Cuando todo parecía calmo y paquidérmico en el poder más lento del Estado, en todos sus aspectos, un fuerte remezón despertó la semana anterior a propios y extraños.

El clima electoral que atraviesa la política ingresó como tromba en el Poder Judicial cuando el presidente de la Corte, Guillermo Catalano y quienes lo rodean se enteraron que el juez Marcelo Domínguez había presentado su propia lista para competir en la renovación del Consejo de la Magistratura en representación de los jueces.

En los mentideros tribunalicios dicen que la sorpresa fue mayúscula, porque Catalano había ordenado que se haga una lista unidad, aparentemente sin consultar a muchos de sus integrantes. Además cuando los apoderados de la lista presentaron como única a la que encabezaban el juez Guillermo Poliotto y el recién llegado camarista civil Gonzalo Mariño, varias iras se desataron al mismo tiempo.

Una, la de los propios jueces civiles, por la rapidez con la que Mariño quiere escalar posiciones y decidir sobre las futuras vacantes apoyado por otro controvertido recién llegado, Sergio Petersen.

Otra, fue la del juez Abel Cornejo, quien hace tiempo se considera un jarrón chino, pero en los últimos tiempos quienes lo frecuentan dicen que explotó su endiablado carácter sintiéndose directamente ninguneado.

Lo más grave parece ser que Domínguez representa a un sector que quiere ponerle freno a la discrecionalidad y autoritarismo del presidente Catalano, por la cantidad de poder que acumuló y por la forma en cómo conduce el Poder Judicial. Sin diálogo y con mano férrea, mas la larga mano de sus operadores.

Al parecer Domínguez habría intentado en vano, formar realmente una lista de unidad representativa de la carrera judicial y se dio los dientes contra las piedras. La razón o la sinrazón, es que deben acatarse las órdenes sin chistar, de lo contrario automáticamente el juez que se opone pasa a las filas enemigas. Quienes conocen a Domínguez dicen que el juez se decidió a jugar fuerte porque para formar la llamada lista unidad avalada por el presidente de la Corte, se les arrancó 85 firmas a los jueces y juezas de los diferentes fueros, práctica más habitual en los partidos políticos que en la elecciones judiciales. Las magistradas y magistrados firmantes temieron represalias si no estampaban la rúbrica.

Estos movimientos no habrían pasado desapercibidos, porque a fin de año se deben renovar tres mandatos de los jueces de la Corte. El del propio Catalano, el de Guillermo Posadas y el de Ernesto Samsón. Además deben elegirse autoridades en la Corte.
Otra sorpresa fueron las tres listas de abogados aspirantes a ocupar tres sitiales en el Consejo de la Magistratura. Hasta horas antes de que se cierre el plazo de presentación, el arzobispal decano Eduardo Romani anunciaba a los cuatro vientos que habría lista unidad. Demasiados parecidos con lo anunciado por el oficialismo judicial.

Pero como cosa e mandinga, fueron tres las listas que llegaron a la hora del cierre para competir, lo que también demuestra que dentro del Colegio de Abogados van creciendo las voces opositores a una gestión hasta ahora arrolladora cuando debió competir en las elecciones.

La diferencia la marcó el Ministerio Público que se puso de acuerdo y presentó una sola lista de consenso. Falta que la Corte elija quién reemplazará a Cornejo, luego de su agitada gestión de cuatro años, ya que la Cámara de Diputados seleccionará a sus representantes después de la apertura de sesiones en abril.