En línea con una tendencia que se impone a nivel global, la provincia implementará el dictado de educación financiera temprana en las escuelas secundarias. Mientras el Estado descarga su responsabilidad por el desastre económico en la falta de cultura financiera, los bancos se preparan para abrir sus puertas a inmensas camadas de nuevos clientes. Interrogantes desde una perspectiva crítica al discurso rector del emprendedurismo.

Nicolás Bignante

Un postulado muy extendido entre los propagandistas de la llamada Educación Financiera sostiene que el conocimiento en materia de finanzas personales representa una amenaza para el sistema financiero y las elites globales que lo dominan. Por tal motivo, según creen, el estado y los bancos bloquean deliberadamente el acceso a dichos contenidos como si se tratara de una suerte de educación prohibida.

Sin embargo, la realidad indica que pocos temas cobraron tanta visibilidad en la agenda educativa de los últimos años como la educación financiera. La OCDE, el G20, el Banco Mundial y el FMI, entre otros organismos, fueron tajantes a la hora de recomendarla y en las legislaturas de todo el país se aprobaron o esperan ser aprobadas normas referidas a su dictado. Salta no fue la excepción.

La clase política considera urgente su aplicación y pone como argumento el supuesto clamor juvenil por recibirla. Impulsada por un evidente desencanto con la educación tradicional, la llamada Educación Financiera gana terreno en la agenda pública y, aunque se intente expresar lo contrario, los bancos son los principales interesados en promoverla.

La banca te educa

En 2020, la pandemia empujó al sistema bancario a cinco millones de argentinos que no estaban bancarizados a través de programas como el IFE o ATP. Ese período coincidió con un incremento histórico de las ganancias de las entidades financieras. Según el relevamiento del BCRA, en 2021, la banca privada acumuló ganancias netas por 133.720 millones de pesos. Además, sólo entre marzo y junio de 2020, subieron en promedio un 75% su cotización bursátil según datos de la Bolsa de Buenos Aires.

Al día de hoy, la totalidad de las entidades bancarias cuentan con un departamento, área o programa de educación o “inclusión financiera”, destinado principalmente a jóvenes y mujeres emprendedoras. Banco Galicia, por ejemplo, apeló a youtubers y tutoriales didácticos en los que, además de brindar herramientas financieras, se publicitan los servicios de la empresa. Santander, por su parte, cuenta con las áreas de Banca Responsable e Inclusión Financiera, desde donde se organizan charlas y se comparte material audiovisual. ICBC brinda a sus clientes y a la comunidad una diversidad de tutoriales sobre el uso de los productos financieros, canales digitales, manejo de claves, entre otros. Mercado Pago, contrató a la artista Cazzu para protagonizar la campaña “Educación financiera de las jefas”, orientada a mujeres jóvenes. BBVA puso a disposición una plataforma online y de acceso gratuito que ofrece nociones administrativas y financieras para “aprender a pensar económicamente, permitiendo mejorar la salud financiera”.

La artista Cazzu, protagonista de la Campaña de Mercado Pago

Semejante entusiasmo e insistencia de los bancos en impartir este tipo de formación debería, como mínimo, encender algunas alertas. Desde 2020, el Ministerio de Economía de la Nación cuenta con un Consejo Nacional de Inclusión Financiera integrada por 14 organismos, de los cuales la mitad son cámaras o asociaciones bancarias. En CABA, Resulta extraño en ese contexto imaginar que este tipo de contenidos irrumpirá en las escuelas para dotar a los alumnos de herramientas destinadas a enfrentar los atropellos e iniquidades del sistema financiero. Por el momento, todas las señales van en sentido contrario.

La versión gaucha

Nuestro ordenamiento doméstico en la materia, recientemente oficializado, define a la Educación Financiera como el “desarrollo de conocimientos relacionados con el conjunto de habilidades que permiten a un individuo tomar decisiones informadas sobre sus recursos financieros”.

La definición encierra una paradoja y es que resulta a la vez limitada y ambigua. Limitada, por cuanto alude a un aspecto específico y parcial de la realidad económica: el sistema financiero. Ambigua, porque no expresa un posicionamiento claro respecto de su objeto de estudio.

Esto último resulta elemental para definir por qué es necesario conocer el funcionamiento del sistema financiero. ¿Para ser agentes del mismo o para defenderse de sus arbitrariedades?, ¿Para ejercer ciudadanía o para formar clientes?, ¿Para desarrollar el pensamiento crítico o incentivar habilidades especulativas?

La norma, a priori, no lo deja muy en claro. Se establece que el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología definirá, en consulta con el Consejo Federal de Cultura y Educación, los lineamientos curriculares básicos de los contenidos de la Educación Financiera Temprana, de modo tal que “se respeten y articulen los programas y actividades que las jurisdicciones tengan en aplicación al momento de la sanción de la presente ley”.

A eso se suman tres aspectos básicos que no deberán faltar en el programa. Esto son: “transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación financiera; promover actitudes responsables de los individuos con respecto a la toma de decisiones informadas sobre los recursos financieros; y prevenir los problemas relacionados con la falta de disciplina financiera”.

El último punto abre la ventana a una serie de interrogantes fundamentales: ¿Cuáles serían aquellos problemas relacionados a la falta de disciplina financiera?, ¿Los desbarajustes económicos actuales son imputables a dicha falta de disciplina?, ¿Qué responsabilidad le cabe a los promotores de la Educación Financiera -bancos y estados- por las sucesivas crisis económicas a nivel mundial?, ¿La solución a la penuria económica de millones de personas se reduce a la correcta utilización de los servicios financieros?

El ministerio de Educación será el encargado de despejar esas dudas una vez presentado el plan de estudios. Mientras tanto, proliferan las suspicacias.

¿Ciencia o coaching?

El debate por los contenidos de la Educación Financiera desató una serie de controversias en países como España, donde la Comisión de Valores advirtió sobre la delgada línea que divide la difusión de saberes financieros con la recomendación de inversiones. Sin embargo, más difuso aún resulta el límite entre el conocimiento científico y la autoayuda financiera. Esto se debe a que la ambigüedad del concepto abre la puerta a un sinfín de contenidos pseudocientíficos de corte motivacional, espiritual o encuadrados en el coaching. En algunos países, los programas de estudio incluían textos de reconocidos “gurús de las finanzas” como Robert Kiyosaki, quien tituló a uno de sus libros: “si quieres ser rico, no vayas a la escuela”.

Clase de Educación financiera impartida por BBVA en Salta

Las inquietudes de la Educación Financiera podrían ser perfectamente abordadas desde la ciencia económica y otras disciplinas como la matemática financiera, la estadística o la administración. ¿Por qué entonces hablar de Educación Financiera? Una posible respuesta es que el recorte epistemológico engloba un innegable posicionamiento político. La comprensión rigurosa del todo resulta irrelevante cuando el objetivo es descargar el peso del “problema financiero” en una cantidad indeterminada de sujetos. Un auténtico laboratorio neoliberal.

La divulgación de contenidos de escaso o nulo rigor se ve potenciada por la falta de respuestas del sistema educativo a las demandas más elementales de los estudiantes. Para muchos, la escuela imparte conocimientos orientados a la formación de empleados en lugar de inversores o emprendedores. De esa forma, las valiosas horas de estudio se pierden en programas de biología o historia, cuando deberían invertirse en enseñar cómo darse de alta en el monotributo o calcular intereses.

Para la profesora e investigadora de la UBA Myriam Feldfeber, Una de las cosas que señalan como argumento para este proyecto es que los chicos no manejan la tasa de interés compuesta. Es un tema a trabajar en matemática, en todo caso articulado con economía”. “De ahí no se desprende la necesidad de una educación financiera a cargo de las empresas que venden sus servicios y sus productos. Lo que les van a enseñar es cómo usar sus aplicaciones”, acotó en relación a la experiencia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Página/12, 10/01/22).

Para la secretaria general de UTE, Angelica Graciano, durante los últimos años la materia de economía, pensada desde una perspectiva histórica y de ciencia social, perdió terreno ante la idea del emprendedurismo. “Se ha reducido y en muchos casos desaparecido, y se reemplaza por esto otro, que es la lógica del emprendedor, que en realidad es fomentar el trabajo precarizado” (Página/12, 10/01/22).

Para el filósofo español José Antonio Marina “somos víctimas de una hipertrofia de la economía financiera. La economía financiera ha tomado un auge exagerado en relación con la economía real. La crisis que padecemos no ha sido económica, sino financiera. Es el complejo político-financiero quien debe recibir una mejor educación” (El País, 24/03/2015).

La realidad subyacente

Según la última encuesta de medición de capacidades financieras en Argentina, realizada en el 2017, los datos referidos a las posibles reacciones ante la emergencia de gastos inesperados señalaban que sólo el 31% de las y los encuestados podría cubrir gastos imprevistos equivalentes a un ingreso mensual sin pedir créditos o ayuda. Respecto a la regularidad y estabilidad de los ingresos familiares, el 33% tenía ingresos irregulares; y en cuanto a las modalidades de cobro, el 78% dentro del grupo de personas que declaraban percibir ingresos por honorarios de servicios cobraba en efectivo

Los datos sobre comportamientos financieros, en tanto, arrojan que en 2017 sólo un 4% declaraba dejar dinero en la cuenta como una forma de ahorro básica, sólo el 29% de las personas encuestadas ahorraba. El diagnóstico propone un interrogante inmediato: ¿Es esta realidad una consecuencia de la falta de cultura financiera de los sujetos o forma parte de una realidad subyacente, aquella que el estado debería bregar por mejorar?