Las peripecias cotidianas que experimentan quienes usan el colectivo van desde el precio que se incrementa hasta la inseguridad en las unidades, pasando por horarios esquivos y recorridos ociosos. Reflexiones de una noche esperando el último colectivo. (A.M.)

Son las 23.45 del viernes por la noche y hay pocas personas esperando el corredor 5A que va desde el centro hacia la zona norte de la capital salteña. Hace frío y el pequeño grupo se pone cada vez más nervioso: algunas personas frotan las manos, otras inclinan el cuerpo hacia la calle, miran sus celulares buscando retrasar un poco los minutos. De lejos se ve un colectivo que tiene un cartel con luces rojas, pero es el 1 y todxs lxs que se han entusiasmado un poco, vuelven a sus lugares con cara de hastío. Posiblemente lleguen a tomar el último corredor que llegue hasta Ciudad del Milagro, porque los que cortan el recorrido en el centro ya pasaron hace unos minutos.

Aunque SAETA, la única empresa que maneja el transporte público en la ciudad, se jacte de tener la flota más moderna y rápida del país, lo cierto es que el servicio tiene cada vez más deficiencias. En su página web, la empresa asegura que desde el 2005 otras como Ahynarca, el Cóndor, Lagos, Ale y todas las viejas prestadoras del servicio de transporte fueron absorbidas por SAETA “luego que el gobierno salteño decidiera que el servicio de transporte debiera ser manejado por una única empresa, para mejorar la calidad del servicio”. Sin embargo, a pesar de funcionar sólo como filiales de quienes poseen el monopolio del transporte público en Salta, cada línea de corredores posee lógicas distintas a la hora de funcionar diariamente. Algunos, prestan servicios incluso después de la medianoche. El llamado servicio nocturno, posibilitando a lxs usuarixs viajar de noche si tienen la suerte de agarrar el único colectivo que pasa cada 45 minutos, una hora o dos horas y media.

Aunque SAETA, la única empresa que maneja el transporte público en la ciudad, se jacte de tener la flota más moderna y rápida del país, lo cierto es que el servicio tiene cada vez más deficiencias.

En el caso del corredor 8 (A-B y C), el recorrido diario tiene una frecuencia de aproximadamente 7 minutos, mientras que por la noche se reduce al lapso de una hora, hora y media. Los fines de semana posee una frecuencia reducida pero igualmente útil si se conocen los horarios. Otros corredores de recorrido nocturno son el 3 y el 4, porque aunque todos aseguran tener una unidad funcionando toda la noche, la realidad es que estar en la parada después de las 00 hs. es estar a la suerte.

Un caso particular, entre tantos, es el de los corredores 2 B y G, que poseen una frecuencia diaria durante los días hábiles de entre 8 a 12 minutos según la información brindada en la página oficial de SAETA. “Ese horario no existe, yo entro a trabajar a las 9 de la mañana en Villa Mitre y si no estoy en el cruce (Independencia e Irigoyen) a las 8.20, no llego a tiempo: aunque esté solo a cinco minutos en colectivo hasta mi trabajo, pasan uno o dos colectivos solamente y cuando pasan llenos no te levantan y hay que esperar el otro”, comenta Norma, quien trabaja en una pollería cerca del Parque Industrial. Los días hábiles, el 2B pasa por Villa Mitre cada 15 o 20 minutos y los fines de semana cada 45 min. Eso sin tener en cuenta que sólo hay unas cuantas unidades que van hacia el Parque Industrial y otras pocas con el cartel “Villa Floresta”, barrio al que en realidad no acceden sino que se acercan por la ruta desde nada más que dos años. Lxs vecinxs que usan estos corredores para trasladarse comentan que no hay relación lógica entre los recorridos que abarcan el 2B y el 2G: “El G hace un recorrido muy corto y directo por algunos de los barrios por los que también los hace el B. Si se plantearan mejor los recorridos, seguro tendríamos menos problemas de frecuencia”, dice Alejandra V. dueña de un negocio sobre la Av. Pompilio Guzmán.

Vecinos y vecinas se quejan también de la higiene de las unidades, que no sólo transportan tierra de las calles por las que transitan sino botellas, bolsas y residuos varios que parecen viajar junto con las personas pero sin pagar boleto.

Al mismo tiempo, otro de los avatares que debe sortear el usuario de SAETA es la carga de la tarjeta, un punto que la empresa considera ejemplar. Tal como se lee en la página oficial, “el sistema de recaudación implementado en las unidades de SAETA está compuesto por una máquina que lee tarjetas electrónicas. Estas tarjetas poseen una memoria en las cuales se encuentra registrado el saldo que dispone el usuario”, siendo el boleto electrónico la única opción de pago. Para cargar la tarjeta, lxs usuarixs pueden hacerlo en las máquinas de autoservicio, siempre llenas dada la poca cantidad dispuesta en la zona céntrica. En los barrios, lxs vecinxs poseen pocas opciones de carga en los kioskos, cuyos dueñxs aseguran que los requisitos para poner la máquina de carga son excesivos ya que sólo reciben el 1% de la recaudación sobre las cargas realizadas en sus locales. Así, quien deba usar el transporte público debe tomar los recaudos necesarios para no terminar los fines de semana o por las noches pidiendo que algún buen samaritano acceda a pasarle la tarjeta.

Para sumar a la lista de absurdos de la empresa, en el año 2014, SAETA apostó por la tecnología y puso televisores led en las unidades. En ellos se proyectaban publicidades del Gobierno provincial, información del Ministerio de Salud Pública de la Provincia y en los buenos tiempos, bloopers de animales que hacían los viajes más amenos. Sin embargo, desde hace tiempo han dejado de funcionar y las pantallas negras están ahí colgadas como para que la nostalgia de un televisor en una unidad esperada por 15 minutos acompañe el viaje hasta la casa.

Los trabajadores y trabajadoras al volante han pedido también más seguridad, que en algunas unidades se tradujo a la presencia de un agente de policía durante los viajes. En lo que va de este mes, ya se dieron tres casos de violencia hacia quienes manejan las unidades a pesar de las cámaras dispuestas por la empresa. Desde amenazas hasta el último episodio que dejó a un chofer herido tras una puñalada, lxs trabajadorxs de SAETA se encuentran expuestos a los peligros de la calle, a pesar de que no transportan dinero dentro de las unidades.

A la inseguridad arriba de las unidades, que todavía la empresa no puede controlar, se suman los escándalos por el pase estudiantil, en los que el monopolio de transporte quedó en evidencia tras la publicación de las cifras que se escondían tras los subsidios que recibidos por parte de los gobiernos. Además, las “listas negras” y el secuestro de las tarjetas que luego quedaron sin efecto, dejaron a SAETA con una imagen negativa que hace todavía más largos los viajes en colectivo.

A las 23.55 aparece el colectivo y todxs suspiran aliviados. Esta noche han alcanzado el último servicio antes de las 00 hs. Aunque el consuelo durará poco: al pasar la tarjeta por la máquina, el boleto parece haber aumentado una vez más y habrá que viajar tocándose el bolsillo.