Con el recital brindado el miércoles 30 en el Teatro Provincial, la banda más importante del rock salteño, Perro Ciego, celebró sus 25 años de historia y demostró que una banda salteña puede tener trascendencia, popularidad, continuidad y profesionalismo. F.A.

No hacía falta recordar mucho. Los momentos vividos desde 1989 estaban ahí, presentes en la pantalla del Teatro Provincial. Aparecían mientras el grupo tocaba. Una serie de fotos y recortes de prensa, como si se tratara de esos videos institucionales de casamientos donde se percibe el pasado como un camino construido para llegar hasta el presente soñado y feliz.

Perro Ciego festejó un cuarto de siglo de música y de grupo. Su cumpleaños es una manera de decir que no hay con qué darle al laburo constante: garpa siempre. En una ciudad donde las bandas de rock tienen un promedio de existencia de cinco años, entre ensayos, tocadas, algún registro y la separación; Salchi Dique, Pela Vega, Gamba Aguilera y Jopo Zenteno demuestran que, como decía Sergio Rotman, hay que fajarse para lograr las cosas.

No se explica de otro modo el crecimiento de un grupo que arrancó haciendo covers de los Rolling Stones, abrazó el rocanrol de la rama más ortodoxa y se superó a sí mismo con una apertura musical y una madurez que les permitió convertirse en el más importante de la historia del rock salteño.

El concierto del miércoles 30 en el Provincial fue un repaso de ese crecimiento. En una hora y media sonaron canciones de los cuatro discos de la banda: Rocabola, de 1998; Letras Rojas, de 2002; Peón de Luna, de 2005; y Pelafustán, de 2010. Allí se pudo apreciar cómo los blues y rocanroles del principio nunca se fueron, pero le abrieron la puerta a otros sonidos, más personales, menos festivos para la hinchada y de mayor reflexión.

El mejor Perro Ciego actual está ahí, en canciones como Dos jardines, Estabas ahí, No quema igual. Y sigue manteniendo su filo de rock stone transpirado en clásicos que nunca suenan mal como Azabache, Dormilón x 8, Paracaída, Resaca o Poker y ruletas.

Es para destacar cómo el grupo vuela mucho más alto que los referentes del subgénero en el que están encasillados y al que pertenece buena parte de su público. Las bandas del palo rollinga morirían por tener un solo tan elegante como el de Gamba Aguilera en Estabas ahí, el sentido homenaje a Federico Acosta, miembro del grupo fallecido en 2007.

Acosta fue uno de los grandes responsables del crecimiento de Perro Ciego. Temas como El gran peón marcaban un rumbo que la banda podría haber seguido si El Pibe hubiese continuado hasta nuestros días. Un camino que tenía más que ver con Mambrú y sus Desertores, el grupo paralelo que tenía Acosta y hoy es de culto. Con su muerte, Perro Ciego se centró en el blues y el rock bien entendidos, con algo destacable para los músicos de su generación: no hay vientos innecesarios. Un mal que acosó al género en nuestro país durante dos décadas.

El concierto del Teatro Provincial muestra la importancia de Perro desde su lugar en la cultura salteña. Fue la primera vez que el ciclo Cultura da la Nota, vigente desde 2011, le da el cartel principal a un grupo de la provincia. Hasta ahora, los de Salta sólo eran los acompañantes del groso de turno. Esta vez, Perro Ciego fue el que metió mil personas, una cifra extraordinaria para la escena local y de cualquier lugar fuera del mainstream.

La muestra que se realizó en la Casa de la Cultura en homenaje a la banda también confirmó el paso del tiempo, los shows en bares imposibles, en festivales multitudinarios y el crecimiento constante, marcado por el no parar nunca.

El rock de las provincias es muy ingrato con el músico: lo obliga a gastar dinero, no ganarlo. A sonar mal casi siempre. A no recibir el reconocimiento de los habitantes de sus ciudades gracias al histórico centralismo que domina al país y obliga a mirar con recelo todo lo que no pasa primero por Buenos Aires. ¨Qué va a ser bueno, si es mi vecino¨, graficó alguna vez el ex cantante de Humahuaca Trío, hablando del famoso nadie es profeta en su tierra, que en Salta se confirma.

El rock local no goza de prestigio ni de popularidad. Sólo dos bandas trascendieron al nicho de pubs, radios, webs y revistas especializadas: una lo logró formando parte del circuito oficial de artistas que tiene el gobierno provincial. Lo pagó con desprestigio, con spots a favor de Urtubey. La otra demoró mucho más, pero siempre se mantuvo en su eje, con el rumbo claro y priorizando el laburo dentro de la música, que al final, es lo que termina importando.

El éxito, para una banda y para cualquier artista o persona, es terminar haciendo lo que disfruta, lo apasiona y lo satisface. Eso hace Perro Ciego desde hace 25 años.

Y lo mejor es que todavía queda más.