Dos juezas y un juez decidieron absolver por aplicación del principio de la duda, al productor Pablo Rangeón de los delitos de violación contra cinco mujeres. Reflexionamos sobre la sentencia con la abogada Josefina Arancibia del Instituto Jurídico con Perspectiva de Género del Colegio de Abogados.
Por Andrea Sztychmasjter
El primer día de audiencias el imputado Pablo Marcelo Rangeón declaró amenazante que daría nombres de hombres de la política implicados en el consumo de prostitución vip. Aunque después se arrepintió y negó sus precoces acusaciones, dijo haber sido amenazado por otros internos de donde desde hace más de un año pasa sus días.
¿Qué conoce Rangeón? ¿A quiénes está cubriendo? ¿de dónde vinieron esas amenazas? ¿Qué información se podría estar tapando con su absolución? Son preguntas que este juicio empezó a desenredar. Son puntas de un entramado oscuro que deja ver complicidad política y judicial.
Después de la lectura del veredicto -que fue pospuesto en diferentes oportunidades- Rangeón aprovechó la gran presencia de movileros de medios de comunicación para gritar “Se hizo justicia”, agregando insultos hacia las denunciantes.
Presunción de credibilidad
Lxs jueces de la Sala V del Tribunal de Juicio, Gabriela Romero Nayar (presidenta), Mónica Faber (vocal) y Pablo Farah (vocal interino) absolvieron por unanimidad a Rangeón por aplicación del principio de la duda, de los delitos de abuso sexual con acceso carnal y estafa. Además, lxs jueces rechazaron las demandas civiles interpuestas por las cinco denunciantes a quienes lxs magistradxs no les creyeron sus relatos, sus testimonios, sus llantos y toda la angustia exteriorizada al prestar declaración.
Por la sentencia, que deja un precedente importante en la justicia salteña sobre denuncias sexuales, hablamos con la abogada Josefina Arancibia del Instituto Jurídico con Perspectiva de Género del Colegio de Abogados, quien consideró que el fallo se presenta a contramano de la avanzada de leyes argentinas en materia de género y los tratados internacionales de derechos humanos que establecen como principios constituciones los derechos de las mujeres a vivir una vida libre de violencias.
– ¿Cuál es su visión respecto a las denuncias por violencias sexuales y las pruebas que las propias víctimas deben generar para que les crean?
Es muy importante la perspectiva de género como la sana critica racional aplicada en cada caso concreto, que tenga en cuenta no solamente el hecho en sí sino el contexto en el que el hecho se dio. Me parece que eso falta implementar mucho, así como la presunción de credibilidad en la palabra de las víctimas. Así como tenemos la presunción de inocencia, se debería empezar a implementar la presunción de credibilidad. Estos delitos ocurren en la intimidad de las personas por eso toma importancia el tema del testigo único que es la propia víctima.
-Si bien existe por ley la capacitación a efectores judiciales, ¿qué cree es necesario para que la justicia deje de ser patriarcal?
Tenemos la Ley Micaela, la capacitación obligatoria. Es una ley promisoria y muy loable en sus objetivos, pero de nada sirve que un juez o jueza se capacite si pertenece a una institución que es netamente patriarcal y no les cree a las víctimas.
Tenemos una justicia segmentada, por un lado, tenemos los juzgados en violencia de género que dictan las medidas protectorias, por otro lado, los juzgados penales que intervienen cuando se comete un ilícito, en este caso un abuso sexual tipificado en el código penal. La victima va de puerta en puerta, aunque el hecho que denuncia sea uno, pero ese hecho que denuncia genera múltiples intervenciones, de ahí la importancia que los juzgados de violencia de género que hoy no lo pueden hacer por una cuestión de legislación, pero si se puede ser creativo para aplicar todos los recursos que hagan falta, eso lo dice la Convención de Belén do Pará para sancionar y prevenir y erradicar las violencias de género. Esto va a lograr una reparación no solo en el ámbito económico sino también en el ámbito simbólico, eso va a generar una reparación en la subjetividad de las víctimas, es importante que desde la justicia se reconozca que ha sufrido una situación de violencia y se declare con un grado de certeza necesaria, para iniciar su camino de reparación, eso está faltando. Podría ser un gran avance los juzgados multifueros que abarquen todas las cuestiones.
Por otro lado, es necesario un posicionamiento de cuestionar los privilegios y de salir del status quo que genera violencia, de manera interseccional. Y el feminismo es lo que viene a interpelar eso establecido, es fundamental el cambio desde esa esfera política, un cambio social y cultural.
-¿Qué mensaje considera da a la sociedad fallos como el de Rangeón?
El mensaje es impunidad lisa y llanamente a los agresores, y no es un caso aislado. Un mito que gira en torno a la violencia de género es que ‘ahora todas van y denuncian’ y no, es muy difícil, requiere un desgaste muy grande en la persona que denuncia y no digo que no hay denuncias falsas, pero la mayoría es más lo que pierden que lo que ganan. Desgaste emocional y económico, no es tan así a la ligera. Este caso ha sido mediático, pero hay casos en los que la víctima presenta pruebas porque la carga va hacia la víctima, en demostrar el daño que se le ha ocasionado y ahí también aparece la revictimización en el ámbito judicial y sobre el cual hay que trabajar mucho.
Lo que si rescato es la posibilidad que tuvieron las victimas de confluir en todos los relatos, me parece que transitarlo de manera colectiva es mejor que hacerlo en soledad porque están los prejuicios en torno a la violencia.
-¿Qué reflexión nos puede dar sobre la cosificación femenina y la mirada masculina y femenina?
Me parece que es un tema que viene desde siempre, el cuerpo de la mujer y las identidades femenizadas en la mira como el contrapunto del razonamiento en el varón. A la mujer siempre se la ha juzgado por el cuerpo, al hombre por la mente. Forma parte del razonamiento occidental. Es algo sobre lo que tenemos que hablar, en relación en cómo nos atormentan todo el tiempo por tener un determinado cuerpo hegemónico, está muy naturalizada la violencia simbólica. En estos días por ejemplo salió el tema del cuerpo de Wanda Nara, todos opinando sobre su cuerpo, termina la lupa puesta en los cuerpos ajenos y fundamentalmente en los de las mujeres.