Martín Miguel Güemes Arruabarrena

El creador de la Academia de Jurisprudencia de Buenos Aires- maestro del Gral. Martín Miguel de Güemes y amigo del Gral. Manuel Belgrano – nació en la ciudad de Salta, en la
Intendencia de Córdoba del Tucumán, el 9 de junio de 1772, pocos años antes de la creación del Virreynato del Río de la Plata (6.08.1776). Se consustanció por familia y paisaje nativo, con el horizonte geo cultural que abarcaba el mundo Borbónico y el Reino de Indias. Su vocación política y su formación jurídica, lo ubicó en su época como un hombre puente entre el antiguo régimen y el nuevo que se forjaba en las luchas por la libertad e independencia. Estudió en Córdoba y Chuquisaca, fue jurista, maestro en artes y filosofía, funcionario del sistema español americano, pero supo también acompañar la evolución del nuevo mundo, que parió el espíritu de la tierra suramericana.
Durante toda su vida pública, bregó en el campo de las ideas y de la acción política, periodística y jurídica, por conservar la unidad territorial del ex – virreinato del Río de la Plata, y por construir un edificio institucional que respetara la tradición, los usos y costumbres, y la doctrina forense heredada del mundo hispano-criollo.
Patriota al estilo perulero (relacionado por familia al Alto y Bajo Perú), pertenecía a la sociedad Amigos del País. Fue combatido por los reaccionarios absolutistas, y los revolucionarios jacobinos, quienes abortaron – con sus intransigencias ideológicas – el desarrollo evolutivo de la Nación Suramericana. Esta identificación que hacemos de Castro, en el cauce ideológico de aquellos días, nos permite visualizar las luchas de nuestra Patria Vieja. Es el movimiento al cual pertenecía Castro, cuya esencia nutriente es el espíritu de la tierra – el ius soli – compuesto sociológicamente por criollos, gauchos, aborígenes, mulatos, zambos, negros. En suma: mestizos culturales. La Patria Grande, indo hispano américa, y su defensa territorial, es el dilema fundamental de aquellos tiempos.

Su prédica periodística en el Congreso de Tucumán
Manuel Antonio de Castro, en 1816, desde “El Observador Americano” propugna la Monarquía Constitucional Temperada en cabeza de Juan Bautista Tupac Amaru, con capital en el Cuzco, en coincidencia con Manuel Belgrano, Juan Martín de Pueyrredón, José de San Martín, y Martín Güemes. Hecho que se concreta, mediante la petición formulada por el Presbítero Manuel Antonio de Acevedo (representante de Salta), secundado por el P. Pedro Antonio de Castro Barros (La Rioja). En carta del Dr. Manuel Antonio de Castro (3.VIII.1816) al
constituyente Dr. José de Darregueira (Buenos Aires), escribe: “(…) Se dice que el Congreso piensa seriamente en la Monarquía Constitucional, con la mira de fijar la dinastía en la familia del Inca… Vd. Sabe mi opinión en este gran negocio… Monarquía compañero, monarquías nuestras bajo de una Constitución liberal, y cesarán de un golpe las divergencias de opiniones, la incertidumbre de nuestra suerte y los males de la anarquía… después de haber probado todas las formas republicanas infructuosamente. Todos los patriotas de juicio están decididos por esta opinión. Ella hará tomar a la masa general de los indios el interés que hasta aquí no han tomado por la revolución…Le pido a Ud. perdón y a mi compañero Paso por el concepto de tímidos en que los tenía. ¡Cáspita! Ahora los tengo por héroes, cuando los he visto atarse los calzones y decir: ¡somos independientes!”. En el Congreso de Tucumán, el 9 de julio de 1816, se expresa el momento más sublime de la conciencia nacional suramericana: ser libres de España y de toda dominación extranjera, mandato de futuro para las sucesivas
generaciones de argentinos. Es el momento más crítico de la revolución de mayo, en Europa la restauración de Fernando VII y la Santa Alianza, amenazan sofocar en sangre la rebelión de la tierra, con una poderosa expedición española. El acta de nuestra independencia, escrita en castellano, guaraní, quechua y aymará, se envía a todos los pueblos. Es noticia en la América profunda. La Capital del nuevo Estado Nación debe constituirse – de acuerdo con estos patriotas continentales – en el Cuzco. Es el intento de mayor alcance en la historia de nuestros pueblos americanos, de preservar estas tierras de la disgregación continental. Ante la anarquía del Año XX – Castro – publica un notable folleto: “Desgracias de la Patria, formas de salvarla” de permanente actualidad.
El Dr. Manuel Antonio de Castro nos deja dos lecciones para estos tiempos. La primera, relacionada con la lucha por la libertad. Como Presidente de la Cámara de Justicia, en 1816, al jurar la independencia, pronunció un discurso en el cual se refirió a la lucha fratricida entablada con la España absolutista. A la cual califica como guerra civil. Al mencionar la muerte de su hermano: el Coronel Saturnino Castro (fusilado por encabezar una rebelión en el Alto Perú, en 1814), emocionado, el jurista, expresó: “(…) El Camarista que habla así, perdió un hermano muy amado, víctima de su patriotismo, y ha llorado la desolación de toda su familia.”.
La segunda lección está referida por Dalmacio Vélez Sársfiel, en el prólogo al Prontuario de Práctica Forense, donde afirma: “(…) Este hombre, que obtuvo los primeros empleos y que por cerca de 20 años fue miembro de un tribunal superior, no ha dejado a su viuda e hijos patrimonio alguno.”.
En relación al Inca del Tucumán: Juan Bautista Tupac Amarú, podemos recordar sus cuarenta años de prisión en Ceuta. Liberado (a los ochenta años) viajó a Buenos Aires, donde vivió hasta su muerte. Escribió una relación de sus padecimientos bajo el título de: “El dilatado cautiverio bajo el gobierno español de Juan Bautista Tupac Amarú, 5o nieto del último emperador del Perú” editado por la Imprenta de los Niños Expósitos. Quien escribe este artículo, investigó los libros de defunción obrantes en el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires,
encontrando en los amarillentos papeles, el registro de una curiosa coincidencia: en la misma manzana se encuentran sepultados Juan Bautista Tupac Amarú, el Inca del Congreso de Tucumán, y Manuel Antonio de Castro, el periodista salteño que preconizó su monarquía para la América Andina. Hoy no podemos identificar sus tumbas. Sin embargo ¡están allí!

La Patria Grande les debe un recordatorio acorde con sus luchas y padecimientos. Es de recordar, que Castro fue Gobernador de Córdoba (1817/1819), autor de la primera reforma universitaria, Presidente de las Convenciones Constituyentes de 1819, y 1826; autor del primer libro de “Práctica Forense”, maestro del derecho procesal, y miembro a perpetuidad de la Cámara de Justicia de Buenos Aires. En Salta, una calle y el Colegio Nacional lo evocan. Que nuestros periodistas, y juristas, quieran salvarlo del olvido.

Otro si digo: El Dr. Ricardo Levene, Presidente de la Academia Nacional de la Historia, erudito de la Historia del Derecho, escribió: “La Academia de Jurisprudencia, y la vida de su
fundador: Manuel Antonio de Castro”; para el Bicentenario (1810 /2010), la misma institución publicó un libro: “Revolución en el Plata. Protagonistas de Mayo de 1810”, entre los 62 biografiados, se registran tres salteños, Gurruchaga, Güemes, y Castro; en Salta, los periodistas César Fermín Perdiguero, Andrés Mendieta, Néstor Salvador Quintana, y el autor de esta nota, valorizaron al Dr. Manuel Antonio de Castro, como el primer periodista salteño. Es tiempo, que en las universidades, en la carrera de periodismo, y de derecho, se reconozca a esta eminencia del Derecho Patrio, eximio periodista, y que el aniversario de su fallecimiento (22.08), sea consagrado como Día del Periodismo salteño.