El crecimiento de pequeñas editoriales independientes y autogestivas sacudió el ámbito literario de Salta, habilitando nuevas improntas y dinámicas de circulación de textos impresos. Dialogamos con algunos editores y escritores. (A.M.)
El mundo de la edición independiente era un misterio hasta hace poco en Salta, no tanto porque no existiera sino porque pocxs se habían preguntado realmente por él. En los últimos años, el crecimiento lento pero firme de pequeñas editoriales independientes y autogestivas en la provincia permitió la circulación de obras literarias novedosas. Sin embargo, poco se sabe del proceso creativo, emocional y económico que hay detrás de la decisión de editar. Para encontrar respuestas, recurrimos a cuatro escritores de Salta que llevan a cabo proyectos editoriales autogestivos y publican de manera independiente. Con una misma consigna, la de revelar lo oculto detrás del proceso de editar, escritores dialogaron con Cuarto Poder: Mario Flores de Cuaderno de Elefantes, Fernanda Salas de Killa y Benjamín Liendro y Alejandro Chiri de Ay Caramba.
Como un juego que no saben que están jugando, contestan preguntas por whatsapp, más o menos prolijos y exhaustivos y nos dan el pie para parodiar textos de Cortázar, rogando su perdón desde el más allá.
En los últimos años, el crecimiento lento pero firme de pequeñas editoriales independientes y autogestivas en la provincia permitió la circulación de obras literarias novedosas.
Instrucciones para tener una editorial independiente:
1) Lo primero que debe hacerse es pensar un por qué, delimitar un motivo, sentir la pulsión e imprimir sin pedir mayor permiso.
Después de averiguar cómo funcionaba el negocio de las editoriales prepagas, Mario Flores decidió emprender su propio proyecto en una ciudad pequeña, al interior del interior, en la que la literatura da frutos pero nadie parece interesarse en la cosecha. “Cuaderno de elefantes nació con la necesidad de crear una instancia de diálogo abierto que estableciera una posibilidad de publicación local”. Para crear ese diálogo, Mario pensó en todo: “En Tartagal no hay librerías, por lo cual no tendría sentido haber publicado un libro de 200 páginas con cien poemas. Esto requería buscar un formato más adecuado, portable y de fácil manipulación (transporte, difusión y soporte). Así comencé también a autopublicarme: con una resma de 500 hojas A4 podés hacer 80 plaquetas pequeñas de poesía, dependiendo de la extensión de tu contenido. Sin necesidad de usar nada más que el word”.
Fer Salas es directa, como su poesía, y cuenta: “Decidir editar fue apresurado y poco planificado. Editar mi librito era hacerme cargo de lo que escribía, de lo que en definitiva quería y quiero hacer. Era el 2010 creo, yo terminaba una relación, lo digo porque juntar todos mis poemas y ponerlos en un librito era casi como buscarme y encontrarme después de eso (el feminismo no estaba tan cerca, todavía). Junté mis poemas y eran demasiados, tenía que hacer una selección. Se los mandé a Juan Díaz Pas y descartó casi todos, con lo que me sentí un poco derrotada. Me sugirió un título que quedó (Síntesis del laberinto) y al final puse los que yo quise”.
En el caso de Benjamín Liendro y Ale Chiri, la cosa se remonta a sus viejos proyectos. Chiri afirma: “Nosotros somos un desprendimiento de la revista Sonámbula. Entonces, Ay caramba nace para publicar nuestros escritos que por razones de espacio no podían ser publicados en una revista literaria de pocas páginas”. Mientras, Liendro sugiere que la edición independiente nace de la amistad y de la necesidad: “Es difícil encontrar personas a las que les guste leer pero también escribir. Es divertido porque crear un mundo es divertido. Por otro lado, no hay editoriales y no hay más alternativa para hacer circular los textos que no sea autopublicandose”.
2) Elegir un nombre, que al contrario de lo que se suele creer, puede ser la parte más fácil. Killa, por ejemplo, es el seudónimo que usaba Fernanda Salas para escribir cuando era chica: “No tiene más romance que ese. Lo leí en una historia y me gustó”. Ay Caramba, una editorial de escritores fanáticos de los Simpson y que se enorgullece de estar fuera de los circuitos académicos, surgió como una respuesta natural: “Esa frase muletilla de Bart nos pareció adecuada para el nombre una editorial que juega a ser políticamente incorrecta”, afirma Chiri. Por su parte, Cuaderno de Elefantes, de Mario Flores, nace de la simpleza: el escritor se valió de los cuadernos Gloria de 40 páginas, que muchas veces tenían animales en sus tapas, y en los que llevaba su poesía en formato bolsillo.
3) Una vez hecho carne el motivo, delimitar criterios estéticos, gráficos, políticos. Pueden ser respetados para siempre, sostenidos como un mantra, o cambiados según la situación que se presente, total “independencia” y “libertad” son sinónimos.
Cuaderno de Elefantes encuentra sus criterios estéticos en la simplicidad y la solvencia económica, además de un estilo propio identificable que ha logrado con sus libros de poemas: “Cuando contás con recursos acotados (comprando papel a distancia e imprimiendo de forma hogareña) debes idear una estética identitaria que esté a tu alcance y que al mismo tiempo condiga tus inquietudes, sobre lo que el libro puede llegar a expresar. Así, siendo lo más minimalista posible, llegué a cierto montaje que permitía una gran cantidad de posibilidades gráficas, jugando con materiales ‘conseguibles’ y económicos”.
En Killa, el proyecto de Salas, el criterio parte de lo emocional y lo afectivo, tarea fácil para una escritora conocida en el ambiente literario salteño desde hace mucho tiempo: “El primer criterio fue el de la amistad, me hago cargo, además porque creo mucho en la poesía de mis amigos. Más adelante, de acuerdo a la gente que se fue sumando a Killa, las selecciones estuvieron más o menos cerca de cuestiones políticas que nos trazaban, como la ley del aborto legal”.
Quienes forman parte de Ay Caramba, por su parte, afirman mientras delimitan su identidad: “Nuestro último slogan reza: una editorial sin criterios éticos, morales ni estéticos; creo eso ya dice más de lo que debería. En todo caso cabe decir que nuestro criterio de publicación radica en una sola máxima: “me gusta, no me gusta”. En cuanto a gráfico, se apostó por las ilustraciones hechas exclusivamente para la ocasión por algún artista local, como Martín Córdoba, Sor Cho y recientemente Julien Guinet”.
4) Con los criterios más o menos aceptados, editar. Editar a diestra y siniestra, también demorarse, revisar, volver a elegir. Publicar, con poco presupuesto, obras novedosas como la última de Ay Caramba, escrita por Rafael Caro: Gen Incarri, una novela de ciencia ficción en la que “hay explosiones, tetas y zombies: nada puede fallar”, afirma Benjamín Liendro. Sin fecha de presentación todavía, pero con gran expectativa, la novela de Caro promete.
Flores ha publicado recientemente su primera novela, Hiraku, en la editorial Nudista de Córdoba, un proyecto independiente que viene haciendo un trabajo sostenido que cada vez es más conocido. En tres años ha publicado en su editorial 16 títulos, una antología, fanzines y pliegos experimentales colectivos.
Salas tiene muchos proyectos realizados y otros tantos más en mente. En Killa ha editado libros de Macarena Diosque, Florencia Arias, Alejandro Gómez y Rodrigo España, entre otros, además de plaquetas y fanzines. Es además una gestora cultural y forma parte de PolleraPantalón, un evento de música y poesía que ya es un clásico.
La aventura de editar de manera independiente no es para cualquiera, ya que todxs coinciden en que no se puede vivir de ella. Solventarse económicamente con la edición de libros que respondan a criterios independientes y no a criterios de marketing, no parece ser un objetivo para Killa y Ay Caramba, dos de las editoriales más disruptivas del ambiente literario. En frentes, en ferias, en eventos y presentaciones. Adentro de la academia (“tangencialmente”, como propone Liendro) y afuera, a propósito, estas editoriales independientes han sabido hacerse su lugar en la literatura de Salta para siempre. Al fin y al cabo, como afirma Mario Flores, “Eso es lo que cuenta: posicionarse a partir de cierta latitud, a pesar de lo hostil que sea el territorio circundante, y pegarle a la comunidad un libro en el mate”.