Se presenta “El libro de la guerra”, la obra número 94 de Agüero Molina, el escritor más premiado y prolífico de la literatura salteña

Reportaje de Rox Kostzer
-El libro de la Guerra, su nueva novela histórica ¿revela una vez más tu pasión por desmistificar lo aprendido?
Hasta cierto punto es así, profundizando un área de la historia que inicié hace quince años con “El trazador de círculos”, fijando como hipótesis que prácticamente nada de lo que cuentan la Biblia y los Evangelios es cierto: solo son mitos fundacionales de la nación judía tomados prestados por el cristianismo y deformados por la influencia griega de Paulo de Tarso. Como escritor, pero más como curioso de la historia, ha sido muy satisfactorio para mí que Filkenstein y Silberman, los científicos israelíes autores de “La Biblia desenterrada”, hayan llegado a la misma conclusión, probando que gran parte de los sucesos que se cuentan como históricos nunca lo fueron. Cuando planteé que los judíos no fueron esclavos de los egipcios, no salieron de Egipto, no cruzaron el mar Rojo ni se perdieron en el Sinaí, fui tildado de loco fantasioso, pero la ciencia hoy da la razón a mis hipótesis, las que tampoco fueron gran cosa: cualquiera que leyera un par de libros por fuera del fanatismo religioso hubiera llegada a la misma conclusión; la diferencia que marcaron Silberman y Filkestein es que lo suyo se apoya en la rigurosidad arqueológica y no en la narrativa literaria. Si uno piensa un poco, también concluye en que gran parte de la educación recibida se apoyó en falsedades, en asuntos inexistentes y en versiones antojadizas, por lo que buscar la verdad es casi una obligación moral; de allí a decir que nadie que conozca la historia puede tomar en serio a la política, no hay más que un paso.
-¿Cómo surge la idea de un personaje como Hamadi, que se anima a romper con las creencias de su época?
Necesitaba un personaje testigo, alguien que guiara al lector a través de los años en los que los egipcios solucionaron su conflicto con los hyksos mediante una negociación forzada, la guerra de la que habla el libro, la que los convenció de abandonar el bajo Egipto y partir a las tierras de Canaán, que también estaban bajo dominio egipcio. Ese fue el éxodo que luego pasó a la historia como el éxodo judío, que no fue judío, sino de los pueblos hyksos y de un sinnúmero de otras naciones, como la de los apiru, el pueblo abrámico menos conocido y más influyente de aquel paso. Hamadi tiene una vida que refleja la búsqueda del conocimiento, instruido por el sumario Ishme-Dagán para instruir a su vez al pequeño Moisés, adoctrinado para cumplir con el éxodo que reforzaría el nacionalismo egipcio y abriría la puerta a la llegada del monoteísmo, una de las tres o cuatro grandes revoluciones sociales de la humanidad.
-¿Por qué el tema elegido son los dioses y cómo lo relaciona con la guerra?
En mi opinion, la religión es el gran asunto humano: ¿de dónde nos viene la curiosa fascinación por los dioses?
¿cómo es posible que alguien pueda creer en un dios a la vez que duda de todos los demás dioses? ¿en qué se funda su absurda seguridad? Hoy se calcula que hay alrededor de un millón de dioses en el mundo, lo que vuelve casi cómico que un grupo crea que solo su propio dios es real y que todos los demás son falsos. Es casi ridículo, pero muy atractivo desde el punto de vista antropológico: ¿no se dice “todo hombre necesita creer en algo”? Pero es una falsa hipótesis: lo que todo hombre necesita es tener algo con lo cual sentirse bien y a la inmensa mayoría le resulta más fácil creer en lo que le dicen y sentirse bueno a cambio de cargar un símbolo. Parece funcionar, pero si de verdad funcionara, el mundo no sería lo que es: en eso consiste la guerra eterna.
-Con varios de sus libros tuvo problemas por ir contra lo establecido. ¿Cree que el Libro de la Guerra provocará algo parecido?
No lo creo, porque a la gente cada vez le interesa menos saber cosas: vivimos en la era del entretenimiento estúpido, no del conocimiento. Que un pibe salteño gane un premio de física en los Estados Unidos no importa a nadie, pero que si sale en Gran Hermano se conmueve hasta al gobernador, lo que habla del paupérrimo nivel intelectual que predomina en todas las áreas, especialmente en la política. Lo mejor de escribir novela histórica es que, aunque uno se sitúe en el siglo 16 antes de Cristo, habla de lo que ocurre hoy, pues el tiempo humano es el mismo.