La ausencia de los familiares de Houria Moumni en el debate dejó un vació sentido en la sala. Los padres y la hermana de Cassandre Bouvier quedaron solos entre extranjeros. Comienza el final del juicio ante un tribunal con su historia y sus peculiaridades. (Maximiliano Rodríguez)

La jornada de hoy, culminará con la sexta semana de juicio oral. Otra semana corta de apenas tres días hábiles. Ahora el juicio se detendrá cuatro días porque se celebra en el mundo el día Internacional del Trabajo. En Argentina, el “feriado puente” impone que el día hábil posterior y previo a un fin de semana también sea feriado. Esta es la primera vez – desde que comenzó el juicio – que no estará presente en la sala la familia de Houria Moumni. Sus padres y hermanos dejaron Salta muy temprano por la mañana. Tal como informaran a la prensa, todos los miembros de la familia viajaron hacia Francia desde donde seguirán los pormenores del proceso a través de internet y a partir del contacto con sus abogados locales, Nicolás Ortiz y Federico Rodríguez Spuch. La ausencia de los familiares deja un vacío importante en el extremo derecho de la sala.

El día para el debate oral comienza pasadas las 10.30 y la jornada duraría apenas dos horas. Por momentos será intensa. La mujer de Daniel Vilte está presente entre los familiares de los acusados. La joven cree firmemente en la inocencia de su pareja y consecuentemente lo acompaña. Se escucha el aviso “¡De pie!”. Es la voz del Sargento Sergio Nieva la que retumba en la sala e inmediatamente todos los presentes responden a la orden de quien es considerado el “cuarto hombre”. El policía asiste en forma constante al tribunal y pertenece a la Guardia de Tribunales: el cuerpo policial de la provincia designado a la Ciudad Judicial y a todas las dependencias del Tercer Poder del Estado. Asoman algunas canas en su cabello y aparenta llevar mucho tiempo en este servicio. El sargento tiene el aspecto cansino y pausado de un policía del interior. Por momentos el “cuarto hombre” dialoga al oído del presidente del tribunal. Lleva y trae el expediente original a solicitud del juez. Lo hace varias veces a lo largo de la jornada. El sargento se mueve por la sala lentamente pero con total seguridad. Este es su lugar de trabajo. En jornadas previas, algunos medios de comunicación le dedicaron algunos párrafos. El hombre tiene un trabajo tranquilo pero importante. Asiste a la Sala II. Un tribunal que lleva muchísimo tiempo funcionando con esta composición.

Más allá del Sargento Nieva, los tres jueces tienen sus historias compartidas. Incluso entre ellos y el fiscal hay un roce propio de los que se conocen hace tiempo. Se percibe que cumplen su oficio como quienes lo hicieron durante muchísimo tiempo. Raro el mundo de los abogados. Y sobre todo de los abogados jueces y fiscales. Esta cámara del crimen, alguna vez fue conocida en los pasillos de tribunales como “La Cámara de los Lores”. Una cuestión anecdótica nada más aunque eso fue varios años atrás. Dicen trabajadores memoriosos del poder judicial que por aquellos tiempos Rodolfo Urtubey, padre del gobernador Juan Urtubey, era el presidente de la Corte de Justicia. Era el sumo mandamás de todo lo que ocurría en el poder judicial salteño. Por aquellos tiempos también la figura de un represor de la dictadura asomaba como secretario de seguridad en el gobierno provincial. Fue en los tiempos de Sergio Nazario, de Lino Oviedo y de Rodolfo Urtubey (p), cuando se diferenciaba a la Sala I de la Sala II. A la que componen Longarte, Pucheta y Ruiz se la conocía en los pasillos como “La Cámara de los Lores”. Por deducción, la Sala I del Poder Judicial sería entonces “La Cámara de los Comunes”. Una clara referencia al parlamento inglés, pero también una muestra de racismo. Una muestra -tal vez- de cómo se vivieron aquellos años en la justicia salteña.

Lejos de esos días y de la anécdota, el experimentado tribunal tiene en su decisión el juicio más importante de los últimos años. Tal vez todo el camino sea merecido y necesario. La Sala II en este mes y medio de proceso manejó la situación a la perfección. Nadie quiere estar en el lugar de las víctimas. Nadie en el lugar de sus familiares que buscan la verdad por amor a sus seres queridos. Nadie quiere estar en el lugar de un acusado. Pero seguro, nadie quiere estar en el zapato de los jueces. El presidente Ángel Longarte, un hombre con sus años, es apenas un joven entre los otros jueces del tribunal. Los vocales Héctor Pucheta y Bernardo Ruiz son respetados en los pasillos de tribunales y tienen una trayectoria tan larga como años encima. Longarte también tiene su nombre. Son hombres grandes y con carrera. Uno de ellos, Héctor Pucheta, está a un paso de la jubilación. Sin embargo esta fusión entre un presidente con menos edad y dos vocales que son hombres mayores es una simbiosis funcional perfecta. En la sala nadie quiere, dijimos, estar en los zapatos de estos jueces aunque nadie duda de ellos. Los jueces saben muy bien lo que hacen. Conocen el paño.

La decisión del tribunal será el veredicto que tome la sociedad sobre el caso. Definirá sobre cinco hombres –tres por violación y homicidio y dos por encubrimiento- y definirá sobre hechos concretos. Lo que salga de aquí será una palabra fuerte. El Juez Martín Pérez hizo lo suyo cuando la instrucción quedó en sus manos. Salta también lo juzgará como juez pero ahora, en este juicio oral y extraordinariamente público, está la palabra determinante. Todos miran a esta cámara del crimen. Todos saben que su definición será importante. Los jueces van perfilando sus opiniones. Eso se denota en sus preguntas. Cada uno es diferente al otro. Longarte pone el ímpetu y el orden. Pucheta es el racional e inquisidor. Ruiz por momentos es filosófico y brillante. Los tres se muestran cuando interrogan a los testigos. Sobre estos tres hombres pesará la sentencia pero también sobre ellos recaerá la decisión. Oficio bravo el de los abogados.

El sargento Sergio Nieva la pasa mejor. Él lleva y trae el expediente.

La llamada

La primera testigo del día entró a la sala únicamente porque en el 2011 había denunciado haber recibido una llamada de una persona que le habló en francés. Amalia Linares de Díaz es vecina de San Lorenzo y desconoce completamente el idioma galo, pero ante la noticia del hallazgo de los cuerpos, el 29 de julio de 2011, se presentó a brindar su testimonio ante la policía.

La mujer habría recibido esta extraña llamada el 23 de julio a las 20.23. Según relató ante el tribunal, la testigo atendió el teléfono en su casa y del otro lado le habló una mujer en francés. La testigo nunca entendió que decía la otra persona pero ella cree que podría ser un pedido de auxilio. Linares de Días es preceptora del colegio secundario de San Lorenzo y se quedó con el recuerdo de aquel llamado. Por lo menos eso dijo ante el tribunal. Todo cambió cuando aparecieron los cuerpos en la explotación de Puma Expeditions. Ante la posibilidad que este llamado pudiera ser útil a la Justicia, la mujer se acercó a la policía y declaró los detalles del suceso telefónico. Según dice, le propuso a la policía que periten su teléfono y la lista de llamadas entrantes y salientes. Lo autorizó para determinar de dónde vino la llamada y si estaba vinculada con el caso. También existía la posibilidad que ante un hecho criminal su propio teléfono quedara involucrado. La lógica aplicada por la testigo fue elemental y explica el motivo por el cual se acercó a declarar ante la policía. La policía no habría realizado el entrecruzamiento de llamadas propuesto. El testimonio fue por momentos poco sólido. Los jueces le dieron por terminada su participación agradeciéndole la colaboración. La testigo estuvo al borde de haber sido cuestionada por el tribunal. Otra vez primó el criterio y la experiencia de la Sala II en la conducción del debate. La dejaron pasar, sin interrogarla tanto.

Piccolo

En esta jornada también declaró Mario Cruz. El hombre es empleado municipal y tío segundo de Daniel Vilte. El testigo indicó que el acusado sólo iba los fines de semana a la localidad de San Lorenzo y que lo hacía para visitar a su abuela. El testigo vertió buenos conceptos de Daniel Vilte y repitió lo mismo que otros testigos: a Daniel Vilte no le gusta el campo y nunca realizó trabajos con el ganado de su familia. También ratificó que Vilte concurría a San Lorenzo los fines de semana y junto a su hijo. Su declaración no aportó novedades. Llegaron a preguntarle qué hizo el 15 de julio de 2011. Un dato quedó marcado en su relato. “El que fue a mi casa fue el comisario al que lo mataron, un buen hombre, una buena persona”, dijo. El testigo hablaba de Néstor Piccolo. El tribunal aún evaluaría convocar a no a la mujer del policía fallecido.

Extras

Paola Cabeza es cabo de policía y presenta un avanzado embarazo al momento de entrar a la sala. La testigo trabaja en el destacamento del hospital San Bernardo y fue testigo de los elementos secuestrados por la policía en la morgue, cuando llegaron los cuerpos de Cassandre y Houria en la madrugada del 30 de julio de 2011. Aporta poco pero su presentación es valorada. La testigo es clara y rápida. La testigo reconoce su firma en los expedientes. Le hacen las preguntas de rigor. ¿Por qué no hay testigos civiles? ¿Por qué a esa hora en la morgue siempre es así? Que los testigos siempre fueron del destacamento. Finalmente admite que había urgencia de la prensa.

Luego ingresó Diegos Vázquez. Igual. Se secuestraron prendas de mujer y un proyectil del cuerpo de la víctima. También es policía del destacamento San Bernardo. Reconoce las actas. Terminó su declaración.

Ingresa José María Valenzuela. El testigo es policía y conoce a todos los imputados pero no es amigo de ninguno. Cumplía su función de policía en San Lorenzo y fue el primer guía policial de la Brigada de Investigaciones en el lugar de los hechos. El guía, José María, tiene un hermano, José Raúl, también policía y albañil. Este otro declarará luego. Su hermano será el testigo del secuestro de los plomos en el mirador. Por ahora el guía fue el primero de los dos hermanos que vio los plomos secuestrados en ese lugar Y declara que los plomos se secuestraron cerca del mediodía. El policía confirma que era el guía y no “pajarito” Ramos. El iba en otro grupo. Fue entre las 13 y 14. En el mirador ya estaba otra parte de la Brigada de Investigaciones, Criminalística y otros policías. El milagro estaba por ocurrir.

Sin embargo la declaración del policía es netamente esclarecedora de la forma de vida del lugar. Nunca vio juntos a Vilte, Vera y Lasi. Los conoce a todos del lugar. Conoce también a Walter Lasi, el padre de Gustavo, y dice que es conocedor de la zona. Dice lo que otros testigos: Gustavo Lasi iba a la zona de la quebrada porque trabaja allí. Los otros no fueron vistos por el lugar. Su declaración es bastante clara.

Luego entra su hermano. José Raúl Valenzuela fue el testigo que firmó como tal en el primer milagro: el hallazgo de dos plomos en el mirador que luego coincidirían con el arma plantada en el jardín de Raúl Sarmiento. José Raúl Valenzuela es policía y albañil. Vive en San Lorenzo y lo fueron a buscar hasta su casa para que testifique sobre el hallazgo de los plomos una hora más tarde de supuestamente haberlos encontrado. Un auto llego a su casa el mediodía del 1 de agosto. Era un auto de la brigada de investigaciones. Al igual que con la abogada Dastres, la brigada fue a buscar al testigo. “Me dijeron que encontraron dos proyectiles, fue cerca del mediodía”, admitió. No había ningún civil en el momento del primer milagro, sólo policías. Luego su declaración termina en el lugar común. A Daniel Vilte se lo vio de niño en San Lorenzo y luego “no lo vimos más”. Repite lo que todos. Vera, Lasi y Vilte no eran amigos. Habló muy bien de Antonio “chato” Sandoval, el otro acusado – junto a “pajarito” Ramos- por encubrimiento. Lo conoce bien y lo considera su amigo. Juegan juntos al futbol y da fe que se trata de un buen hombre.

El día terminó a las 12.31, un minuto antes de que se cumplieran las dos horas. El proceso es triste y a la vez apasionante. Pasarán unos días hasta que retorne la actividad. Tiempo para acomodarse. Para recomponerse cada uno.