Por Franco Hessling
Los cuadernos del chofer salteño Oscar Centeno volvieron a poner en el centro de la escena los entramados de corrupción en la obra pública. Aquellos que pese a la inconsistencia con la que suelen investigarse, han caracterizado a la dirigencia política argentina al menos desde mediados del siglo XX. Para existir, esa corrupción requiere de laxitud ética no sólo por parte de las y los funcionarios sino también del empresariado que alguna vez se definió como “patria contratista”, por sus vínculos con el Estado, dentro del cual Franco Macri fue un destacado referente, incluso en los años kirchneristas, cuando acordó con la expresidenta, Cristina Fernández, abrir conversaciones con China para el reacomodamiento argentino ante los grandes capitales internacionales, luego de los desplantes que hizo aquel gobierno a Estados Unidos y sus organismos internacionales acólitos, como la ONU.
La platea kircherista denuncia la aparición de los cuadernos como una operación mediática, y no se equivoca, sin embargo, la corruptela en la obra pública es ostensible, basta un mínimo de juicio ecuánime para ver en la opulencia de la clase política una condición imposible de conseguir sin fraudes, al estado, al erario, al honor, al humanitarismo y un largo etcétera que incluye desde cajas públicas hasta valores morales. Entonces, comprender la utilización de la información con sentido de la oportunidad política, según quiénes sean los dueños de los medios que la vehiculizan en tal o cual ocasión, puede hacerse sin la vagancia analítica de creer que algunas denuncias mediáticas son operaciones y otras no. Sólo ver operaciones en las denuncias de un bando es una conclusión ridícula para quien se considera tan lúcido/a como para percatarse de las maniobras de sus rivales políticos y mediáticos.
Para pesar de unos/as y el otro, el mismo doble rasero que le cabe a la tribuna kirchnerista le sienta al gobernador, Juan Urtubey, que esta semana, y con descaro, pasó de vivar la gravedad de lo que denunciaban las anotaciones del chofer a considerarlas “ciencia ficción”. El giro llegó apenas después de que circulara un mensaje en las redes sociales donde se lo vinculaba con la construcción de un gasoducto que se hizo con dinero que la Nación envió a Salta en los años kirchneristas. Urtubey tiene suerte de que sus adversarios en la provincia cuenten con un vuelo intelectual tan escaso, pues el mensaje que divulgaron tenía una imprecisión notoria: en aquella obra no intervino el Gobierno de la Provincia sino la Cámara del Tabaco, cuestión que se apresuró a aclarar su presidente, Esteban Amat, seguramente después de recibir un llamado perentorio desde Grand Bourg. Operaciones de aquí, operaciones de allá, no todo es mentira, tampoco verdad.
La situación de los cuadernos de Centeno no quedó allí, en una mera evidencia de los dobles discursos que caracterizan a distintos bandos políticos contemporáneos, todos más astutos que el siempre burdo macrismo, sino que se desenvolvió con tanta profundidad en la provincia que se transformó en una nueva prueba de que la casta política, igual que puede hacer operaciones mediáticas con sus socios en las empresas periodísticas, puede usar sus fracciones aliadas en la corporación judicial para ejecutar operaciones judiciales.
La situación de los cuadernos de Centeno se transformó en una nueva prueba de que la casta
política puede usar sus fracciones aliadas en la corporación judicial para ejecutar
operaciones judiciales.
Cuando el gobernador creyó enterarse la verdad, que el mensaje que había circulado en las redes sociales había salido desde el seno del entorno de Gustavo Ruberto Sáenz, intendente capitalino, se dirigió a la Justicia para denunciar “calumnias”. En este punto, le reconozcamos cierta inteligencia o suerte al saenzismo, ya que la verdad que Urtubey supuso tener no pudo comprobarla, ya que el mensaje circuló en redes sociales, espacio donde es más difícil rastrear responsables y escudriñar “operaciones” políticas.
Aunque parezca insólito, el gobernador denunció calumnias sin atribuirle a nadie el delito, por lo que la Justicia no tiene a quien imputar. Sin embargo, la delación fue aceptada y registrada, y hasta es probable que se instruyan investigaciones para determinar cuáles fueron los primeros mensajeros que distribuyeron la denuncia incorrecta. Difícilmente otra presentación judicial tan insolvente reciba la atención y celeridad que mostró la Justicia con el delirio jurídico de Urtubey y sus leguleyos. Los esbirros del gobernador en el sistema judicial, sea de la jurisdicción que sea, dieron curso a una acción desopilante.
La mentada corrupción que los rivales del kirchnerismo pretenden usar en contra de éste no demora en envolverlos a ellos mismos, pues el entramado que la urdió históricamente tuvo como cómplices no sólo a los gobiernos progresistas y bonapartistas sino también a los civiles, las oligarquías y los partidos y fuerzas políticas que defendieron la “gobernabilidad” de ese esquema. Esquema tan desgastado que los progresistas, el ala izquierda del entramado, aprovechan para ofrecerse como la mejor opción para terminar con todos los males. Así, muchos sectores anti Macri vuelven la miseria de lo posible en su programa político.
La preverdad, obvia para cualquiera que no esté obcecado. Operaciones que van y operaciones que vienen como consecuencia de las internas entre esos grupos de poder que componen el entramado de corruptela del país y la provincia desde hace décadas. Ningún árbol puede tapar el bosque, ni los que plantan unos/as ni los que plantan otros/as.