MARTÍN MIGUEL GÜEMES ARRUABARRENA

Para comenzar, debemos ubicarnos espacial y temporalmente. Hasta octubre de 1814, estamos situados en la Intendencia de Salta del Tucumán (actual noroeste argentino y sur boliviano). Vayamos entonces, al debe y haber de las cuentas públicas. Repasemos los hechos, guiados por los historiadores salteños, Bernardo Frías, Atilio Cornejo, y Luis Güemes, a nuestro criterio quienes más profundizaron en la separación de la Intendencia de Salta del Tucumán. Situación empequeñecida, minimizada, por los historiadores del Río de la Plata, o por historierias localistas, que incentivan falsos orgullos provincianos.
Empecemos por vivir la situación económica que padecía Salta, después de los heroicos sucesos militares de la gesta Belgraniana (1812/1813), y del inicio de la guerra gaucha en el Valle de Lerma (1814). En base a informes del Cabildo de Salta, Atilio Cornejo nos pone en autos: “(…) la suma indigencia en que ha quedado esta Capital con el tránsito y estación, así del Ejército de la Patria, como del enemigo que la asoló enteramente quitando a sus vecinos los más de los bienes de que subsistían hasta dejarlos sin proporciones aún para el preciso sustento”; el acuerdo del mismo Cabildo, en octubre 29 de 1814, en cuya oportunidad se recalcaban “(…) los incalculables quebrantos que ha padecido esta Ciudad y su campaña para el desempeño de sus deberes. Agrega que después de Vilcapugio y Ayohuma, “(…L) quedó la felicidad de la Patria pendiente de la decisión de los ciudadanos de este pueblo de Salta y su campaña. Si éstos se resolvían a sacrificar sus intereses, sus familias y sus personas, el enemigo no adelantaba sus marchas y daban lugar a la organización del Ejército. Por el contrario, si cedían a los gritos y vínculos de la naturaleza, contemplando que había terminado la obligación social, los déspotas de Lima avanzaban hasta el Tucumán y nos reducían a los más grandes extremos de aflicción, que no pueden ocultarse a la comprensión más dormida.”. Caída Salta en poder de los realistas “(…) las autoridades emigraron a Tucumán, en donde, el 10 de Marzo de 1814, por renuncia del Coronel D. Francisco Fernández de la Cruz, asumió el cargo de Gobernador Intendente el Coronel D. Bernabé Aráoz. En Octubre de 1814, fue desalojada Salta por los realistas.” ¿Cuál fue el premio recibido por la Intendencia de Salta del Tucumán, por su capital: Salta, al rechazar la invasión de Pezuela? ¿Por los heroicos servicios a la Patria, realizados por sus paisanos? La división de su territorio, y el cargar a partir de este año 14, hasta 1821, con todo el peso de la guerra a muerte al invasor realista.
La actitud adoptada por el poder central (por el Director Supremo), en tratativas diplomáticas con España, no deja de ser sugestiva, y prestarse a conjeturas misteriosas. Bernardo Frías, se pregunta: “(…) ¿Por qué razón y a qué fines se desmembraba así la provincia de Salta en hora tan solemne? Por el vano y ridículo pretexto de reparar los daños padecidos por ella en la pasada invasión, y para premiar, añadía el gobierno, los distinguidos servicios hechos a la patria por el pueblo de Tucumán. Y no era ciertamente aquella hora, cuando la patria estaba en peligro, la de reparaciones y los premios. Pero una próxima y gloriosa experiencia habría de demostrar que cuando hay en los pueblos virtudes, talento y amor a la patria, los cálculos del bajo interés y de la perfidia son impotentes y quedan en la nada.”
La situación creada por el decreto del directorio, por el centralismo porteño, acarreaba incertidumbre en la desmembrada “provincia”; Atilio Cornejo expresa: “(…) La política del gobierno central, empezaba, pues, a inquietar en Salta. Dividir, para reinar. Y así fue, porque desmembrado Santiago del Estero, Tucumán y Catamarca, quedaron bajo el poder de Aráoz casi desligadas de las obligaciones de la guerra que tuvo que soportar la nueva Provincia de Salta. Buena manera de “reparar los males que la afligen”. Más le hubiera sido mejor no mentarlos y, en cambio, referirse exclusivamente a la razón fundamental del Decreto de Octubre 8 de 1814, vale decir, la “de distinguir con algún modo al glorioso pueblo de Tucumán”, que nadie discute, pero que, en aquellos momentos era inoportuno recalcar ante el peligro común de las invasiones realistas y que ingenuamente se creían terminadas. El federalismo se iba imponiendo y desgraciadamente, cundía la rivalidad de los pueblos y el sentimiento anárquico de los mismos.”
Este era el “federalismo” que proponían los prohombres del “unitarismo”, tanto en Buenos Aires, como en el norte, así: “(…) Es evidente que la desmembración de las dilatadas intendencias, formando dos y aun tres de las antiguas, era circunstancia la más propicia para debilitar la fuerza de los pueblos, divididos así en pequeños gobiernos; es evidente también que los antiguos odios y resentimientos de los centros provinciales que perdían toda aquella jurisdicción, se engrandecerían e irían a chocar con los odios y resentimientos de las ciudades sufragáneas, ahora independientes y levantadas a manera de rivales llenos de dolor y de quejas. Las antiguas provincias, relativamente poderosas por la población y recursos que les daba su vasta extensión territorial y la unidad de su mando, quedaban con esto débiles ahora y pobres. De querer hacer resistencia contra los futuros avances del gobierno central, contra el negociado con España, verbigracia, se encontrarían sin fuerzas, por estar disgregadas y rotas. Por consiguiente, débiles así, era más asequible su conquista; anarquizadas por sus celos comunes, más fácil su ocupación y dominio. Podía aplicarse en ellas la clásica enseñanza de la Escritura:” Todo reino dividido será avasallado”. (Bernardo Frías)
Luis Güemes, estudiando la personalidad y la trayectoria del Director Supremo Posadas, afirma: “(…) Atomizó la contextura social de las Provincias Unidas, creyendo en su ingenuidad que con ello cumplía un deber de buen gobernante, diciendo: “Yo no era un genio; no tenía todos los talentos necesarios para el caso, pero dormía muy poco, algo discurría, y consultaba lo que ignoraba… Algunas ciudades recibieron un nuevo realce y decoro, porque erigí en capitales de provincias las de Tucumán, Mendoza, Corrientes, Montevideo y Concepción de Entre Ríos.”
El autor del Güemes Documentado, concluye sus apreciaciones sobre Posadas (basadas en sus propias Memorias), juzgando lo siguiente: “(…) Entendemos que, don Gervasio Antonio de Posadas, no obstante sus pecados políticos, debe ser exculpado, siquiera en parte, ante la historia. Debe ser perdonado porque es exacto que él no supo lo que hacía. Y en último término por la terrible “vía crucis” que le tocó sufrir y de que dan cuenta las últimas líneas de su autobiografía, las que transcribimos a continuación, rogando al lector que medite cómo, también esta vez, se dio aquello del famoso proverbio de que: así paga el diablo a quien bien lo sirve.” Coincidiendo con Bernardo Frías, y Atilio Cornejo, yendo más allá, Luis Güemes señala como: “deletérea influencia foránea consabida” en el accionar del Consejo (del consejo lo llama) que asesoraba a Posadas.
Atilio Cornejo, afirma: “(…) La influencia de D. Bernabé Aráoz era evidente. En efecto, último Gobernador de Salta, por la ocupación realista, y con asiento en la ciudad de Tucumán, resultó ser el primer gobernador de la nueva Provincia de Tucumán, creada por el Decreto del Director Posadas; cargo que ejerció hasta 1817 y luego de 1819 hasta 1821. Su asesor fue el Dr. Serapión José de Arteaga y su Ayudante general de la Plaza, D. José María Paz. En cambio se nombraba gobernador de Salta al Gral. D. Hilarión de la Quintana, quién asumió el cargo el 14 de Noviembre de 1814 (desde Octubre a Noviembre estuvo interino el Coronel D. José Antonino Fernández Cornejo), ejerciendo dicho cargo hasta marzo de 1815 en que “renunció el gobierno porque no contaba con las simpatías de todo el pueblo, a causa de no ser natural de Salta.”
La debilidad acarreada por la división, favorecería al puerto, y también a Tucumán, que intensificó el contrabando, y el comercio con Bs. As… El mercado minero del Alto Perú, el comercio mular, interrumpido por la guerra a muerte, debilitó a Salta y Jujuy. El Dr. Bernardo Frías acierta, cuando expresa: “(…) Esta nueva individualidad (la “provincia” de Tucumán”), prematura y acaso criminalmente levantada en el peor momento, vendrá a ser fuente de males irreparables para la felicidad pública en muy cercanos días; y quizá por su causa Bolívar arrebataría a la República Argentina la corona de gloria que cupo al definitivo Libertador de la América”.