A pesar que el flujo de migrantes españoles mermó en las últimas décadas, siguen siendo la colectividad europea más numerosa de Salta. Gestos de su idiosincrasia se reinventen mezclados con aspectos propios del gen provincial. (Franco Hessling)

La colectividad española es una de las más antiguas en la provincia, además de ser la de procedencia europea que tiene mayor cantidad, unos 723 según estima el último censo realizado en 2010 por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). El mismo INDEC que por estos días anda perezoso, sin datos desde el recambio de gobierno.

Las fronteras pueden ser límites imaginarios que dibujan un escenario hilarante para los postmodernos, tan adeptos a la relativización empedernida, pero las nacionalidades son indudablemente semblantes sociales. En ese sentido, al ser el país colono, los españoles abrevan muchos de los visajes culturales del ser argentino.

Esa unión umbilical con España, considerando que la construcción de Argentina fue ulterior a la conquista, hace previsible que esa colectividad sea hoy una de las más numerosas en la provincia y en el país. Los ibéricos, hispanófonos como nosotros, son los europeos que pusieron los pies en estos terruños, lares antes vigorizados sólo por la sangre andina.

El año de llegada a Salta de cada uno de esos más de 700 españoles es un dato nodal para seguir con la línea histórica y umbilical, que cuánto más crece el hijo Argentina más se licúa. El 80,2% desembarcó en la provincia antes de 1991, sólo el 13,2% lo hizo entre el 2002 y el 2010. Empero, además de la pura linealidad de la merma, fácilmente refutada por el rango que abarca cada muestra -ése 80,2% toma más de una centena de años de inmigraciones-, la menor llegada de españoles a Salta también disminuyó en relación con la afluencia de otros extranjeros del viejo continente.

Mientras que antes de 1991 el Estado-Nación que encarcela a los pueblos catalanes, andaluces y vascos, entre otros, era el que más migrantes aportaba a la Argentina, en el período tomado de 2002 a 2010 fue Francia el état que más ciudadanos expulsó hacia las tierras australes. La paradoja con la doble violación y crimen de las investigadoras galas en 2011, que estaban de paseo turístico, es una perogrullada. Algunos de los salteños más truculentos, no fueron los mejores anfitriones que se cruzaron Cassandre Bouvier y Houria Moummi.

La cantidad de franceses que están radicados en Salta es de 193, de los cuales un 62,5% arribó en los últimos ocho, según el censo acaecido el mismo día que falleció el ex presidente Néstor Kirchner, el 27 de octubre de 2010. Aparentemente, los francófonos llegan aventurados, al tiempo que los españoles se afincan de manera familiar.

De los más de 700 “zezozos”, la proporción por sexo es prácticamente igual: 368 hombres y 364 mujeres. Además, hay jóvenes de menos de 20 años que viven en Salta, muchos de los cuales cruzaron el Atlántico siendo pequeños. Hay sólo 87 mujeres galas, y nada más que 15 menores de 20 años, no se asientan familiarmente.

La de la “madre patria”, como pretenden los sanmartinianos moderados, sigue siendo una de las colectividades más numerosas de Salta, ergo, una de las idiosincrasias que mayor aporta a la construcción del ser nacional, pero también del provincial. Otra paradoja: esa ontología colectiva que representa el “ser jurisdiccional” es tan líquida que hace parecer risible lo trascendental.

Algunas creaciones del ser nacional español se mixturan con el ser argentino y salteño. Con cada uno de ellos esa mezcla pinta tonos distintos, inclusive al interior de cada una de esas ontologías. Hay muchas maneras de ser argentino, y hay muchas maneras de ser salteño. Revisitemos el relativismo: cada salteño es de una forma particular, cada argentino también, lo mismo que cada español. Y francés. Cada subjetividad salteña puede estar atravesada por ciertos matices de lo español, son la colectividad extranjera más grande de la provincia, además de ser la umbilical colonizadora.

Socorro

Hacia finales del siglo XIX, en lo que fue la gran ola inmigratoria que llegó al “despoblado” país del cono sur americano, los españoles fueron los que ya se habían mestizado con los sudamericanos. Sin embargo, muchos rioplatenses, como Julio Argentino Roca (padre), quisieron creer que había que re-poblar algunas zonas. Roca encabezó nefastas campañas de exterminio de nativos, entre ellas la afamada Campaña del desierto.

En ese marco, la llegada de italianos también fue notoria. Los lingüistas argüirían que la cercanía entre el italiano y el español, ya que ambos son sistemas fonéticamente regulares (se escribe como se lee), fue una de las causas de la migración italiana al cono sur, y particularmente a la argentina. La tarantela y el flamenco sonorizaron los conventillos arrabaleros.

Pero, la oleada inmigratoria fue tan variada que llegaron hasta ucranianos como el célebre Petiso Orejudo. El oriundo de Europa del este, Simón Radowitzky, ajustició al jefe de Policía que ordenó las represiones de la Semana Roja. Lo hizo el 14 de noviembre de 1909 con una bomba casera, meses después de las sangrientas persecuciones en los primeros días de mayo de ese mismo año.

Los variopintos gentilicios de migrantes dieron lugar a las Sociedades de Socorro Mutuo. Una de las primeras en la provincia, según rememora el periodista-historiador Andrés Mendieta, fue la Sociedad Española de Socorros Mutuos, que se fundó el 8 de enero de 1882. Exactamente 4 años después de que los federales liberales del litoral ultimaran a Antonio “el Gauchito” Gil.

Sólo un año después de la conformación de la Sociedad Española, se entramó la Sociedad Italiana. Fue fundada un 23 de agosto de 1883, setentaiún años después del éxodo jujeño, en pleno combate independentista contra los realistas.

Lo cierto es que la Sociedad Española, si bien tuvo sus altibajos, se sostuvo con vigencia hasta nuestros días. Según relata Mendieta en el sitio oficial Portal de Salta, los ibéricos habrían sido bastante advenedizos. “En 1987 la situación era apremiante (…) Minutos antes de iniciarse una comida para celebrar el Día de la Raza, con la asistencia de las principales autoridades de la provincia, el sindicato de mozos anuncia la realización de una huelga -reseña el experiodista de El Intransigente. Todos los directivos se arremangaron las mangas y sonrientes cubrieron el servicio. Lo hicieron tan bien que superaron el trabajo de los profesionales en el difícil arte de servir”. ¿Tendrán algo que ver con la “picardía” criolla?