Cuarto Poder dialogó con una jugadora de rugby que demuestra que la agresividad y persistencia para jugar no es un atributo exclusivo de los varones. Paralelamente, el Mundial de fútbol trajo a colación discusiones sobre igualdad de género, reflejo de los cambios culturales que se vivencian por estos días. (A.M.)

Entre los deportes prohibidos para “el sexo débil” se encuentra el rugby como uno de los más “masculinos”. Sin embargo, la Universidad Nacional de Salta (UNSa) tiene un equipo sólido con una formación estable en el que las mujeres taclean todos los estereotipos demostrando que la ternura y la rudeza no son características excluyentes. Al respecto, Aixa Reyes, estudiante y parte del equipo de rugby de la UNSa, afirma que aunque haya sido un deporte exclusivo de varones, las mujeres que juegan en Salta siguen luchando porque haya más posibilidades económicas para jugar en torneos nacionales. “En este deporte, cuando te golpean y te tiran, tenés que levantarte y seguir, no hay acting que te salve”, afirma Aixa demostrando que la agresividad y la persistencia no es un espacio propio de los varones.

Aiza Reyes

Tanto Aixa como María Cabaña, su compañera de equipo, aseguran que han tenido que luchar contra el prejuicio de jugar un deporte de tanto contacto físico. Sin embargo, ambas comentan que tanto en el equipo de varones como en el de mujeres, el compañerismo y la amistad priman ante la desigualdad. María practica desde hace años deportes que tradicionalmente se han asociado a los varones pero muestra una actitud superadora ante el prejuicio: “Mis amigos y amigas ya no me dicen nada ni me critican, saben que es lo que me importa; me apasiona y lo defiendo”, dice María. Así, habría que replantearse entonces la denominación de “femenino” y “masculino” dentro de los deportes, pues las mismas jugadoras reivindican la reapropiación real del espacio, transformándolo en propio sin hacer de ello una aventura extraordinaria.

El Mundial de las pibas

El Mundial de fútbol despierta pasiones, violencias, discusiones, alegrías e inquietudes. Cada cuatro años, el mundo entero recibe el campeonato de una manera distinta y las opiniones alrededor de él ponen en evidencia los cambios culturales que tienen lugar en la sociedad. Avances y retrocesos, depende del punto de vista desde el que se analice, se ponen en la agenda mediática de manera exuberante y esta vez le tocó a las cuestiones referidas al género, el feminismo, la transfobia y la discriminación (racial y sexual). Desde el papel lamentable de algunos hinchas argentinos abusando simbólicamente de menores rusas al grabarlas diciendo algo que no entendían hasta las publicidades “progre” que cuestionaban las políticas discriminatorias de Vladímir Putin, en los medios de nuestro país cada análisis futbolístico estuvo acompañado de alguna discusión al respecto.

Mientras la selección argentina no encontraba su juego, el feminismo lograba la media sanción por el aborto legal y una infinidad de manifestaciones en las redes sociales establecieron que ese era “el mundial de las pibas”, uno que ciertamente mostraba más aciertos que derrotas.

Lo cierto es que en esa comparación, temas que antes no tenían ni siquiera lugar en el periodismo deportivo, afloraron para poner sobre la mesa la discusión sobre el papel de las mujeres en el deporte. Tal es el caso de Fernanda Colombo, la primera mujer en integrar el equipo de árbitros y jueces de línea en un mundial de fútbol masculino.

Daniela Arjona, periodista deportiva salteña, quien hizo eco de la figura de Colombo en este mundial, afirma que todavía la lucha por la equidad es ardua. Para Arjona que las mujeres jueguen a los deportes que han sido asociados a la masculinidad hegemónica implica una reapropiación efectiva de los espacios que les han sido vedados, con nuevas lógicas. Sin embargo, para que estos espacios pertenezcan realmente a otras identidades hace falta un trabajo sistemático desde la infancia, con escuelitas de cualquier deporte para que las mujeres conozcan sus verdaderas fortalezas en las canchas.

“El día que realmente las mujeres puedan reconocer desde pequeñas sus limitaciones, sus fortalezas y sus ventajas dentro de la cancha, ahí recién se va a poder hablar de una verdadera revolución del deporte femenino”, afirma Daniela Arjona. También se refiere a la situación actual en el mundo: “En otros países, como Estados Unidos o Islandia, los equipos de fútbol femenino tienen más prestigio que por estos lados, siendo incluso más importantes que los equipos masculinos de su territorio”.

Para la comunicadora, una de las claves para mantener esta avanzada es también posicionarse frente a las expresiones machistas dentro del deporte y hacerles frente hasta que la equidad sea un derecho conquistado. En este sentido, organiza el taller “Pateando mandatos”, referido al deporte y al periodismo con perspectiva de género en el marco de la copa Salta la linda, que se dictará el sábado 14 de Julio de 9 a 12 y de 14 a 18 hs en el Estadio Martearena.

Habría que replantear la denominación de “femenino” y “masculino” dentro de los deportes, pues las mismas jugadoras reivindican la reapropiación real del espacio, transformándolo en propio sin hacer de ello una aventura extraordinaria.

Pasión multicolor

En la lucha contra la desigualdad, las mujeres hemos comenzado a ocupar todos los espacios que nos merecemos pero que en otro tiempo fueron exclusivos para los hombres blancos heterosexuales. Aunque la lucha haya sido lenta y difícil en sus comienzos, ahora avanzamos a pasos firmes y cada vez más rápidos. En este devenir, con todas sus particularidades, muchos han cuestionado si la reapropiación de estos espacios es realmente un derecho conquistado o un capricho irresponsable; algunos todavía se preguntan si realmente las mujeres somos capaces de ocupar aquellos espacios que nos tenían vetados, si lo que hacemos no es más que una mimesis de la masculinidad desplegada en, por ejemplo, los deportes como el rugby y el fútbol.

La pregunta entonces debería ser reformulada y ahondar en lo que en el fondo este discurso reproduce: “Hay cosas que son de mujeres y cosas que son de varones”. El caso de Higui, una lesbiana condenada por  actuar en defensa propia contra su abusador, demostró que el fútbol no es un lugar sólo de varones. Su pasión por el deporte fue reivindicada en la lucha por su liberación ya que demostraba que podemos ser en todos los espacios. Que la cancha no es un espacio sólo de la masculinidad hegemónica, que las pibas, las lesbianas, las travas y las trans también gritamos fuerte, también peleamos, también puteamos cuando sentimos la injusticia. Parece contradictorio pero la verdadera revolución será entonces ese momento en el que los sentires dejen de ser cosa machos, cuando la agresividad, la pasión y la fuerza dejen de estar reservadas para los varones, porque claramente en la cancha, ninguna mujer va a adornar el arco con guirnaldas.