y pudo sufragar. Cuando salió del cuarto oscuro, miró la ranura de la urna y sólo pudo pensar en un in-goal, enterró su voto cual try después de un cambio de marcha que rompía líneas en una defensa bien agrupada.