El exvicepresidente alentó al gobernador para que se candidatee a presidente, dejando en mala posición al intendente salteño. La figura de Duhalde no acarrea muchos adeptos pero hay que reconocer que su acompañamiento le rindió buenos frutos a Menem en los 90 y a Kirchner en 2003. (Alfio Bustos)
En política hay aliados que conviene más que se llamen al silencio a que manifiesten públicamente su apoyo, ya que al divulgar el acompañamiento pueden echar por tierra meses, y hasta años, de esfuerzo de un candidato por mostrarse alejado de las viejas prácticas que intoxicaron el mundo dirigencial y que hicieron que grandes porciones de la población descrean de la buena fe de los representantes, fenómeno que, con vaivenes, se mantiene desde el menemismo a esta parte. Justamente eso le ocurrió esta semana al gobernador, Juan Urtubey, que en los últimos días recibió el aliento del ex gobernador de Buenos Aires, ex vicepresidente y presidente provisional, Eduardo Duhalde, quien lo animó a competir para llegar a la Casa Rosada.
Duhalde, quien ocupaba la presidencia de modo interino secundado por Aníbal Fernández cuando las fuerzas se cobraron la vida de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, a mediados de 2002, estuvo esta semana con el mandatario salteño y aseguró que considera que éste debe competir por el sillón de Rivadavia el año próximo. Los respaldos siempre suman, pero más vale mantener en secreto algunos, porque la imagen pública del ex gobernador bonaerense y de su esposa, Chiche, no cuenta con índices aceptables para quien apenas asoma en la compulsa por la presidencia: un Urtubey todavía ignoto para muchos argentinos.
No es la primera vez que este tipo de espaldarazos mediáticos termina jugando una mala pasada para el acicateado, en 2015, sin ir más lejos, el riojano Carlos Saúl Menem divulgó su adhesión a la candidatura de Daniel Scioli, quien finalmente terminó perdiendo las elecciones con Mauricio Macri, en segunda vuelta. Por entonces, Urtubey cotejaba entre bambalinas cuáles eran sus chances de avanzar más raudamente hacia el escenario nacional, ambición que carga a cuestas desde hace al menos diez años, cuando ya mantenía reuniones con Gabriela Michetti (PRO, vicepresidenta de la Nación), Ricardo Lorenzetti (presidente de la Corte Suprema de Justicia) y Ernesto Sáenz (UCR), entre otros, según reveló información de la embajada norteamericana, publicada años después.
No es la primera vez que este tipo de espaldarazos mediáticos termina jugando una mala pasada para el acicateado.
Ese trabajo paciente del salteño, quien ya lleva varios años, reuniones, kilómetros viajados y litros de café y vino, puede irse por la borda al sumar entre sus promotores a figuras políticas con tan vapuleada reputación, como Duhalde. Entre sus laureles, quien nunca pudo llegar a la presidencia a través de elecciones tiene la conformación de los “barones” del conurbano —intendentes alineados al Partido Justicialista, unidos en impunidad y métodos punteriles—, el encubrimiento de lo que la prensa dio a conocer por aquellos años como la “maldita policía”, y el vidrioso asesinato del fotoperiodista José Luis Cabezas, ocurrido en Buenos Aires mientras él gobernaba.
Aunque tampoco hay que subestimar el apoyo de Duhalde, pese a que su imagen pública esté subvaluada, atravesada por los hechos que se acaban de enumerar. En última instancia, supo dar motivación a varios de los últimos presidentes que tuvo el país. Primero acompañó a Menem desde la vicepresidencia y luego promovió a Néstor Carlos Kirchner, cuando éste tenía las mismas complicaciones que Urtubey para posicionarse —provenía del interior profundo—. Fue en 2003, cuando luego del asesinato a sangre fría de Kosteki y Santillán, el presidente interino se vio obligado a precipitar las elecciones para ser reemplazado. Ante la posibilidad de que el riojano volviera a la Casa Rosada, Duhalde, que entonces ya era rival de Menem, ofreció su respaldo al santacruceño.
Las chances electorales de Urtubey son inciertas, el contexto del país no es el mismo de 2003, sobretodo porque la popularidad de Cristina Fernández todavía es un lastre con el que el salteño y todo el peronismo “anti K” debe lidiar. De igual manera, que los sectores antagónicos a la expresidenta que forman parte de esa corriente política distingan al joven autor de “Sembrando progreso” demuestra que su trabajo de años para ser considerado en Buenos Aires surte efectos. Queda por verse si serán los efectos esperados.
¿Y Gustavo?
El ex vicepresidente durante el primer bienio de Menem se mantiene cercano a Roberto Lavagna aunque, avieso, también se permitió impulsar a Urtubey. El propio Duhalde confesó en días recientes que quien fuera ministro de Economía de Néstor Kirchner y luego integrara el Frente Renovador de Sergio Massa, Lavagna, competirá por la presidencia en 2019. No hay que hacer grandes esfuerzos para deducir que el salteño y el economista, ambos en boca de Duhalde últimamente, cautivan a una misma franja electoral: el peronismo no kirchnerista, el radicalismo anti Cambiemos y los oficialistas desencantados. La jugada del pasado gobernador bonaerense resulta vidriosa a buenas y primeras, pero podría tratarse de un señuelo de aquello que se cocina por estos días entre los peronistas no kirchneristas.
Cuando se arrogó la atribución de anunciar la candidatura de Lavagna, Duhalde se apresuró a aclarar que el economista ya no pertenecía al Frente Renovador. Eso no quiere decir que falte diálogo, y hasta eventuales acuerdos, con el tigrense. Es sabido que las catorce sugerencias económicas que Massa le presentó al presidente Mauricio Macri a principios de julio fueron realizadas por un equipo de economistas, entre los que estaba Marco Lavagna, hijo de don Roberto. Los conciliábulos con Urtubey podrían fortalecer el espacio antes mencionado (peronismo no K, radicalismo anti Cambiemos y oficialismo desencantado). Y tal vez Duhalde sea el que está tendiendo los puentes.
De corroborarse esa hipótesis, el que estaría en una incómoda posición es el intendente capitalino, Gustavo Ruberto Sáenz, que en 2015 fue compañero de fórmula del referente del Frente Renovador. Apenas asumió la jefatura comunal de Salta, el chango cantor recibió la asistencia técnica de un grupo de especialistas de aquella fuerza política, entre los que estaba el hijo de Roberto Lavagna. Con el paso del tiempo, ya en 2017, el hombre que gusta calzarse botas de carpincho se ungió en cara visible de Cambiemos en Salta. Este año, luego de que las desavenencias en el Corredor de la Fe-Plan Área Centro causaran celo en Rogelio Frigerio, quien empezó a demorar los fondos para el municipio, Ruberto Sáenz y su gabinete empezaron a tomar distancia pública de la alianza gobernante, deslizando la posibilidad de regresar al peronismo. En ese peronismo y en el plano nacional, Urtubey parece correr con ventajas. Incluso el propio Juan Romero. Puede que ese estrepitoso debilitamiento sea la razón por la que algunos sectores del propio saenzismo empezaron a sugerirle a Gustavo que el año que viene más vale asegurar la intendencia que aventurarse por la gobernación.