Entrevistado por Cuarto Poder, el historiador y dirigente de la organización Razón y Revolución, comparó la religión con el peronismo y señaló que el empleo estatal en el norte es fundamental para el sostenimiento de las clases dirigentes. Sostuvo que la burguesia salteña es de avanzada por «su participación mayor en una economía privada subsidiaria del mercado nacional». (Mariano Arancibia)
¿En qué contexto se encuentra la Argentina en relación a la situación mundial?
La Argentina es uno de los eslabones más débiles de la economía mundial. El capitalismo argentino, por su tamaño, podría ser considerado de tamaño medio, pero a mucha distancia de los grandes. Es, en realidad, un capitalismo chico, tardío y agrario. Lo que significa que se atrasa relativamente en comparación con el corazón del capitalismo mundial.
No se trata de que en la Argentina el capitalismo no evolucione, se desarrolle y se expanda. Igual que cualquier capitalismo, hay aquí desarrollo de las fuerzas productivas. Tampoco se trata de que el imperialismo o la dependencia expliquen la situación argentina. Como todo capital chico y tardío, la competencia mundial desplaza a la Argentina de todos aquellos lugares en los que la productividad del capital evoluciona con más velocidad y sin límites físicos.
Por eso, países como la Argentina pueden hacer “trampa” a la competencia mundial por la posesión de un medio de producción que obliga al capital a radicarse localmente. En el caso argentino, la agricultura. En otros, como Chile, Bolivia o Venezuela, la minería (cobre, gas y petróleo). Esto crea un factor de compensación de ese atraso relativo, la renta. En el caso argentino, la renta agraria.
La Argentina recibe masas crecientes de plusvalía provenientes del mercado mundial como consecuencia de no participar en la igualación de la tasa de ganancia (renta absoluta) y de poseer las mejores tierras (renta diferencial). Esos ingresos de plusvalía extra hacen posible que la Argentina opere como si fuera un capital del mayor tamaño del que realmente es. Mientras la renta se mantiene elevada, por los precios mundiales en alza, el mercado interno se “infla” y hace posible la expansión de actividades que crecen al calor de la protección. Cuando la renta cae, la economía pierde ese elemento de compensación y entramos en una crisis generalizada.
En la crisis mundial, la Argentina sufre más que el resto porque su situación de atraso relativo se agrava con el tiempo y el peso de la economía agraria tiende a estrangular con más fuerza al sector agrario. A medida que el sector agrario cesa de ser un elemento de compensación, es reemplazado por la deuda externa, la devaluación, la inflación y el empobrecimiento. Esa es la razón por la cual la Argentina entra en un espiral descendente desde al menos la segunda presidencia de Perón.
¿Cuáles son los principales riesgos que tiene el país? ¿A dónde podemos llegar con esta desorganización económica, tiene alguna similitud con 2001?
La existencia de un mecanismo de compensación que no se basa en la capacidad productiva sino en una estafa al mercado mundial (la renta), que ingresa pasivamente a medida que suben los precios agrarios y se van de la misma manera, hace posible un nivel de acumulación artificialmente superior. Es artificial porque no corresponde a la capacidad productiva del país, pero es real, porque da lugar a masas de población, intereses sociales y fuerzas productivas desarrolladas. Esas fuerzas productivas que no pueden sobrevivir por sí mismas, en tanto no corresponden a la productividad mundial, hacen imposible la acumulación en su conjunto, pero tienen una enorme capacidad para imponerse a las fuerzas agrarias. Como consecuencia, los programas económicos tienden a beneficiar, vía transferencias como las retenciones, a los sectores atrasados de la economía. Lo pueden hacer porque el rol estratégico del campo no se corresponde con su limitado peso social y político, mientras los sectores no agrarios, aún cuando débiles económicamente, tienen una enorme capacidad de intervención.
La diferencia de pesos políticos viene dada por la diferente magnitud de porciones sociales que dependen de cada uno: mientras la economía se sostiene sobre las espaldas del sector agropecuario, la sociedad se reproduce mayoritariamente a partir del sector no agropecuario (industria y servicios). El programa agrario, eliminar toda transferencia compensatoria, es extremadamente reaccionario, aunque tiende a cumplirse a muy largo plazo, en la medida en que, crisis tras crisis, el sector no agropecuario tiene que ir adaptándose a esa estructura. La resistencia se expresa en el endeudamiento creciente del país, que es el precio a pagar para sostener una estructura parasitaria de “capitalismo nacional”.
La lógica económica llevaría a eliminar todo segmento económico carente de la productividad adecuada. El costo de esa operación, sin embargo, llevaría a dejar sin sustento vital a dos tercios de la población del país, o lo que es lo mismo, a aceptar que a la Argentina le sobran 30 millones de habitantes. Como esa solución es imposible porque esa población sobrante resiste, el resultado es un proceso de descomposición social creciente, solo alterada relativa y temporariamente por ingresos masivos de plusvalía por alguna explosión de la renta (como en la década kirchnerista) o por endeudamiento y venta de activos estatales (como en la década menemista).
Economistas aseguran que el problema es la escasa competitividad de la economía argentina. ¿se puede revertir esta situación?
Es un problema de competitividad. Insalvable no hay nada. Pero en las presentes circunstancias, lo único que puede venir en auxilio de una estructura como la que hemos descripto es una nueva fuente de renta. De allí las esperanzas puestas por la burguesía en el litio o en Vaca Muerta. Ello solo postergaría por un tiempo un proceso de decadencia que no se resuelve sin una masacre social, una reestructuración inesperada del mercado mundial o una revolución socialista.
¿Cuáles son los rasgos sobresalientes de las economías en el norte?
Son estructuras capitalistas disímiles. Algunas descansan en renta, como aquellas que tienen alguna fuente tal, ya sea minería del oro o litio. Otras, en ganancia capitalista proveniente de la producción agraria, gracias al desarrollo de la tecnología genética que hace posible la expansión de la frontera sembrable. Algunas, en una combinación de ambas, más turismo. En todos los casos, el empleo estatal y los gastos estatales son fundamentales para el sostenimiento de burguesías altamente estatalizadas y de la masa de la población. Eso las convierte en cotos cerrados de burguesías locales que dominan el aparato del Estado y a partir de allí parasitan, gracias a su control del Senado nacional, al Estado nacional, que extrae impuestos del Litoral para sostener experiencias capitalistas inexistentes. Lo que constituye a estas burguesías en una versión degradada del parasitismo de sus hermanas mayores de escala nacional. La población que vive en sus fronteras se transforma en una masa de maniobra política que hace posible su propia reproducción.
¿Qué particularidades tiene, entonces, la burguesía que actúa en el territorio de Salta?
De todas las burguesías del norte, la tucumano-salteña ha sido siempre la más avanzada, sin salir del marco que hemos reseñado, por su participación mayor en una economía privada subsidiaria del mercado nacional. Tiene, además, una vasta experiencia de organización y dominio estatal, que se remonta al roquismo y que ha producido un extenso personal político de proyección nacional, desde los Uriburu a Urtubey.
¿Existe la oligarquía? ¿Se puede decir que vivimos un especie de feudalismo en el norte?
Por lo dicho, queda claro que ni “oligarquía” ni “feudalismo” describen adecuadamente la realidad del norte argentino. Esos términos esconden la explotación capitalista y hacen creer que la solución a los problemas de la región descansa en la construcción de un “capitalismo serio” o alguna otra tontería por el estilo. Igual que el resto del país y de una manera más acusada, solo la revolución socialista puede transformar la realidad de la región de forma sustantiva.
Por lo dicho, queda claro que ni “oligarquía” ni “feudalismo” describen adecuadamente la realidad del norte argentino.
¿Cómo ve a la Iglesia y su poder luego de la votación en contra de la legalización del aborto?
Como lo que siempre fue, un poder retrógrado al servicio de la explotación social. Es un aparato ideológico capitalista, uno de los más importantes y eficientes, que predica la subordinación y la conciliación de clases. Peronismo en estado puro. La intervención en contra de la legalización resultó en una victoria a lo pirro, cuyas consecuencias se verán en un futuro cercano, en el que sin dudas asistiremos a su ocaso. Siempre y cuando no sea rescatada de su agonía por el peronismo.