Los gritos que daba el funcionario provincial, en el ingreso del Grand Bourg, no pasaron desapercibidos.
«Le hagamos terrorismo, le hagamos terrorismo!».
Los gritos desencajados no salían de un talibán, planeando estrellar aviones ante algún rascacielos yanki, sino del Secretario de Relaciones Institucionales del Gobierno de Salta, Antonio Hucena. Estaba así, iracundo, en el ingreso al Grand Bourg. Los gritos los daba al teléfono. Parecía más una orden. Estaba tan exaltado que una vieja, que pasaba por el lugar se santiguó.
En el marco de una campaña tan inversosímil y violenta, en medio de tanta tensión, ¿puede hacer un exlegislador y actual funcionario provincial puestas en escena de esta naturaleza? ¿Para qué gritar donde todos lo ven y escuchan?
¿A qué se refería? ¿A quién? ¿Quién lo escuchaba? ¿Le hará caso?
Eso de andar gritando como Patrón del Mal en la puerta de la casa de gobierno es de otras épocas.