Estamos en la era del capitalismo afectivo, de las relaciones fugaces, del amor líquido, de los engaños y de las monogamias encadenadas. En la era de las personas dependientes vs las existencias solitarias, de las vidas miserables y del eterno vacío.

La virtualidad nos permite mucho, nos aumenta el potencial de ser sujetos y a la vez nos transforma en seres valorables a nivel económico más allá de nuestra productividad laboral. Hoy en día se valora nuestra riqueza por ser poseedoras, no sólo de materiales tangibles, si no de una vida que requiere socialización, es decir requiere afectos.  Vamos, que  nuestras relaciones, y nuestros afectos en general, se han transformado en un potencial para obtener dinero.  Estamos metidas hasta arriba en redes sociales o webs de contactos, existen incluso proyectos artísticos que plantean cosas tan inverosímiles como fomentar la amistad entre personas que tienen en común únicamente antipatías (My Frienemies, Angie Waller, 2007)

Estamos en la era del capitalismo afectivo, de las relaciones fugaces, del amor líquido, de los engaños y de las monogamias encadenadas. En la era de las personas dependientes vs las existencias solitarias, de las vidas miserables y del eterno vacío.

Se nos planea la ruptura del amor romántico como arquetipo relacional estándar y nos llegamos a creer que con romper los diez mitos es bastante, que solas nos valemos y que todo el trabajo está hecho.  Y sin apenas darnos cuenta nos condenamos a una existencia vacía y a la siembra de cadáveres constante. Relaciones fracasadas, mucho dolor, excesivo sufrimiento y años de terapia. Y todo por no ser capaces de sentarnos en una mesa y gritar a viva voz que nos da un miedo atroz amar y sufrir. Nos convertimos en témpanos de hielo a cambio de evitar el sufrimiento. Evitamos sentir fuerte, vaya ser que la ostia sea tan grande como para no recomponerse.

Parece que nos presentan dos únicas opciones: o sucumbimos al amor romántico o lo superamos cayendo en el más frívolo poliamor. Por favor, la manera de romper con el amor romántico no puede ser un poliamor casposo normativo y heterocentrado que excluya de manera sistemática a ciertos colectivos y que reproduzca patrones cargados de machismo. No vamos a romper el amor romántico para vivir la misma basura por duplicado.

Y es que en ambos sistemas , de una manera u otra, siempre hay una persona que ostenta el poder y otra que lo padece. La que se entrega siempre sufre, la elegida siempre hiere. Y es que da igual olvidarse de los cuidados porque creemos que nuestra pareja nos pertenece que olvidarse de los cuidados porque nada ni nadie puede permitirse el lujo de “atarnos”. Da igual cambiarle el nombre si vamos a seguir construyendo en vertical, vamos a seguir hiriéndos porque construiremos desde el mismo lugar: el miedo a mostrarnos vulnerables y el pánico a sufrir.

Señoras, si amamos van a herirnos. Pero aunque el dolor sea inevitable el sufrimiento siempre es opcional y creo que es evidente que nos sentiríamos mucho mejor si construyéramos desde otros lugares, donde abundase el cuidado y las relaciones se plantearan desde la horizontalidad.

Hay miles de referencias para repensar el amor: libros como Ethical Slut (Easton y Hardy) o Opening Up (Tristan Taormino) plantean maneras distintas de concebir el amor, los talleres de Occupy Love (Brigitte Vasallo) son un gran referente para reflexionar sobre los afectos y no morir en el intento y en proyectos como Golfxs con principios podemos encontrar incluso servicio de coaching para personas con identidades de género o sexualidades diversas.

Mostrarnos vulnerables es un modo imbatible de revolucionar los afectos, de enfrentarnos a una sociedad que nos quiere sumisas y obedientes gritándole a la cara que no nos da miedo lo que pueda pasarnos.

* Este texto esta escrito íntegramente en femenino como reivindicación política frente a la invisibilización constante de la mujer.

Silvia Valle

Pedagoga y Activista.

http://queerpunkriot.wordpress.com

Ilustraciones: Huck

huckisup.wordpress.com