El jueves último, remiseros de la ciudad realizaron un corte durante varias horas sobre avenida San Martín. Cuarto Poder dialogó con los manifestantes pero también con personas a favor y en contra de ese método de protesta. (A.M.)
El jueves 23 de agosto las arterias céntricas de la ciudad de Salta tuvieron a Trabajadores de la Unión de Conductores de Remises y Afines de Salta (UCRAS) cortando la calle San Martín desde Catamarca hasta Jujuy.
Aunque la movilización se extendió por muchas cuadras, la concentración más vistosa estaba en la intersección de Ituzaingó y San Martín, donde una batucada improvisada hacía ruido al lado de la bandera de UCRAS.
Con un megáfono Matías arengaba a sus compañeros mientras filmaba un video. “El punto principal de nuestro reclamo es que queremos de dejar de pagar para trabajar: todos los lunes tenemos que pagar hasta tres mil pesos de diaria, es un abuso por parte de las agencias. Le pedimos a la AMT que nos brinde algún respaldo pero nos dicen que los que nos dejamos meter la mano en los bolsillos somos nosotros, es absurdo”.
Desde hace meses, dice Matías, UCRAS viene pidiendo reuniones con funcionarios que los mandan con otros funcionarios. Con la Defensora del pueblo, Frida Fonseca, de mediadora, el día miércoles tuvieron una reunión con el abogado de la AMT, Matías Rizzo, pero sin acuerdo: “Los agencieros tienen mucho poder económico y se abusan de él. Además, la gente está muriendo de hambre en sus casas, la situación económica está cada vez peor y nadie puede pagar la diaria para poder trabajar. Me pregunto, ¿dónde está el gobernador?”.
A pesar de que Tuco Bazán, referente de UCRAS, había adelantado el paro, la Policía de Salta no cortó las calles y el caos fue inminente: Por Córdoba, colectivos, motos y autos particulares quedaron atascados en medio del embotellamiento que se produjo ante el corte. En cada esquina, conductores de remises cortaron el tránsito con sus autos de trabajo pero con las patentes y placas tapadas con un cartel que simplemente rezaba “UCRAS”. Algunxs conductorxs se bajaban de sus vehículos a reclamar el paso a los gritos, otros esperan con paciencia mientras cruzaban miradas cómplices con la gente que pasaba por la calle. Parecían decir “otra vez, que va’ ser”.
Les observadores
Claudia tiene un consultorio kinesiológico en pleno centro. En la esquina de Córdoba y San Martín, comenta: “Me bajé del colectivo porque ya me imaginaba que no íbamos a poder pasar más. Muchas personas somos perjudicadas con estos cortes pero realmente la situación del país no da para más, los reclamos son justos”. Luego afirma que está muy apurada pero la curiosidad la puede y se queda a escuchar. Una mujer baja de un auto y vocifera, mientras sube la voz, también sube el tono de su discurso: que son unos desconsiderados, que este país se levanta trabajando no haciendo paro, que son “unos vagos de mierda”. La gente y los remiseros que acaban de cortar la calle la miran sin responder, su energía es arrolladora. Dos hombres que miran la situación comentan: “Yo soy plomero y él es jubilado, estamos pasando hambre y también hemos trabajado toda la vida. La calle está imposible, éste gobierno está haciendo desastres con el pueblo”.
Sobre calle San Martín hay quienes esperan el colectivo y no parecen estar al tanto del corte. Como los remises siguen desfilando por el asfalto, no parece una calle cortada. Con el paso de los minutos, las paradas comienzan a llenarse y la gente a inquietarse. Ya han pasado más de treinta minutos desde que el corte se hizo efectivo pero no hay ni un solo agente de tránsito ni de la policía de la ciudad en la calle. Han desaparecido de la San Martín, donde suelen ser una parte más del paisaje urbano.
Pasada la primera media hora del corte, la división de tránsito logra cerrar las calles paralelas y corta de manera organizada todas las calles que desembocan en la San Martín desde la Av. del Bicentenario hasta la Av. General Paz, es decir que todo el centro se encuentra intransitable para colectivos, autos particulares y taxis. Con el tránsito cortado en las calles colindantes, los miembros de UCRAS abren paso a quienes se han quedado entre su corte y el corte de tránsito. Algunxs conductores muestran apoyo y agradecen el paso; otros gritan alguna frase hecha como “vayan a laburar”, a lo que los remiseros contestan con un chiste. El ánimo, todavía, es de adrenalina y excitación.
Leonor, de 78 años, sale al pórtico de su casa en Córdoba casi San Martín y habla a los gritos con un vendedor de sahumerios, como intentando que su voz llegue hasta la esquina. “Acá todos los días cortan la calle pero nadie pide trabajo. Yo estoy harta de pagar impuestos porque soy una mujer culta y siempre he trabajado. No voy a seguir pagando los impuestos porque no puedo ni salir a la calle”, dice y de fondo suena una bomba de estruendo que la asusta. “Estos cortes son raros, los subvenciona Cristina Fernández de Kirchner y toda su mafia. Me lo contó un albañil chileno que vino a trabajar a mi casa. La gente de países extranjeros nos está trayendo la droga y vienen a parir al hospital, me lo ha contado él”, afirma con seguridad y sigue un discurso en el que relata su vida de trabajo. Para Leonor, la gestión del actual gobierno nacional “está tratando de arreglar lo que hicieron los chorros del gobierno anterior”.
“Acá todos los días cortan la calle pero nadie pide trabajo. Yo estoy harta de pagar impuestos porque soy una mujer culta y siempre he trabajado. No voy a seguir pagando los impuestos porque no puedo ni salir a la calle”, dice y de fondo suena una bomba de estruendo que la asusta.
Más allá, Maru, una panchera de un puesto sobre San Martín, también está acostumbrada a las manifestaciones. “A mí no me gustan las manifestaciones pero me parece que algunas son por cosas justas y está bien”, dice mientras cuelga un cartel de panchos a buen precio. Sin embargo, el flujo de gente que suele pasar por la avenida más transitada de Salta ha disminuido considerablemente hacia las 12.30 hs. La florista de la esquina de Buenos Aires y San Martín está preocupada por la situación económica del país: “Está muy feo ya, no se puede llegar a fin de mes”. En la misma esquina, los remiseros siguen dialogando con algunos conductores que han logrado burlar el corte de la división de tránsito más adelante. Ha pasado ya una hora y media y la calle todavía no está del todo liberada de autos particulares. Tampoco hay, en ninguna parada, un inspector de SAETA que pudiera brindar información sobre los desvíos de los colectivos. Hacia la una, horario en que además lxs estudiantes han salido de sus colegios, la gente improvisa paradas en las esquinas que no están cortadas (Mendoza, Santiago del Estero, General Paz y Av. del Bicentenario). Los colectivos demoran o pasan cada vez más llenos. La situación se extiende hasta las 22, momento en que la policía convence a los remiseros de levantar el paro que ya venía siendo analizado con la promesa de una reunión con la AMT.
La Salta colonial que disfruta el turismo hace mucho tiempo ha dejado de ser tranquila. Comerciantes y vecinxs coinciden en que las manifestaciones y los cortes son más frecuentes en los últimos dos años y medio, inflación de por medio. Volver a casa parece un camino recorrido por Ulises hacia Ítaca: imposible. Que alcancen los sueldos, también.