En estos días han sorprendido algunas manifestaciones de legisladores que se introducen, tal vez mandados por otros, en problemáticas sensibles para el gobierno provincial y que concentran su mirada en la elección del año que viene.

 

La ansiedad en algunos casos, y la desesperación en otros, comienza a ganar el escenario de retardadas negociaciones. La tranquilidad del Gobernador y sus funcionarios claves, que tomaron vacaciones, los exaspera.

La decisión más compleja a tomar tiene que ver con derogar las elecciones PASO del horizonte de 2023 y más allá. Claramente los partidos políticos siempre han buscado eludir este episodio que implica una inversión para el Estado Provincial de 500 millones, más las sumas que deben invertir quienes para alcanzar un cargo se ven sometidos a una doble vuelta.

Los más inteligentes buscan llegar a la elección general sin pasar por ninguna zaranda y tratan de evitar, también, que se los exponga a competir en condiciones desiguales.

Por lo que se sabe, los primeros que no quieren las PASO son los dirigentes del romerato que, con esa decisión, buscarán obtener la reelección para Bettina Romero en una mesa de negociación con pocos participantes. El problema es que el proyecto reeleccionario de Gustavo Sáenz necesita que todos los actores políticos asociados aporten votos y la alcaldesa estaría hoy con apenas un 20% de imagen positiva.

A la gestión provincial no le va mejor considerando que a poco más de un año de la elección que se prevé anticipada en Mayo de 2023 tiene imagen repartida casi por la mitad entre buena y mala. De allí que en el departamento capitalino, que concentra más del 40% de los votos necesita que todos los actores jueguen el mismo proyecto.

Según se animan a decir por lo bajo algunos encuestadores y asesores de campaña, Sáenz no puede sacrificar los aportes de la familia Biella ni del senador capitalino Emiliano Durand, quienes superan largamente en las encuestas a la intendenta. Es por eso que los primeros han solicitado competir en paridad de condiciones dentro del armado oficialista y buscan el sillón de la Avenida Paraguay. El segundo se muestra más cauto porque sabe que su crecimiento personal y su proyecto mediático y publicitario encuentra antecedente en favores de ambos lados. Él no quiere pelearse con nadie, a la vez que genera suspicacias porque muchas versiones lo ubican como posible integrante de la fórmula gubernativa.

Las operaciones para instalar al acompañante del Gobernador son múltiples y variadas. Sin embargo, algo parece seguro y es que el vicegobernador Antonio Marocco pasaría a cuarteles de invierno por motivos suficientes: Nunca perteneció a la riñonada saencista, no mide en las encuestas y tampoco representa un nexo de relevancia en las relaciones entabladas con Nación.

Emiliano Estrada ha comenzado a trabajar territorio y se muestra con dirigentes cercanos al kirchnerismo y al albertismo. Por lo bajo ha informado a todos que está dispuesto a competir por la gobernación como muleto y sabedor de que roles perdidosos acordados sirven para comprometer voluntades a futuro. Como el romerato, Estrada también sabe que en 2023 no juegan ninguna final, pero que en 2027 cuando Sáenz abandone el poder podrán anotarse en la competencia con instalación y nuevos acuerdos. Ser delfines es el proyecto, y no contendientes del año que viene.

Juan Urtubey también ha desempolvado su figura. Sigue buscando su lugar en un escenario nacional que, como en 2019, puede degradarlo por la polarización y su falta de inserción en cualquiera de los extremos. Ha quedado más a la derecha del espinel y no puede ubicarse sino cerca del Cambiemos que pregona la integración con sectores peronistas como Rodríguez Larreta. Mauricio Macri y Patricia Bullrich ya juegan en Salta con Juan Romero a pleno y será difícil abrir ese espacio pues ellos proyectan el poder provincial con la figura de la heredera Bettina.

Si capital es compleja por la diversidad de partidos y dirigentes, la mayoría sin votos ni predicamento ciudadano, el interior no lo es menos. Lugares estratégicos como San Martín, Orán, Anta, Metán y Rosario de la Frontera no tienen todavía definiciones y, en algunos de sus municipios, los líderes no han cerrado acuerdos firmes y tampoco pertenecen originariamente al saencismo. Es en estos lugares en que la derogación de las PASO y la ausencia de operadores eficientes podrían generar deserciones o, lo que es peor, traiciones de último momento. 

Nadie puede asegurar hoy que Mario Mimessi vuelque su adhesión hacia Sáenz sacrificando su pertenencia radical. Tampoco que el romerato garantice apoyo sin que se le pague con la reelección de Bettina. Menos aún están resueltas las intendencias de Orán o Pichanal en donde existen adversarios de envergadura que quieren disputar el cargo a los actuales alcaldes González o Domínguez.

Lo que está claro, al margen de las especulaciones de los alineamientos que definirán los conglomerados que competirán por la gobernación en 2023, es que el oficialismo se muestra demasiado relajado y confiado en que no aparecerá quien dispute el sillón que actualmente ocupa Sáenz. Un gabinete disperso en acciones y con severos inconvenientes para articularlas ya muestra en las encuestas la crisis. Como se anticipó hace un año, es el equipo ministerial –salvo excepciones-el que sumerge a su líder en el desconcepto ciudadano.

Batallas en cada área ministerial signan la gestión. Salvo el verticalismo de Camacho en Infraestructura y de Villada en Gobierno, el resto de las carteras manifiesta disociación y peleas en las segundas y terceras líneas. También es cierto que son demasiados los que se quejan de que no hay recursos ni para la gestión ni la política y miran de reojo a Economía con un Dib Ashur que se las arregla para prometer algo y darles poco y nada.

La reacción para repuntar debiera ubicar a cada funcionario en su lugar y evitar que las trifulcas lleguen a los diarios como ha ocurrido con la interna del Ministerio de Seguridad y la Procuración General.

Los próximos meses deberán mostrar al menos una señal de cómo se definirán las expectativas de la mayoría. El problema es que siendo la frazada corta, siempre alguien quedará destapado y con ganas de explorar otros horizontes. Los que se impacientan no saben si el oficialismo es demasiado tiempista o todavía no sabe cómo resolver este acertijo.