Considerada la primera cárcel de mujeres de Salta, la casa del Buen Pastor estaba liderada por mujeres de elite y de fuerte devoción católica. Se dedicaban a transformar “la conducta desviada” de otras mujeres a través de la domesticación de los cuerpos. (Andrea Sztychmasjter)
La casa del Buen Pastor ubicada en un terreno cedido por el gobierno salteño a una Sociedad de Beneficencia en la ex quinta Agronómica, fue creada en 1864. Esta sociedad conformada por mujeres de la aristocracia salteña pidió al Estado no solo que le cedieran el terreno para la construcción de la considerada la primera cárcel de mujeres de Salta, sino también una comitiva de “Hermanas de la Caridad” para que las ayudaran con la “regeneración moral de las personas extraviadas”.
Fue la profesora universitaria Luz del Sol Sánchez, una de las historiadoras que indagó acerca de esta cárcel y su principal objetivo: la rehabilitación de mujeres que habían cometido algún delito o que habían faltado a la moral, y la domesticación de los cuerpos a partir del encierro. En su trabajo publicado por el Centro de Estudios Filosóficos de Salta (CeFiSa) “Cuerpos encerrados: el disciplinamiento de las mujeres en la casa del Buen Pastor”, describe que la creación de esta casa avalada por el Estado posibilitó el dominio de los cuerpos femeninos bajo el amparo de la legislación y de los medios de comunicación.
La investigación realizada bajo un enfoque de género, analiza también como se produjo el “encierro y disciplinamiento de las mujeres pobres desde el Estado salteño”. Mientras que desde la teoría de poder de Foucault, la profesora describe como el poder patriarcal “penetra los cuerpos, se manipula, se forma, se educa y se obedece”.
Que sepa lavar y planchar
La investigación señala que en 1899 la señora Francisca Uriburu de Castro, presidenta de la Sociedad de Beneficencia elaboró un informe en el que afirmaba que las detenidas se perfeccionaban en costura, bordado, lavado y planchado. Se les daba así a todas una enseñanza para adaptarla al manejo del hogar.
“Las mujeres católicas de la elite salteña se dedicaron a la moralización de las mujeres encerradas a través de la educación cristiana. La educación moral tendía a sustituir las pautas culturales que ‘desviaban’ a las mujeres de su destino, es decir como madres y esposas moralizadoras de sus conyugues e hijos y trabajadoras honestas. Eran mujeres las encargadas del control social, de ‘corregir’ y ‘encauzar’ a ‘otras’ mujeres, concretamente a las mujeres pobres difícilmente ‘controlables’, que requerían la sistemática intervención del Estado”.
Según menciona el trabajo además las mujeres eran controladas en base a reglamentos y edictos de la policía, la Ley de conchavo (sistema de control que le aseguraba a los grupos dominantes mano de obra barata y permanente) y otras normas de disciplinamiento que dictaban los roles femeninos y el ideal de mujer.
En la sociedad del siglo XX la mujer a través de legislación de la época ni siquiera podía ser poseedora de bienes. “El Estado afianzó un discurso centrado en el ideal romántico de la mujer amorosa y espiritual, esposa y madre, encargada de la familia”, describe la investigación de la docente.
La infiel
Las mujeres que eran encerradas en el Buen Pastor eran entonces aquellas que habían faltado en algún aspecto a ese ideal femenino para el cuál la “mujer de bien” estaba destinada. Especial interés merece el control masculino presente en ese entonces, puesto que las mujeres “infieles” también podían ser internadas por sus esposos para ser “corregidas”. “Las mujeres ‘libres’ que no cumplían con las leyes o llevaban una vida licenciosa, incluso la infidelidad o el abandono del hogar, eran recluidas por sus maridos o por la policía”.
Tal es así que las crónicas de la época publicadas en diarios locales señalaban el pronto disciplinamiento que estas mujeres infieles deberían recibir: “llenar aquella gruta de mujeres livianas que se convertirán en otras tantas Penélopes”; “no la abandonemos así a su propia suerte, guisémosla cuando se desvié de su camino y el resultado será la mejor recompensa que pudiéramos desear”.
Señala la investigación que por la mentalidad de la época, la esposa tenía la obligación de atender a su marido, de no ser así el marido tenía el poder de corregirla mediante el castigo o el encierro corporal: “el poder del marido se expresaba en el cuerpo de su esposa, cuerpo que debía ser sujetado para evitar el descarrilamiento y mantener el orden social”.
Concluye el trabajo que aparte de la infiel, de la mujer que había discutido con su esposo, de la que había cometido algún delito, las niñas huérfanas también eran alojadas en el lugar, como así también toda mujer que no correspondía con el modelo femenino socialmente impuesto.
Cuerpos femeninos encerrados
En la actualidad, una de las “Hermanas” manifestó a este medio que hace al menos 10 años que en el Buen Pastor no reciben a niñas ni mujeres, hoy en día funciona como “pastoral hacia afuera” señaló la mujer consagrada a dios. “Se realiza atención apostólica y venimos trabajando con mujeres en situación de violencia”, manifestó.
Ante la pregunta de por qué se decidió no recibir más “internas”, la religiosa respondió que la sociedad actual ha cambiado y se perciben realidades complejas: “Antes estaba a cargo de lo que se llamaba Minoridad, (organismo Estatal) y hoy en día vemos que han decidido no institucionalizar. Existen casos extremos, niñas que directamente no tienen a nadie que las cuide, pero hoy se necesitaría de un equipo interdisciplinario”.
Según mencionó la mujer, si actualmente se volvieran a abrir estas casas del Buen Pastor (instaladas en diferencias provincias del país), “estarían llenas. Día de por medio recibo a padres que quisieran internar inmediatamente a sus hijas”, describió.
En la investigación expuesta sin embargo, su autora describe que justamente el encierro de las mujeres que no cumplían con el ideal femenino era ejemplificador. “Al encerrar, al corregir, al volver dócil, no hacía más que reproducir, todos los mecanismos que se encontraban en el cuerpo social”.
El Buen Pastor como instituto de “rehabilitación moral y social de la mujer” fue una organización religiosa que se extendió por todo el mundo, pero su casa madre se sitúa en Francia. Hacia el 1800 se instala en nuestro país y llega a nuestra provincia. La inauguración del Buen Pastor, única cárcel de mujeres con que contaba Salta fue el 3 de noviembre de 1893, “como el fruto de la dedicación de las damas de elite”, quienes recibieron donaciones particulares de los gobiernos provincial y nacional. Según consta en los registros históricos, ese mismo día recibió a las “detenidas”, que antes estaban bajo el control de la Sociedad de Beneficencia.