El intendente, Gustavo Ruberto Sáenz, hizo públicas críticas a los rumbos empresariales de la política de Cambiemos, espacio que integra activamente desde 2017 y con el que coquetea desde 2015. Los cálculos del jefe comunal tienen que ver con la caída en las encuestas del presidente y la necesidad de tramar acuerdos con el gobernador, Juan Manuel Urtubey. Nicolás Bignante

En medio de la “turbulencia cambiaria” de estos días y en clara alusión al gabinete de Cambiemos, el intendente Gustavo Ruberto Sáenz, señaló en su programa: “Los gerentes lamentablemente nos llevaron a esta situación” y luego acotó que “el Gobierno tiene la obligación de escuchar y reconocer los errores”. Todo esto en medio de livianos reproches por la composición CEOcrática del gabinete PRO y con algunos halagos para funcionarios de perfil más “político”, caso de Rogelio Frigerio o Emilio Monzó. Lo que en principio puede interpretarse como una moderada crítica hacia adentro de su propio espacio, encuentra relación con una serie de movimientos que todo el arco político sigue de cerca y que parecen conducir a una estrategia cada vez más diáfana: establecer sutiles delimitaciones con la figura de Mauricio Macri hacia el interior del territorio provincial.

La imagen de Macri en la provincia, que nunca fue muy buena, hoy se devalúa al mismo ritmo que la moneda nacional. El otrora deseado rótulo de “ser Macri en Salta” hoy parece una mochila que pocos se quieren poner. Hay excepciones, claro, pero pocas con aspiraciones provinciales de cara a 2019. El propio Martín Grande, macrista del núcleo duro y con explícitas intenciones de disputar la gobernación, viene esquivando las apariciones públicas desde hace algunos días. Miguel Nanni, quien ya venía haciendo malabares para explicar en Salta sus actuaciones en el Congreso nacional, quedó todavía más expuesto tras votar contra el freno a los tarifazos. El intendente de Rosario de Lerma, Ignacio Jarsún —quien había expresado su deseo de ir en una misma boleta con Sáenz como candidato a vicegobernador— anunció hace días la conformación de un nuevo partido provincial: Todos para Salta, que intentará referenciarse más allá del proyecto de Cambiemos. El escenario hoy es difícil de ignorar: el candidato del Grand Bourg se impondría al de la Casa Rosada en la contienda provincial del año que viene.

Juan Manuel Urtubey, en sus apetencias presidenciales, deja las puertas abiertas a todo aquel que quiera llevarlo en una boleta, pero con la idea de llegar a 2019 con los que mejor miden. Del otro lado, quienes ya manifestaron su intención de ser precandidatos a gobernador: Sergio Leavy, Carlos Parodi, Javier David, Miguel Isa y el propio Sáenz también evalúan las contras de amontonarse bajo la figura de Urtubey presidente. Es allí donde cobra fuerza la posibilidad de que el intendente de la Capital juegue sus cartas “por abajo”, llevando al actual presidente en su boleta, si es que finalmente decide ir por la reelección. Está claro que no es una ola fácil de surfear para Sáenz. El capital político en juego (y por qué no económico) es alto. Por otro lado, más de un gobernador alineado amenaza con tirarse del barco en caso de que la imagen de Macri continúe en caída. Desde Buenos Aires siguen muy de cerca estos movimientos.

La luz amarilla se encendió por primera vez el 12 de abril pasado, luego de hacerse pública una fotografía que el intendente salteño se sacara con el interventor del Partido Justicialista (PJ), Luis Barrionuevo. Una jugada meticulosamente ambigua que, por un lado, legitimaba una resolución judicial a la medida de la Casa Rosada; y por otro, enviaba un fuerte mensaje a las bases peronistas. Uno de los primeros en advertir la maniobra fue el vicegobernador Miguel Ángel Isa, que aprovechó cuanto espacio en televisión tuvo para sacar a relucir los problemas de la gestión municipal. Sáenz, que en un principio sólo atinó a pedirle “más nafta” a sus funcionarios, sacó la mirada por un momento de Aguas del Norte y contraatacó haciendo circular videos que comparaban las obras del “Corredor de la Fe” con el poco feliz “Paseo de la familia”. El isismo comprendió rápidamente que contrastar con Sáenz era una buena idea si lo que anhela es ponerse al calor del Grand Bourg.

Las declaraciones del intendente también profundizaron algunas rispideces dentro de Cambiemos en Salta. Los radicales, sin ir más lejos, aprovecharon la ocasión para impulsar (tanto en Diputados como en el Concejo Deliberante) la exención impositiva para los comerciantes afectados por los trabajos demorados en el “Corredor de la Fe”, obra que amenaza con volverse contra Sáenz, como las peatonales alguna vez se volvieron contra Isa. El saenzismo es consciente de que sin el apoyo de Nación tendrá que salir a mostrar gestión y eso evidentemente no garpa en estos días. Los radicales, que fueron los primeros en rezongar del “peronismo PRO” de Sáenz a comienzos del año pasado, lo saben muy bien.

Otro que sigue muy de cerca la coyuntura provincial es el ya consagrado como mediático, Alfredo Horacio Olmedo. Las últimas semanas lo encontraron recorriendo canales de televisión nacional como nunca. El sojero sabe que el espacio que se abre es grande y tratará de pintarlo de amarillo patito. Algunos “nuevos” dirigentes del interior ya le arriman el bochín soltando pedidos de mano dura para los delincuentes o hasta pena de muerte.

Volviendo a la editorial de Sáenz, en otro de sus pasajes sentencia: “Hay que dejar de lado las ideologías y las mezquindades”, muy a tono con la melopea macrista del “vamos juntos” y con la premisa de extender un certificado de defunción a las ideas, propia del manual de Jaime Durán Barba. Pero más allá del giro discursivo de Cambiemos, la frase abre las puertas a otras lecturas. El culto al consenso obligatorio, que buena parte de la clase política profesa, es también una fórmula para justificar acuerdos y hacer digeribles algunos acercamientos y conversaciones difíciles de explicar. Digamos que esto de “dejar de lado las ideologías” es algo con lo que el jefe comunal parece estar muy familiarizado, sobre todo si de compulsas electorales se trata.

Los vaivenes de la política llevaron a Sáenz a tocar las puertas del romerismo en 2015 luego de perder la senaduría por Capital con un PJ desgastado y en manos del Partido Obrero. Tras arrebatarle la intendencia a Javier David le llegó la requisitoria desesperada del massismo para llevarlo como candidato a vicepresidente, llamado que respondió con gusto, como él mismo suele decir en referencia a los fondos nacionales: “Si viene de arriba, ni a los rayos me les corro”. Ya en 2017 conformaría el frente Cambiemos-País, para erigirse finalmente como el representante del macrismo en Salta. Sin embargo, ni todo el historial de maniobras oportunistas del intendente sería capaz de inhibir sus deseos de ser el próximo gobernador de la provincia, ni de impedir un nuevo desplazamiento acomodaticio.