Hablamos con Maru Rocha Alfaro productora general de la docuserie que aborda el “chineo” en el caso de Juana, una niña wichí de 12 años que en 2015 fue violada grupalmente por ocho varones criollos en Alto La Sierra.

Andrea Sztychmasjter

“Ahatay. El demonio blanco”, serie que indaga en la problemática de las violaciones grupales de niñas y mujeres indígenas del Chaco salteño, conocidas como “chineo”, se estrenará en Canal Encuentro y puede verse online a través de la plataforma de Youtuve del mencionado canal.

En esta oportunidad entrevistamos a la productora general de la serie, María Eugenia Rocha Alfaro es además Licenciada en Comunicación Social con perspectiva de género y diversidad, Capacitadora, Periodista, Conductora radial, Productora audiovisual y Coordinadora de Contenidos Radio UNSa.

¿Qué significó para vos ser la productora general de este proyecto que muestra el machismo en una provincia ultra católica?

Es un gran desafío trabajar con perspectiva de género y diversidad en una provincia como la nuestra que, además de conservadora, se silencian y naturalizan los contextos patriarcales en los temas más preocupantes e importantes como lo son los embarazos en niñas, adolescentes y jóvenes mujeres, productos de los abusos sexuales y la practica naturalizada de la violencia sexual. Esto pasa en las comunidades indígenas y esto pasa también en el ámbito religioso, de maneras o con prácticas diferentes, aunque con una misma mirada, la colonial, el hombre blanco, el criollo, es el dueño de la tierra, es la autoridad patriarcal y es dueño de todo lo que habita ahí, incluyendo las personas.

Mostrar una parte de ese contexto, que es complejo y cruel, en el que ocurren estos delitos de violencia sexual hacia las niñas indígenas, está siendo uno de los mayores desafíos que me tocó sortear en mi vida personal y más aún en el ámbito profesional. Significó de mucho aprendizaje territorial vivenciar durante el rodaje de la serie el impacto cotidiano de la desigualdad social y de género, el racismo, la discriminación, la xenofobia y la crueldad humana. Convivir con esto es muy distinto a leer, estudiar o entrevistar sobre el tema, es vivenciar el sufrimiento cotidiano y la falta de acceso a los derechos esenciales de muchas personas, como el agua potable y la comida, pero que se profundiza en las infancias, las mujeres y las diversidades.

– ¿Qué experiencia nos puedes compartir respecto al trabajo de las mujeres en la producción audiovisual, ámbito históricamente ocupado por hombres?

Mi profesión es el periodismo feminista y la comunicación social con perspectiva de género y diversidad, llevo produciendo con esta perspectiva más de 15 años en distintos medios locales de Tv y radio.

Integrar este tipo de producción con el ambiente técnico del cine fue un arduo trabajo inicial, ya que la producción en el cine tiene una mayor mirada y presencia masculina. Integrar las formas y lógicas de producción del ámbito de la comunicación con perspectiva de género y el cine fue uno de los grandes desafíos en el que avanzamos desde el inicio de este proyecto audiovisual y que hoy el resultado es que se lo puede ver en la pantalla nacional, esto es un gran logro más en este contexto actual.

La realidad en Salta es que la producción de los medios de comunicación está hecha en su mayoría por mujeres pero que poco o nada son visibilizadas y mucho menos su trabajo es valorado, aunque la gran mayoria es profesional o técnica, es decir, tienen título, es un saber que se «ningunea», se cuestionan las decisiones permanentemente, se pone en duda la capacidad y solo por mencionar algunas. Todas estas son prácticas machistas del ambiente laboral que también las realizamos las mujeres, no solamente los varones. Sumemos a esto a aquellas que decidimos transitar el camino de la maternidad, que estamos criando y que nuestro tiempo y responsabilidad cotidiana se divide también en lo que implica esta intensa labor, lo que remite al cuestionamiento del uso del tiempo de las mujeres en la economía feminista. ¿Por qué menciono este contexto? Porque me tocó realizar el inicio de la producción de esta serie de docu-ficción con mi hijo, en ese momento de 8 años, con fractura de tibia y peroné, estuvo 2 meses sin ninguna movilidad en casa, sin ir a la escuela y ese fue el tiempo que tuvimos también para iniciar este trabajo audiovisual. Cuando fuimos a rodar a Tartagal recién mi nene tuvo el alta para ir a la escuela y yo me tuve que ir 3 semanas a filmar y dejarlo en medio de su recuperación, esa situación me costó y me dolió mucho como mamá. Y aunque su papá (con quien estamos separades) está muy presente en toda la cotidianeidad, también es una realidad que existe una mayor demanda emocional y de presencia física a las mamás, más aún si están enfermos. Todo esto implica mucho tiempo de cuidados para las mujeres, entre otras cosas y que el mercado laboral no contempla para quienes nos desempeñamos de manera autónoma. Sumo a esto que otros 2 trabajos son los que, en ese momento, me sostenían mensualmente de manera autónoma. Cuento todo esto porque es parte de la descripción de las situaciones inequitativas de multitareas, inestabilidad y precarización laboral que vivimos las mujeres que somos mamás y que implican una gran carga de trabajo doméstico que es entendido en el sistema económico como natural de nuestro rol por ser mujer. Sos profesional, sos trabajadora, sos mamá y tener 3 trabajos es visto como «normal» y tenés que funcionar en el mercado laboral muy bien así. La producción audiovisual es un trabajo que necesita de muchas personas durante las distintas etapas de producción, incluso ahora que ya está terminado el producto audiovisual y todo ese trabajo y en la mayor parte de las etapas de la producciòn audiovisual lo lleva adelante una sola persona.

– La serie fue ganadora del Concurso Nacional Renacer Audiovisual 2021 por la región NOA, ¿cómo es el proceso de participación de un concurso de esas características?

Agradezco haber tenido la posibilidad de participar y ganar este concurso, con un acompañamiento hasta el final por parte de Contenidos Públicos, que en definitiva es quien posibilita que hoy estemos en la pantalla de Cana Encuentro. Aunque es un proceso de mucha responsabilidad, burocracia administrativa y técnica que lleva un tiempo que te excede a los tiempos de la labor en sí, lo que impacta en un excesivo riesgo económico y fiscal, más aún si lo hacés de manera autónoma. Es necesario articular y simplificar los circuitos administrativos para estas convocatorias y todo el proceso que sigue sobre todo en lo que respecta a la vinculación entre los organismos nacionales y provinciales, entre otros organismos nacionales y sus delegaciones locales y el propio estado nacional entre sus distintos organismos para comprender lo que implica el trabajo cultural y de comunicación en territorio y cómo se vincula todo esto con el sistema de AFIP, que está estandarizado y que muchas personas que nos desempeñamos en distintas ramas de la comunicación y la cultura no estamos comprendidas en los estándares de AFIP, que son muy altos e inequitativos para nuestra labor y esto nos perjudica mucho.

– La docuficción aborda el tema del chineo, ¿cómo surgió la idea de realizar una serie sobre el tema?

En 2021 también fue uno de los proyectos ganadores del Primer Concurso Audiovisual Regional “Nuevas Miradas del NOA”, donde se desarrolló en clínicas con profesionales del NOA un formato de serie web y con la idea original de abordar la temàtica surgida por una tesis comunicacional (2018/19) que Dolores Plaza dirigió y Diana Deharbe co-dirigió, donde se analiza el abordaje mediático del “caso Juana”. En 2020 Plaza plantea la idea de llevar la temática a televisión, algo que ya venían dialogando con Deharbe y me convocan para llevar adelante la producción, allí también decidimos llevar adelante la temática como un proyecto audiovisual de activismo feminista ante los rumores sobre las rebajas a las penas a los violadores de «Juana».

– Desde la visibilización del terrible caso de Juana en 2015 hasta la fecha crees que han cambiado cosas en Salta, ¿cuáles y por qué?

El hecho de qué se hable del «chineo» y lo que esto implica es un gran avance en la transformación social y cultural, se visibiliza una práctica colonial, racista y machista y la sociedad empieza a hablar de esto y a entender que no es ni cultural, ni normal. Esto es un avance. En cuanto al abordaje de estos casos en la salud y la justicia aún falta mucho camino por recorrer, las mujeres indígenas no tienen facilidad de acceso para realizar las denuncias y mucho menos para continuar con el proceso, esto es una gran brecha de acceso a los derechos, a la justicia y la inequidad persiste y sobretodo de una educaciòn no racista, ni clasista sino que contemple una mirada interseccional, es decir, una mirada que analice los factores sociales como el género, la etnia y la clase social donde el idioma de las naciones indígenas es central para poder comunicarse y entenderse. La justicia de Salta después de este caso lo empezó a implementar tímidamente y la salud lo hizo sobre todo después de la pandemia, pero falta mayor voluntad política e institucional para que se realice y sostenga.