Cuatro meses después y tras varias líneas de investigación, se esclareció oficialmente el crimen del playero, Ariel Rios. El vuelco de la investigación y las revelaciones lapidarias sobre la policía y el delito. M.A.

Con la confesión de Javier Pino, la semana pasada, el crimen del playero quedo oficialmente esclarecido. Hasta entonces el caso había tenido varias líneas de investigación: al principio se atribuyó el crimen a pobladores de la zona, después dijeron que los responsables eran policías, y finalmente informaron que se trataba de un peligroso delincuente profesional.

El vuelco final fue hacia Javier Pino, un joven de 26 años con varias causas encima, que fue detenido cuando se encontraba en el departamento de su pareja en Santiago del Estero. El tipo era seguido desde hace tiempo por la policía de Santa Fe acusado de un doble crimen y por la Brigada de Salta. En el marco de la detención, le secuestraron un arsenal de armas, el cual incluía dos 9 milímetros y una basta cantidad de municiones, limas, barretas, una pistola de aire comprimido, una ballesta y dos silenciadores. Pino no ofreció resistencia a la detención y luego reconoció haber matado al playero, razón por la cual fue trasladado a Salta.

Ya en la provincia, mediante un escrito presentado ante el fiscal Sergio Castellano, reconoció su autoría en el crimen. Dijo que el móvil del robo fue porque necesitaba dinero para pagar a los abogados defensores de su padre, que se encuentra detenido por el robo a una financiera. Como fuese tal declaración sirvió para cerrar la investigación y esperar el juicio oral y público que determinará la verdadera cadena de hechos donde, Pino, el sospechoso favorito para los investigadores, es el principal protagonista.

Entramado policial

Por el voltaje de los datos, vale la pena recordar que el caso del playero fue más allá de la muerte del muchacho, sacando a la superficie una virulenta interna que generó revelaciones de gran impacto sobre los negocios sucios de la policía:

Se conoció que una banda conformada por policías y civiles operaba desde hace tiempo en el sur provincial. Al frente estaba el cabo Víctor “ladrillon” Navarro, un “poronga” de la Unidad Regional 5 de Joaquín V. González, quien tenía como ladero al oficial Robinson Ramos. En la volteada también cayeron otros efectivos como Raúl Edmundo Nievas, Belindo Puca, Carlos Orquera,  Eduardo Sosa y Alejandro Eguías. La interna se calentó al punto de que la justicia consideró que tenía elementos suficientes para dictar prisión preventiva y Lami declaró que las evidencias eran muy “fuertes” contra los efectivos detenidos.

El desarrollo delincuencial era tal, que tenían contactos con chorros y efectivos tucumanos, y habían diversificado sus negocios a más que robos y extorsiones. Quedo claro que tenían un método aceitado y un accionar impune: entre lo que salió a luz, se encuentra la denuncia de una mujer de Joaquín V González, quien asegura que entraron a su casa y la encañonaron con un arma, la dejaron atada y huyeron. En ese violento hecho se involucra al policía Robinson Ramos, a quien le secuestraron varios  objetos robados que lo comprometen.

Esas revelaciones abrieron un interrogante sobre quién es el que activó ésta ofensiva contra los efectivos que formaban parte de esta banda y habrían estado involucrados en la muerte del playero. Según el abogado de la familia Ríos, Carlos Vázquez, la versión que vinculaba a éstos policías con el homicida fue abonada por Mario Paz, ex jefe de la policía provincial. “Paz conocía que estos policías son ladrones; seguramente no pasaron la cometa de algunos robos y les hicieron esta jugada; es claro que el ex jefe de policía continua realizando tareas de civil”. Esa fue la opinión de Vázquez al ser consultado por Cuarto Poder.

No resulta poco cierto lo que dice Vázquez; en realidad tiene cierta reminiscencia con lo que cuentan fuentes off the record y, a la vez, coincide con la forma de actuar que impera en las fuerzas de seguridad por todo el territorio nacional. Así las cosas, el funcionamiento de investigaciones paralelas realizadas por efectivos de civil quedaría recontra confirmado con el dato de que Paz continúa en las calles haciendo tareas de servicios.

De manera más abarcativa, la pregunta elemental que surge es ¿Qué es lo que está en juego para que se produzcan choques cada vez más intensos en la institución? La sencilla respuesta es que ésta en juego, en este enorme quilombo, el gerenciamiento del sistema recaudatorio que funciona paralelamente en la institución. Y como las facciones policiales no están dispuestas a ser desplazadas de su cuota no dudan un segundo en golpear a sus rivales azules con lo que tengan a mano, así se activan operetas, causas y demás maniobras habituales en el submundo policial.

Lo que no cierra

El caso del playero es portador de misteriosas y desopilantes singularidades:

Llama la atención la ausencia total de testigos que inculpen a Pino. Lo más contundente es su declaratoria que, curiosamente, la realizó por escrito con detalles asombrosos como: que llegó al norte en busca de oro escondido por los jesuitas, que su padre se fue de Salta porque no aguantaba los fuertes dolores que sufría producto del cáncer que padece, y las más llamativa: que el tiro que terminó con la vida del playero fue sin intención,  que se les escapo- según pericias el disparo salió desde atrás: Ríos fue apuntado de arriba hacia abajo. El disparo, evidentemente, fue a sangre fría.

No encaja con el perfil de un delincuente profesional, robar solo dinero que hay en la caja fuerte, dejando tal como ocurrió en este caso, $ 200 mil que estaban en un maletín y $ 5 mil que tenía el playero en el bolsillo, además de $ 2 mil que había en la caja registradora.

Cabe reparar en otro detalle: de lo secuestrado a Javier Pino, el uso de silenciadores, representa un dato para nada menor, puesto que ilustra sobre el nivel de delincuente que hablamos. Claro, esta, que un tipo que utiliza estos dispositivos se encuentra muy bien preparado para matar.

El cambiante esclarecimiento del caso del playero, y sus derivaciones explosivas, dejan sobrados elementos al respecto de las investigaciones policiales y sus internas.