Se realizó la 6° edición de Dimensión Comics. Fuimos al centro de convenciones para mezclarnos con los amantes de historietas, videojuegos, el cosplay, animé y los dibujitos animados. Sacamos sin asco al nerd interior. (R.E.)

Al ingresar al predio ubicado al lado de la rotonda de Limache, y para el lado del pasto, cerca de la laguna artificial, algunas personas se apalean con juguetes: es el llamado soft combat, que para ese momento parece estar finalizando porque en el improvisado ring se baten a duelo niños, grandes, con y sin disfraces. Nadie parece seguir algún tipo de regla ni nada parecido, sólo se cagan a palos libremente. Afuera del edificio la gente entra y sale, muchos niños -pero no tantos como cualquiera podría pensar-, algunos disfraces y muchas remeras alusivas al comic y los videojuegos.

Adentro la cosa cambia, en un hall amplio están ubicados los dibujantes de un lado y los pancheros del otro. Mucha gente camina en la entrada, tomándose fotos mientras en el salón principal están a punto de premiar a los ganadores del concurso de Cosplay (especie de apócope del término anglosajón que hace referencia al juego de disfraces o costume play), un clásico de este tipo de eventos.

La premiación es conducida por un famoso cosplayer, Javier Paredes. Nada más y nad menos que el «Wolverine rosarino», como lo conocen por su similitud con el actor Hugh Jackman -interpreta al icónico personaje de los X-Men-, que felicita al tercer puesto de la categoría individual, una joven que tiene el cosplay de Erza Scarlet, personaje de Fairy Tail. Mientras le da un beso le pregunta cuánto tardó en hacer las alas. La ganadora responde que tres meses y medio. El segundo puesto es para quien interpretó a Barbara del Diablo 3, un videojuego. Ella comenta orgullosa que tardó cinco meses en hacer el traje. Pero EL ganador fue Iron Patriot, personaje de la película yanqui Iron Man. El muchacho tardó seis meses en terminar su traje realizado a base de gomaeva y pintura de autos. «No se puede sacar el casco porque va a revelar la identidad» comenta el Wolverine rosarino como quien tira chascarrillo que no resulta y luego se pone un poco más serio: «Notable el laburo que hicieron todos», dice sin sacar las garras, antes de despedirse entre los aplausos del público.

Mientras los cosplayers triunfadores se felicitan, aprovechamos para conversar con dos de las concursantes que no ganaron salvo la satisfacción de participar. Dos tucumanas: Silvana y Camila, una de ellas nos cuenta: «Ayer también estuvimos participando y estuvo muy bueno el evento y la organización, hay mucha variedad y muchas cosas para ver». En cuanto al concurso nos dicen que primero pasaron por una preselección de la que participaron chicos de Jujuy, Tucumán, Salta y quedó “lo mejor de lo mejor”. Luego posan junto al público que aprovecha para sacarse fotos con todos los cosplayers. Y esto no sólo lo hacen los más chicos, sino unos cuantos que podrían pasar por pelotudos grandes si es que no estuviésemos en este tipo de reunión, donde todo es más relajado y a nadie le parece raro que un Stormtrooper se tome una gaseosa al lado de una Tortuga Ninja.

De alguna extraña manera este parece un buen lugar para estar, se ven muchas familias de padres jóvenes, pero definitivamente a esta hora son más las personas mayores de 15 años las que circulan la feria.

Una vez finalizado el concurso en el que se entregaron unos cuantos miles de pesos en premios (un incentivo mucho más redituable que los concursos provinciales de literatura), caminamos un poco por el resto de la feria. Vemos una cantidad de público que por momentos hace un tanto dificultosa la circulación entre los stands que tienen a la venta desde ropa hasta juegos de mesa, muñecos de lana, libros, revistas locales, internacionales, de colección, figuras de acción, cuadros, pines, más cuadros, sombreros, utilería y un largo etcétera.

Entre los stands del lado de las revistas conversamos con uno de los expositores locales, Fernando Bidaurre, quien se vino de General Güemes para presentar el primer número de “El Hereje”, publicación que su autor nos dice “es una revista independiente que tiene muchos años de ser pensada y después de un tiempo la pudimos sacar en una imprenta profesional, como se debe”. Cuando le preguntamos cómo fue que se animó a poner el stand en la feria nos responde: “yo ya tenía el contacto con la gente del evento, porque gané el concurso de historieta el año pasado, salí en la revista Caudillos y tengo varias publicaciones”. Con la experiencia de ediciones anteriores nos cuenta que la de este año lo “sorprendió en todos los sentidos”.

Del otro lado de la sala donde se congregan vendedores y cosplayers está el pasillo en el que las obras de distintos dibujantes decoran el camino, además de las esculturas y algunos juegos de mesa puestos en exhibición. En el mismo pasillo se ubican las salas donde hay una charla acerca de la Guerra de las Galaxias, y en otra sendos partidos de juegos de cartas y rol. Una voz desde el fondo -y con un megáfono- anuncia una película apta para mayores de 18 años: “colegialas, sexo, gore y sangre. Está por comenzar, al final del pasillo”. Hasta ahí nos dirigimos luego de salir de la charla para entrar cuando la película ya había comenzado. Era Grasa, el film dirigido por Pablo Marini y Pablo Parés en el que “tres amigos inseparables, van de camping en busca de sexo, drogas y diversión, pero por un giro del destino descubren a una misteriosa criatura: uno de los legendarios gusanos con los que se fabrican las hamburguesas”.

No terminamos de ver la película porque en un momento un vecino nos pregunta si ya había comenzado a cantar Ricardo Silva, quien hasta ese momento desconocíamos, pero luego supimos que era la atracción principal y el cierre de Dimension Comics. Ello por una simple razón: Silva es dueño de la voz detrás de varios doblajes, y más importante aún, es el que canta las aperturas de series clásicas de los años 80 y 90 como Winnie the Pooh, Los Osos Gummi, Chip y Dale al rescate, Los pequeños Muppets, Los Aventureros del Aire, Pato Aventuras, Supercampeones, Dragon Ball Z, Pokémon y muchas más. Fuimos para ese lado.

La fiesta ya había comenzado en el escenario principal. Silva agita al público con un tema de Dragon Ball. Todos los celulares en el aire y algunos niños en hombros de sus padres hacen que esto sea lo más parecido a un recital de rock que veremos esta tarde. Faltó muy poco para que se desate un pogo infernal, mientras el cantante mexicano de doblaje hace una especie de karaoke con las imágenes de las aperturas de varias de las series que mencionamos líneas atrás. Por momentos parece que canta sobre su propia voz, y mientras se pone más picante el recital -cuando entra el hit de las Pato Aventuras- el calor pega y el traje negro brilloso del cantante da paso a una camisa blanca transpirada.

Cerca de 40 minutos después y con una gran ovación de su público, Silva se baja del escenario. Este cantante es uno de esos personajes que uno intuye existen, pero nunca se imagina que tengan tal éxito. En medio del recital contó, por ejemplo, algunas de las vicisitudes de su vida dentro del mundo cruel del doblaje, las peleas con sus pares que de alguna manera llegaron a «ralearlo»; pero él siguió como los héroes de los dibujitos para los que cantaba y a los que este cronista, junto con varios de los treintañeros sin hijos que se apilaron a escuchar al mexicano, crecimos viendo por la televisión, al punto que tras 20 años pudimos recordar aquellas canciones casi como pequeños himnos de la infancia, y de una manera u otra al escucharlos de nuevo nos llevaron a ese momento de pelotudeo generalizado, de poca vergüenza y mucho disfrute, de juego simple y llano. Si algo tienen este tipo de reuniones es el poder de constatación que la solemnidad y la adultez, son ambas un bajón.

De la feria fueron participes muchos otros sujetos raros que por cuestiones de espacio y embole no describiremos aquí a cabalidad, pero va un saludo para los amigos Scorpion y Subzero, con quienes conversamos antes de salir del Centro de Convenciones, nos faltó una foto juntos, pero ya era demasiado.

Afuera, a un lado, la sinfónica ensayaba con Jorge Rojas para su presentación del día siguiente, al otro un Vikingo cagado de calor y con el casco entre las piernas se clavaba un pancho y una gaseosa. Ya se estaba haciendo de noche, era hora de desaparecer sigilosamente y haciendo humo, cual Batman paraguayo.