Martín Miguel Güemes Arruabarrena
Ingresados en la segunda década del Siglo XXI, transcurridos 79 años del hecho más significativo del movimiento social argentino (que siempre fue inclusivo no excluyente), es preciso repasar los hechos anteriores que desencadenaron el acontecimiento. En forma indubitable, conceptuamos que el período 1930 – 1943 es fundamental para entender la sublevación de los sectores populares, la aparición del Caudillo que los representase evolutivamente, al grito: ¡Perón, Perón…!
El nefasto golpe de Félix Uriburu, con su carga de reacción nacionalista, fundamentalmente conservadora (Matías Sánchez Sorondo), el autoritario liberalismo del General Agustín P. Justo (el fraude patriótico), la defección de los radicales antipersonalistas, la presencia del socialismo independiente, de los demócratas progresistas, convalidaron el Estatuto Legal del Coloniaje. La situación internacional, fue compleja: crisis global financiera (1929), auge de los movimientos fascistas en Europa (1939), el crecimiento imperial ruso de la mano de hierro de Stalin y el reacomodamiento del capitalismo con eje en el enfrentamiento soterrado de Gran Bretaña y EUU (incentivando el dominio de nuestra economía nacional), son factores fundamentales para visualizar el cambio político, social y económico que gestó Perón, y el Peronismo. No debemos tampoco olvidar que en las fuerzas armadas, base insoslayable del desarrollo de las industrias básicas, también se comprobó una fuerte autocrítica interna (contra Uriburu, Justo, Ortiz y epígonos). Todo convergió en el movimiento cívico militar del 4 de junio de 1943. El cual fue un llamado a somaten contra el régimen imperante. Calificar al golpe de estado contra el fraude electoral, la corrupción ambiente, la inoperancia de los partidos políticos, y la entrega económica como fascista, o simplemente: corporativo, es ignorar los hechos mencionados. Cosa que todavía sucede, sugiero leer: editorial de La Nación, del domingo 2 de Octubre del 2011, Fascinación por el Pasado, donde afirman: El oficialismo exhibe una regresión hacia la concepción autoritaria que caracterizó al primer peronismo. La tribuna de toxina (al decir de Leonardo Castellani), representativa de la inercia mental de nuestras clases medias altas, exhibe una inmadura atracción por endilgar a Perón estar encandilado por el fascismo. Comparan de este modo al primer peronismo con el Kirchnerismo ¿es así como afirman? ¿Existe este parecido? Es para analizarlo en otra oportunidad, antes debemos redondear lo que venimos afirmando. Las excepciones a la corrupción política y económica (1930 – 43), fueron: los luchadores contra la entrega nacional: fundamentalmente los radicales Yrigoyenistas, forja, y Lisandro de la Torre, confirman la regla: la llamada década infame (por el patriota José Luis Torres) no era ni tan década ni tan infame (basta proyectarnos a nuestro tiempo). De la Torre terminaría sus días drásticamente, al igual que Lugones (autor del exabrupto conceptual: la hora de la espada), Manuel Ugarte recorriendo América, tarea altamente elogiable, aunque fuera de nuestro país. En ese tiempo, los salteños en el poder nacional eran protagonistas esenciales de los hechos históricos. Uriburu abría la marcha ¡con los cadetes del Colegio Militar de la Nación! (1930) Patrón Costas – protagonista principal de esos años–estaba destinado por la Cámara Argentino – Británica a cubrir las formas cívicas, y llegar al poder (1943). Uno olía a petróleo transnacional, otro azucaraba el ambiente. Ambos representaban el señorío de Salta, los clanes familiares, el nepotismo. Con su haber y con su debe (comparemos con nuestros días). Lo cierto, que la democracia se convirtió entonces en una entelequia para elegidos. Federico Pinedo, socialista, afirmaba que eran los Tiempos de la república… mientras firmaban el Pacto Roca Runciman a favor del Imperio Británico. El pueblo quiso saber de que se trata, irrumpiendo en la Plaza de Mayo. Los cabecita negra venidos del interior profundo, buscaron un lugar bajo el sol. Al igual que la chusma en tiempos de Yrigoyen. Reconocemos que el Capitán Perón participó de la revuelta del 30 (con Uriburu), que adhirió también a la acción del General Agustín P. Justo, y que pacto con Patrón Costas (después del 46); sin embargo nadie puede negar que Perón fue más allá que Uriburu, Justo y Patrón Costas, supo comprender el momento histórico, y potenciar a las masas populares en una revolución nacional y popular ¡en un país dependiente! Su pragmatismo fue palpable (tal como afirma Raymond Aron). La convocatoria amplia, sin tinte ideológico, fue evidente; se incorporaron nacionalistas, conservadores, liberales, radicales, socialistas, comunistas e independientes. Su primera presidencia estuvo sostenida por la Iglesia, el Ejército, y los Sindicatos (1946). En su segunda presidencia (1952) el giro táctico de Perón, complaciente con el liberalismo progresista, en tensión con la izquierda “nacional”, sumado al autobombo de los serviles, oportunistas y especuladores, motorizados por su omnipotente egolatría personal, lo llevaron a convocar una reforma constitucional (cuyo objetivo era suprimir el artículo 40 de la Constitución vigente), bajo pretexto de avances civiles. Su miopía ante la conspiración cívico militar que gestaban sectores perjudicados por su gobierno, de la iglesia jerárquica, camarillas de las fuerzas armadas (principalmente la marina) y capitostes de la masonería (motorizada por Gran Bretaña), lo llevó al exilio. Lo demás, es conocido: violencia jurídica que engendró violencia política, económica y social. Me refiero a la derogación por bando de la Constitución vigente (1949), y el llamado ilegitimo a constituyente para reestablecer la Constitución histórica de 1853 /60, con beneplácito de la dirigencia de los partidos políticos, que se sumaron al carro del vencedor: Aramburu /Rojas. El Ministro de Economía Raúl Prebisch, en su informe económico (1956), afirmó: “estamos en la peor crisis de la economía argentina”. Es la clarinada de los endeudadores seriales, el llamado al FMI, al Banco Mundial.
Lo esencial del 17 de octubre, más allá de la lealtad al Caudillo (que vociferan algunos peronistas), es que allí volvió a encarnarse el espíritu de la tierra. Cuya primera manifestación fue el 5 y 6 de abril de 1811, en la revolución de los orilleros porteños en procura de defender a otro Coronel del pueblo (Cornelio Saavedra), con la esperanza de enderezar los acontecimientos forjadores de la nacionalidad.
El 17 de octubre fue interpretado correctamente por Raúl Scalabrini Ortiz, el 17 de octubre es parte de las devociones del hombre argentino. En una Tierra sin nada, tierra sin profetas, no es poca cosa… ¿Qué piensa la juventud actual de ese acontecimiento histórico? El ensayista George Santayana, afirmaba: “(…) Los que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo.” Nos preguntamos: ¿Volverá a gestarse una nueva unidad nacional? ¿Identificaremos los disensos y consensos del pasado argentino? ¿Seremos capaces de construir puentes para lograr la concordia? Para contestar estas preguntas, es preciso realizarnos una autocrítica profunda, que cale en el hueso de nuestras frustraciones como Nación.
En relación a los sectores no peronistas, es interesante recordar lo que expresaba José Ortega y Gasset (filosofo español, amigo de nuestro país), por aquel tiempo: “(…) ¿Por qué se han contentado con insistir en los pensamientos recibidos, a pesar de notar reiteradamente que no coinciden con su espontaneidad? Prefieren servir sin fe bajo unas banderas desteñidas a cumplir el penoso esfuerzo de revisar los principios recibidos, poniéndolos a punto con su intimo servir. Lo mismo da que sean liberales o reaccionarios: en ambos casos son rezagados. El destino de nuestra generación no es liberal o reaccionario, sino precisamente desinteresarse de este anticuado dilema.”. Con respecto a los justicialistas adormecidos en la almohada muelle de la inercia mental, y a los peronistas entretenidos en los vericuetos del poder, cito a don Raúl Scalabrini Ortiz, cuando afirmó: “(…) Creer. He allí toda la magia de la vida. Atreverse a erigir en creencias los sentimientos arraigados en cada uno, por mucho que contraríen la rutina de creencias extintas, he allí todo el arte de la vida.”. Así lo sintieron y vivieron “los hombres y mujeres que estaban solos y esperaban” un renacer del alma nacional y popular.