Luego de las primarias provinciales, el PO decidió desplegar un esfuerzo integral para las elecciones próximas del 10 de noviembre. Confían en que la fragmentación del PJ ayuda a sus objetivos electorales y planifican convocar 700 fiscales en la capital para disputar el control de resortes importantes del Estado.
La situación de conjunto ha convencido al trotskismo salteño que el escenario político de la capital aconseja desplegar un generalizado esfuerzo para disputar un caudal de votos que supere los alcanzados hace dos semanas. De allí que tras una reunión que ese partido llevó adelante la semana pasada en el Centro Argentino, se elaborara un documento en donde además de ensayar una explicación de los resultados, se diseñaron tareas inmediatas de cara a las elecciones del 10 de noviembre próximo. Uno de esas tareas consiste en triplicar la cantidad de fiscales. De los 1000 que pretenden organizar para toda la provincia, 700 se destinaran a la capital provincial en donde son más altas sus chances para disputar palmo a palmo con el justicialismo. Y aunque parece exagerado el optimismo que el documento manifiesta para disputar la única banca de senadores, la confianza se hace más justificable en la categoría diputados y, muy particularmente, en la de concejales.
Razones de tipo políticas y matemáticas lo justifican. Para el primer caso, el documento redactado es bastante explícito. Refiriéndose a la fragmentación del justicialismo capitalino, el Partido Obrero concluye que sus buenos resultados pueden explicarse en parte por esa situación, profetizan que esa interna se mantendrá y que a ellos corresponde aprovechar correctamente las mismas. “Es muy difícil que toda una serie de fracciones que quedaron fuera o sin chances efectivas de entrar, se movilicen por la lista oficial”, dice el texto con respecto a la situación del justicialismo. Esa fragmentación, combinada con la excelente performance electoral en las primarias, hace soñar al trotskismo local con imponerse al justicialismo la categoría concejales. Con los escrutinios definitivos oficializados, se sabe que existe una diferencia de 5.000 votos entre una y otra fuerza. Una cifra no sólo remontable en un marco en donde nada indica que el PJ puede retener los 61.815 votos cosechados con 15 colectoras; mientras todo indica que la fuerza trotskista sí puede sumar más voluntades de las 56.743 alcanzadas hace dos semanas.
El isismo es consciente del peligro. Sólo eso explica que el actual presidente del Concejo Deliberante, Tomás Rodríguez, haya declarado la semana pasada en una emisora local la necesidad de una reforma de la carta orgánica municipal que incluya el mandato de los concejales, la figura del defensor del pueblo y la del vice intendente. Lo último es revelador para lo que venimos hablando, en tanto el mismo Rodríguez precisó que “el reemplazo del Intendente a cargo del Presidente del Concejo es contraproducente a la gobernabilidad en caso de que la presidencia esté, por ejemplo, en manos de un edil opositor”. Esto último, precisamente, es lo que puede pasar si en menos de un mes un probable y apretado triunfo del PO le permita disputar la presidencia de ese cuerpo.
Las probabilidades de un ajustado triunfo en la categoría diputados son menores política y matemáticamente.Un seguro segundo puesto, sin embargo, no dejaría de ser histórico e inédito en la historia política provincial. Y es que aun cuando puede preverse que el PJ no mantendrá los 72.799 votos (26,72%) producto de la suma de 12 colectoras que participaron de las internas del 6 de octubre e, incluso, de que el PO puede aumentar sus 52.248 sufragios; la diferencia a remontar es de poco más de 20.000. Una cifra complicada en un contexto en donde los principales candidatos del justicialismo también desplegarán un esfuerzo generalizado para quedarse con el primer lugar. Puesto imprescindible para que ese PJ, en su conjunto, empiece a remontar lo que hasta ahora sólo fueron reveses electorales en la capital provincial. Con el solo triunfo del justicialismo en la categoría senadores no alcanzaría para lograr tal objetivo. Un triunfo de Gustavo Sáenz que puede predecirse no sólo por la diferencia existente entre la suma de las tres colectoras justicialistas por sobre la lista del PO (20.000 votos), sino también porque los votos cosechados exclusivamente por el actual senador están cuatro puntos por encima de Gabriela Cerrano.
El Partido Obrero, en definitiva, se prepara para afrontar una elección que puede colocarlo en una situación inédita para las fuerzas de izquierda del país. Conscientes de ello, el documento difundido esta menos enfocado en las macro consignas que suelen caracterizar a ese partido para concentrarse más en las tareas inmediatas que el texto sintetiza con el explicitado objetivo de no desviarse de “la tarea inmediata de conquistar la diputación nacional y todos los legisladores y concejales en disputa…”.
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CUADRO 1
Sin competidores al costado
El trotskismo local no tiene dudas de que en noviembre el escenario estará absolutamente polarizado entre ellos y el PJ. El análisis de los resultados registrados por las fuerzas distintas al justicialismo lo confirman. Mientras la suma de todas las variantes del romerismo (los alfiles de Durand Cornejo, el PRO y los números de Javier David) no amenaza sus posibilidades, tampoco representan un peligro las variantes surgidas por fuera del justicialismo como el PPS, el PRS o el propio radicalismo. Por izquierda, mientras tanto, las posibilidades de dañar las pretensiones del PO son aun menores: reconocidos referentes del kirchnerismo local como Tupac Puggioni o la ex rectora de la U.N.Sa. Estela Pérez de Bianchi quedaron diluidos en medio de una interna justicialista que terminó fagocitándolos; mientras el Partido Socialista y Libres del Sur ni siquiera llegaron al piso que les permita participar de las generales en la categoría concejales en donde habían puesto todas sus fichas.
Lo último, incluso, puede explicar en parte importante la performance electoral del Partido Obrero. Tal como este medio lo analizara desde hace un tiempo, los resultados de los últimos años evidenciaban que las muchas pero pequeñas fuerzas políticas que se declaraban abiertamente anti neoliberales eran acompañadas electoralmente por un importante sector de la capital salteña que fluctuaba entre el 20% y el 21% de los votos. En las legislativas nacionales de junio del 2009, por ejemplo, el porcentaje llegó al 20,81% repartido entre el 11,61% del Partido Obrero; 5,41% de Libres del Sur; 1,94% del Frente para la Victoria; 1% del Frente Grande y el 0,85% del instrumento electoral de la CTA. En las legislativas provinciales de septiembre del mismo año, el 21% obtenido era parte del 8,94% del Partido Obrero, el 5,15% de Libres del Sur, el 3% de Memoria y Movilización, un 2,36% del Frente para la Victoria, un 0,89% de la CTA y el 0,80% del trotskista MST.
En las generales de octubre del 2011, la dispersión de fuerzas fue reduciéndose a dos grandes sectores que sin embargo repitieron los porcentajes: en la categoría diputados nacionales, el porcentaje en capital llego a un 20% (36.987 votos del Partido Obrero y 17.417 del Frente Amplio Progresista). La elección de hace dos semanas ha mostrado que el Partido Obrero ha logrado no sólo acaparar a esa parte del electorado e incluso superar ese techo. Para ello, ha recibido una ayuda inestimable de la esa izquierda y centro izquierda que termino aliándose a una socialdemocracia insulsa encabezada por Bernardo Biella y apuestas abiertamente conservadoras como el PPS.