Algunos clubes miembros de la Liga Salteña de Fútbol exigen a los padres la compra de pelotas a cambio de firmar el “pase” de jugadores amateurs, contraviniendo así tratados internaciones y leyes argentinas que protegen los derechos del niño.

Toki Oliver Colombres

En el fútbol argentino, de cada cien chicos que juegan en las Divisiones Inferiores de los clubes de AFA, sólo uno o dos llegan a ser profesionales, máxime si vive en Salta en donde el estado de las canchas y la escasa competencia complican la formación deportiva.

O, peor aún, si la mezquindad de algunos dirigentes coarta la libertad de un chico o pretende avasallar la patria potestad de los padres y sacar un provecho económico.

Es el caso de algunos clubes miembros de la Liga Salteña de Fútbol que, para permitirles cambiarse de club, les solicitan el pago de diez pelotas de determinada marca a cambio de que puedan ser “libres”, contraviniendo así tratados internaciones y leyes argentinas que protegen los derechos del niño.

En Salta, padres de los clubes Mitre y Libertad aseguraron que les solicitaron la entrega de pelotas de fútbol a cambio de firmarles el “pase”. En el caso del segundo club, al dialogar con el coordinador de Inferiores, Orlando Hidalgo, confirmó el accionar, aunque lo justificó diciendo que él “sólo cumplía órdenes de la Comisión Directiva”. El intento por dialogar con Daniel Assefh, presidente del club, fue infructuoso pese a numerosos mensajes y llamados.

El costo de cada pelota, al momento de redactar esta nota, supera los 28 mil pesos; es decir que un niño debe abonar 280 mil pesos al club que lo deja ir. Además, debe pagar a la LSF el pase, que este año tiene un valor de 25 mil pesos. En resumen, la nada despreciable suma de 305.000 pesos; monto inalcanzable para quien, con suerte, accede a cuatro comidas diarias en la Argentina.

Los dirigentes de los clubes que tienen estas prácticas espurias, suelen justificar su accionar detrás de los “derechos formativos”, que es el derecho –establecido en la ley 27211- de una asociación civil que ejerza la formación deportiva a percibir por su actividad una compensación en dinero o su equivalente en especie.

El “quid” de esta afirmación radica en que los derechos de formación rigen cuando el jugador firma su primer contrato profesional y no antes.

El abogado Juan Pablo Bento aseguró que “recién a partir de los 16 años pueden firmar contratos como «profesionales» (con autorización de los padres). Antes no; está prohibido por las leyes laborales y tratados internacionales” y precisó que “al no existir contrato, no existen obligaciones. Antes de eso, lo que sí existe es el fichaje y, el fichaje no genera ninguna restricción, ni posibilidad de retención del jugador, si quiere pasar a otro club”

“La negación de la libertad de acción de niños y niñas federadas en una actividad deportiva por el sólo hecho de practicar de forma amateur un deporte resulta en consecuencias gravosas. El fichaje de un futbolista no convalida la negativa de su pase definitivo amparado en reglamentación administrativa de la Asociación que regula la práctica, siendo que tanto la libertad como la libre asociación son derechos indisponibles y se encuentran amparados por la Constitución Nacional y por Tratados de Derechos Humanos suscriptos por nuestro país”, dice la jurisprudencia. Y es contundente al estimar que estas normas de carácter privado son inconstitucionales: violan el interés superior del niño.

No sólo en Salta

La práctica de mantener de rehenes a los jugadores amateurs en un club no es exclusiva de Salta, sino que sucede a lo largo y ancho del país. Y lo habitual es que, si un niño quiere pasarse a un club de los “grandes” y éste lo quiere, el de origen aprovecha la situación para beneficiarse.

El intercambio no sólo incluye pelotas, sino que conos, pecheras y dinero en efectivo son exigidos a los padres que, desesperados, acuden al club grande y le cuentan la exigencia planteada para darle el “pase” al jugador. Si las habilidades deportivas que acompañan al niño son muchas, más de una vez el nuevo club “paga” la prenda, contribuyendo así con la corrupción en el fútbol.

Si la nueva institución no paga, el niño pierde la oportunidad de continuar formándose en un club que, quizás, le hubiera abierto las puertas para llegar a la primera división.

En definitiva, como es sabido, la pelota sí se mancha (y más si es por plata)