A pesar de la indiferencia del Gobierno, Luis Rey Garzón es un atleta veterano de elite que el año pasado tuvo que organizar colectas para viajar al Mundial en Francia. Dejó su nombre entre los diez mejores del mundo en su disciplina. (Franco Hessling)
El año pasado se celebró en Lyon, Francia, el campeonato mundial de atletismo para veteranos, que se conoció por su nombre publicitario como Masters Stadium 2015. El certamen, el más importante en su especie, tuvo entre sus participantes a un salteño por adopción -vive desde sus años mozos en la ciudad-, Luis Rey Garzón, quien se avocó al atletismo hace menos de una década, pero ya se colgó un par medallas doradas.
Luis Rey cumplió con un paso soberbia: con sus 83 años sobre los hombros, en la categoría de entre 80 y 84 abriles, se ubicó noveno en la competencia de lanzadores. Resta decir, para dimensionar mejor el logro de Garzón, que se codeó con otros 34 deportistas de todo el mundo que participaron en esas disciplinas. Fue uno de los puntos altos de la comitiva argentina que, sin embargo, no tuvo una participación descollante.
En la cita mundialista, que se llevó a cabo entre el 4 y el 16 de agosto del año pasado, el otrora entrenador de fútbol devenido atleta de elite, participó en las disciplinas de lanzamiento de martillo, peso, bala, disco y jabalina. Su novena colocación, si bien no le valió una medalla ni los laudos del pináculo, fue una tremenda actuación, más si se considera el profesionalismo con el que otros competidores desembarcaron en el certamen.
Tras su regreso, el deportista salteño más destacado de la tercera edad comentó en el portal de noticias La Gaceta: “Fui con desventaja porque los atletas de allá tienen preparadores físicos y un buen campo para entrenar, lo mío es más humilde”, con sobrada auto exigencia agregaba: “al menos no desentoné”.
Casi no viaja
Garzón, sin lugar a dudas, es el máximo insigne del Caves (Círculo de Atletas Veteranos de Salta), quien representó en varias competencias al país por medio de la Cavra (Confederación de Atletas Veteranos de la República Argentina). Antes de viajar a Francia, estuvo en Porto Alegre, Brasil, como embajador albiceleste.
Es decir, Luis Rey no es un improvisado ni mucho menos. Tampoco se trata de un abuelito enternecedor que hace lo que puede con lo que tiene. Para clasificar al Mundial de Atletismo de Veteranos los méritos deben ser notorios y la destreza atlética tiene que ponerse a la altura de competidores que entrenan al máximo nivel. No se trata de un campeonato melancólico, en el que basta con valorar el esfuerzo de los ancianos, muy por el contrario, es una contienda muy seria para la que muchos invierten dinerales en preparación, contratando a los mejores preparadores físicos y a entrenadores especializados.
En otros países la inversión deportiva no se reduce a lo estelar, a la mocedad ni a los espectáculos que anticipan grandes recaudaciones, sino también a la franja etaria de los adultos mayores. De antemano, Garzón se topa con una primera limitante ante sus contrincantes internacionales: aquí no se le presta la más mínima atención. Entrena en el Legado Güemes, pero lo hace por voluntad propia y sin que el Gobierno cubra ninguno de sus gastos.
Contra todas esas tribulaciones tuvo que enfrentarse. Se sobrepuso, consiguió una plaza en la trascendental competencia que se realizaría en Francia. Como era de suponerse, haciendo gala de una coherencia ominosa, el Gobierno provincial le volvió la espalda y le perjuró que no contaba con recursos para solventar su viaje. El deportista se vio impelido a buscar la manera de cruzar el charco por sus propios medios.
“El 1 de agosto tendría que viajar para Francia con un acompañante, como lo exigen, pero no contamos con recursos para pagar los pasajes. Ese es mi gran problema, porque los demás gastos de estadía y comida ya me arreglaría yo con algún préstamo”, le decía a principios de julio de 2015 al periodista Julio Nakhle. Aunque parezca inverosímil, Garzón mendigaba ayuda en los medios de comunicación y hasta se rebajaba a complicar su vida financiera para cumplir con la cita deportiva y representar no sólo a la provincia sino también al país.
Se disponía a endeudarse, ciertamente, pero aun así no alcanzaba a cubrir todos los costos de la aventura mundialista. Policía retirado, de procedencia digna pero sin grandes caudales económicos, Luis Rey no tenía la reputación financiera suficiente para solicitar un crédito que le alcanzara para los costes totales.
Finalmente, gracias a colectas que realizaron sus familiares y allegados, sumadas a la intervención que hizo el edil Gastón Galíndez en el Concejo Deliberante, se consiguieron los fondos suficientes para que Garzón no trunque su anhelo. La solidaridad de Galíndez puede haber sido oportuna u oportunista, no es intención de este artículo descubrirlo, lo que sí cabe decir es que fue decisiva y representó el mayor interés político que se posó sobre el veterano deportista.
Luis Rey Garzón viajó a Lyon con su hijo, también atleta, ya que la organización del mundial ponía como condición que cada participante mayor viajase con un acompañante. Tras todo ese andar desgastante para poder llegar, logró participar y posicionarse entre los mejores atletas veteranos del orbe. No obstante, su nombre no estuvo ternado para los premios del deportista del año, seguramente porque el Rally Dakar –deporte de elite si los hay- se consideró bastante más importante.
De abajo
A diferencia de los Benavidez o los Figallo, agraciados por la prosapia que les tocó en suerte, que para nada tiene que ver con sus buenos o malos rendimientos deportivos, el tenaz Garzón nació en una familia de escasos recursos en la pauperizada ciudad de La Banda, Santiago del Estero. Su vínculo con el deporte es de lo más variado, lo cual puede verse ya en sus años de juventud, todavía en su tierra natal, adonde fue jugador de fútbol semi-profesional.
De todos modos, la carestía luego del fallecimiento de su padre lo obligó a complementar su inclinación por la pelota con tareas como peón rural. Más tarde diversificaría esa ocupación y se convertiría en un changarín de múltiples conocimientos, de esos que nunca dicen que no a una oportunidad de trabajo.
Ya en Salta, todavía en sus años de juventud, Luis Rey se enroló en la fuerza policial, en la cual terminó jubilándose. A nivel deportivo, entrenó como boxeador amateur, y se convirtió en director técnico de divisiones inferiores de fútbol. Según alardea, en sus pasos por Policial y Comercio, dirigió a grandes joyas del ámbito local.
Su arribo al atletismo llegó cuando ya era un jubilado, que, no obstante, no había perdido su saludable costumbre de entrenar. Confiesa que un amigo lo incentivó, empezaron a ejercitarse en la Escuela Agrícola y a los tres meses se colgó dos preseas doradas en una competición de veteranos en Mar del Plata. De allí en más, nunca paró, contra toda adversidad y ante la más desoladora indiferencia gubernamental.