La ministra María Inés Diez fue la funcionaria que mejor defendió la necesidad de aprobar el Código Procesal Penal con argumentos provenientes de la tradición autoritaria: poner el todo por sobre las garantías individuales y necesidad de llegar a logros apelando a cualquier medio. (D.A.) Si la identidad de una persona dependen de algunas de las circunstancias que marcaron la vida de la misma, es evidente que la actual Ministra de Justicia, María Inés Diez, pueda ser disculpada por sus ideas aunque nada nos impida afirmar que tales ideas atentan contra las normas de convivencia democráticas. Para confirmarlo, conviene recordar que la actual ministra se desarrolló en un hogar afortunado en donde la madre era ministra, aunque de la sangrienta dictadura militar instaurada en marzo de 1976. Hablamos de Nancy Gubau de Diez, la ministra de educación de la provincia durante los años de plomo.

De aquellos tiempos y aquellos cuerpos organizados de ideas que la madre de la ministra ayudó a propagar durante la dictadura, puede que provenga esa peligrosa idea con la que María Inés Diez defendió la reforma de Código Procesal Penal: “Para evaluar el proyecto que aprobaron los diputados y el articulo que se refiere a las requisas, tenemos que analizar que el bien jurídicamente protegido en este caso es la sociedad y eso es lo más importante”, dijo primero. Luego remató con lo siguiente: “Queremos ir contra la venta de drogas pero cuando avanzamos y tomamos medidas, surgen las críticas”. ¿De dónde provienen esos enunciados que habla en nombre de la colectividad a la que hay que proteger con cualquier medio aun cuando la protección quede en manos de una aristocracia que en este caso es la policial? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que algunas ideas parecidas se publicaron en folletos que los ministros de educación de la dictadura se encargaron de difundir en las escuelas

El folleto se titulaba “Conozcamos a nuestro enemigo” y a la manera de los manuales medievales, buscaba que los buenos cristianos denunciaran subversivos escolares. La publicación del mismo se autorizó el 27 de octubre de 1977, cuando el entonces Ministro de Cultura y Educación de la dictadura emitía la Resolución Nº 538. La misma disponía también que el folleto se distribuyera en todas las escuelas del país a fin de que los directivos lo difundan entre los docentes y administrativos de las escuelas. El artículo 3º de la resolución aclaraba que los contenidos se debían dar a conocer también a los educandos, mientras el artículo 4º advertía que “el personal de supervisión controlará el cumplimiento de lo dispuesto”.

El documento buscaba sumar a los docentes a la guerra que los militares decían librar buscando convencerlos sobre la naturaleza vil de los adversarios calificados como Bandas de Delincuentes Subversivos Marxistas (sic). Partían de la convicción de que el marxismo trabajaba sobre los estudiantes preescolares, primarios, secundarios y universitarios porque buscaba que las ideas inculcadas en el ciclo primario son profundizadas en el secundario y complementadas en el terciario “para luego, como docentes y ya en un rol decididamente activo, continuar la tarea de formación ideológica marxista en las nuevas generaciones…”.

Los ideólogos del proceso de reorganización nacional creyeron identificar bien las ideas que carcomían al ser nacional al que había que proteger por sobre todas las cosas, como hoy sostiene la hija de quien fuera ministra de educación: la ofensiva marxista se proponía “emitir un tipo de mensaje que parta del niño y que le permita “autoeducarse” sobre la base de la “libertad y la alternativa” (entrecomillado en el original). Un párrafo después nos informa aún más: la perversión marxista buscaba enseñar a los niños a “no tener miedo a la libertad, que los ayuden a querer, a pelear, a afirmar su ser”. Es esta, sostienen, la condición de posibilidad para que durante el secundario y la universidad los jóvenes desarrollen conductas hostiles contra la sociedad en la que viven y que, según ellos, obviamente, estaba asentada a subvertir instituciones y valores fundamentales: “espirituales, religiosos, morales, políticos, Fuerzas Armadas, organización de la vida económica, familiar, etc.”. he allí la subversión cuya naturaleza, según los militares, radicaba en que “por pequeña que pudiera ser, siempre es un apéndice de un todo homogéneo y mundial dirigida centralizadamente por los estados líderes marxistas leninistas, que han hecho de la ideología el principal medio de dominación”, cuyo objetivo no es otro que “la conquista de la población mundial partiendo del dominio de la psiquis del hombre”.

Y aquí, justamente, llegamos al denominador común entre los argumentos de la  dictadura y los que balbucea la ministra de justicia en otro contexto y en nombre de otra lucha: la idea de que libraban una guerra que lo justificaba todo.