El viernes pasado, estudiantes, profesores y personal administrativo de la Universidad Nacional de Salta colmaron el centro salteño. La Toma del rectorado ya lleva dos semanas y el único que puede destrabar el conflicto, el rector Víctor Claros, parece estar jugando a las escondidas. (DOM)

Hay una silla que sigue vacía.  Está ahí desde hace casi dos semanas. Esa silla espera a alguien. A un hombre que cobra 43 mil pesos por mes para manejar los designios de la Universidad. 43 mil pesos por mes para tomar decisiones. Pero el hombre de los 516 mil pesos anuales ha decidido no decidir. Apuesta a que el tiempo desgaste a quienes lo interpelan y a que su silencio se vuelva contagioso.

Pero, por ahora, el hombre mimado por el gobierno provincial y siempre cercano al romerismo está perdiendo esta apuesta.

La marcha

La reacción ante un rector que juega a las escondidas es hacer más visible la protesta. Por eso, el viernes, estudiantes, profesores y personal administrativo y ciudadanos en general participaron de una multitudinaria marcha (alrededor de las mil personas)  en pleno centro salteño.

La protesta se inició más dos semanas atrás, tras conocerse una resolución por la cual se suspendían todos los concursos en la Facultad de Humanidades. Bajo la excusa de gastos excesivos, la medida tuvo algo de vendetta contra autoridades -y una facultad en general- que no apoyó a Claros en su reelección.

Con el paso de los días, el conflicto se ha hecho más amplio. Porque ya no tiene que ver solamente con la suspensión de unos concursos que precarizaban el nivel educativo de miles; ahora las demandas de los que han tomado el rectorado se han ampliado. Exigen autonomía de las facultades,  más  y mejoras becas y aulas dignas. Cuestionan, además, los derroches económicos de las autoridades: “¿Te parece bien un sueldo de 43 mil?”, se puede leer en uno de los carteles.

La marcha del viernes fue pacífica, como toda la protesta. Fue, incluso, alegre: los jóvenes cantaban y saltaban, frente al Mc Donalds y a la mirada petrificada del Virrey Toledo, en manos del que alguien logró depositar una cartulina con una consigna a favor de la educación pública (ya que todos entienden la avanzada de Claros y los Claro’s Boys como una forma de contaminar con las lógicas de empresa  a la universidad; esto es clave para entender la magnitud del conflicto: ya nadie pelea por 15 concursos suspendidos, el debate y lo que los Claro’s Boys tratan de hacerle a la Universidad va mucho más allá).

La cartulina con la consigna a favor de la educación pública quedó en manos del Virrey Toledo, al menos, hasta el sábado a la tarde. Una mano azul, luego, recibió la orden de hacerla desaparecer.

Falto de luces

Víctor Claros no sólo apuesta al desgaste del tiempo (porque sabe que a él también lo desgasta). Ha desperdigado, además, todo tipo de mentiras para tratar de desprestigiar y quitarle fuerza a la protesta.

Se ha dicho, por ejemplo, que la toma era violenta; algo que los que han pasado por allí saben no es verdad.  Uno se topa, solamente, con rostros algo ingenuos, no corrompidos, y sobre todos felices, que sólo pueden tener personas que están convencidas de que están haciendo algo bien, algo que los trasciende.

Se ha dicho, asimismo, que por La Toma no se podría acceder a la biblioteca y no se podría continuar con normalidad el dictado de las clases; la biblioteca está abierta, como siempre (en horarios reducidos, pero por falta de personal, en todo caso, por falta de presupuesto) y las clases se siguen dando.

En un comunicado de mediados de semana, los jóvenes tuvieron que hacer otra aclaración: allí se desmintió al decano de Exactas, quien había expresado a un medio que “cuando los sueldos no se paguen nadie se hará cargo de que la toma obstaculiza estas gestiones administrativas”; sin embargo, los alumnos indicaron la toma es solo de rectorado y el consejo superior, el resto de la administración funciona normalmente, por lo cual, si no hay pago, será responsabilidad sólo del Rector.

El plan B de Claros es aún más terrible. Hasta hace unos días era sólo un rumor, pero el sábado Cuarto Poder confirmó de distintas fuentes el intento de formar una contra marcha el viernes pasado. Las fuentes confirmaron el intento de armar una patota para tratar de “disuadir” o intimidar a los que el viernes caminaron por el centro en defensa de la educación pública. Que la patota no se haya hecho presente no es consecuencia de que Claros haya recapacitado sobre lo estúpido e infame de promover un enfrentamiento de esta naturaleza (entre otras cosas porque el 80% del estudiantado de Humanidades está conformado por mujeres), sino al fracaso de las negociaciones de Claros con los que podían encabezar el grupo de choque.

Hasta antes de confirmar esta información, Claros podía ser visto como un rival respetable, más allá de las diferencias ideológicas. Él sigue pensando el mundo con la lógica menemista: cuando mira la universidad sólo ve una empresa a la que tiene que cerrarle los números. Se podía perdonar, quizá, el estar pensando ya en cargos provinciales, por su estrecha relación con el romerismo y sobre todo con el actual gobierno (tan estrecha que el gobierno de Urtubey hasta le entregó a las hijas del Rector monoambientes construidos con fondos públicos, pese a que son para gente que no tiene casas ni terrenos y las señoritas ya tenían propiedades). Pero tratar de armar una contramarcha es incentivar la violencia en contra los estudiantes, rompe todos los límites. Y ya no hay vuelta atrás.

El Origen

La Toma lleva casi 20 días, pero el origen del conflicto fue hace casi 2 meses, cuando docentes de la Facultad de Humanidades se dieron con la falta de la mitad de su sueldo: de 3000 pesos a 1500.

Desde el Rectorado, dijeron que se tomaba esta medida porque la Facultad de Humanidades se hacía La explicación a esta disposición que no tuvo resolución, fue que Humanidades se había sobrepasado en su presupuesto otorgando extensión horaria a educadores.

Las discusiones internas terminaron con la aprobación de la resolución Nº 340, a través de la cual se congelaron los concursos docentes en la Facultad de Humanidades.

Después los jóvenes tomaron el rectorado y ahora Claros ya no sabe qué hacer para destrabar el conflicto que su administración empezó dos meses atrás.

Tras los primeros días de la toma, la reacción del Clarismo fue hacer un tour mediático para desprestigiar a los jóvenes y a las autoridades de la Facultad. Días después, cuando acaso Claros y su entorno empezaron a dimensionar la gravedad del conflicto, recularon con la resolución N’340.

Pero las metas y peticiones de los jóvenes van más allá del sueldo de un puñado de docentes.