Un estudio realizado con niños cordobeses dio como resultado que los chicos expuestos a fumigaciones con glifosato presentan casi un 55% más de anomalías que quienes no tienen contactos con plaguicidas. En Salta la situación no es tan distinta.
El estudio en cuestión fue llevado adelante por la Universidad Nacional de Río Cuarto y fue publicado en la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría; llevaba la firma de Delia Aiassa, Nora Gorla, Alvaro Méndez, Fernando Mañas, Natalia Gentile y Natalí Bernardi, todos integrantes del grupo Genética y Mutagénesis Ambiental (GEMA), de la Universidad Nacional de Río Cuarto.. En él se da cuenta de algunos datos aterradores que implican la salud de quienes viven rodeados de campos en los que se fumiga con glifosato y otros plaguicidas. Las alteraciones genéticas son mayores si lo menores viven a menos de 500 metros de las fumigaciones (límite permitido por la ley local) pero se detectan aun en chicos que viven a más de un kilómetro.
La muestra se realizó con 50 chicos entre los 4 y 14 años de Marcos Juárez, ciudad de 27.000 habitantes rodeada por cultivos fumigados principalmente con glifosato, en sus diferentes formulaciones líquidas o granuladas, y los insecticidas cipermetrina y clorpirifós en formulaciones líquidas. El estudio que buscaba determinar los efectos para niños con exposición a plaguicidas por inhalación, se realizó con casi la mitad de los chicos que vivía a 500 metros de las zonas fumigadas, la otra mitad a un kilómetro; y como muestra de control 25 niños de Río Cuarto, a no menos de 3 kilómetros (considerados como “no expuestos”). Para cada niño se levantó “una historia clínica ambiental que interrogó sobre datos demográficos, tipo de exposición a plaguicidas, patologías, síntomas persistentes y estilo de vida”.
El resultado: “Se encontró una media de 5,20 micronúcleos (indicadores de daño genético) cada mil células en las muestras de Marcos Juárez contra 3,36 cada mil en las de Río Cuarto”. Esto significa que en zonas cercanas a medio kilómetro de las fumigaciones los niños tienen un 55% más de indicadores de daño genético.
Entre los fragmentos más preocupantes del informe se destaca que “no existen en la Argentina estudios que analicen los efectos genotóxicos producidos en los niños por la exposición a sustancias químicas”. Los investigadores señalan que “el marcador utilizado detecta un nivel de daño que todavía es reversible”, lo cual “permite tomar las medidas necesarias para disminuir o suprimir la exposición al agente tóxico y de ese modo disminuir o prevenir el riesgo de desarrollar neoplasias (cánceres) y otras alteraciones patológicas”.
Hace un tiempo Medardo Ávila Vázquez, médico de la Red de Pueblos Fumigados, tras una recorrida por pueblos salteños y chaqueños observó que “En las zonas en las que se están utilizando estos venenos en forma masiva, la cantidad de muertes por cáncer se ha convertido en la primera causa de decesos, inclusive desplazando los problemas cardiovasculares, que son la primera causa general en nuestro país. En los pueblos fumigados y en los barrios de las grandes ciudades que están rodeados de campos, encontramos porcentajes que van desde un 28 a un 33%, y uno de los casos más típicos de esta situación es el barrio Ituzaingó en la ciudad de Córdoba, donde hemos tenido un proceso de lucha de los vecinos durante más de 10 años y que terminó con un juicio en el que pudimos presentar estas investigaciones y revisar de qué habían muerto los vecinos del barrio en los últimos 10 años. A diferencia del resto de los vecinos de la ciudad, el cáncer era la primera causa de muerte”. Respecto a lo que sucede en el norte reconocía que “la dosis por hectárea, por ejemplo de glifosato, que se aplica en Córdoba y Santa Fe, en los últimos años ha llegado a 12 y 15 litros. Sabemos fehacientemente que en Salta o en el Chaco, debido al exceso de calor y a la humedad, se están aplicando dosis que van de 20 a 25 litros de glifosato por hectárea, lo cual aumenta la toxicidad de las poblaciones que están expuestas”.