“Un 20 de Febrero de 1813 y de 1921, los salteños fuimos como pájaros”

Vuelvo al tiempo de los godos, a su jefe el Gral. Pío Tristán momentos antes de la batalla de Salta. Con su catalejo observa el horizonte. Su estrategia es cubrir la entrada posible a Salta, el camino Real.

La única que racionalmente concibe en su mentalidad española. Su visión europea, su formación jurídica, su inexperiencia militar, lo ha llevado a menospreciar a los criollos, a los gauchos. Otros senderos escapan a su imaginación, a su experiencia, a su despotismo ilustrado, absolutista. Es el típico pa’juerano, aquel que mira para afuera no para adentro. Sobre todo teniendo en cuenta que ha nacido en Arequipa, Perú.

¡Tendrían que ser pájaros para pasar esas montañas! expresa–el Gral. Pio Tristán–a su Estado Mayor, refiriéndose a las montañas del norte, situadas a su espalda. Su poética frase se transformó en profecía. El ejército patriota por senderos impenetrables, en atajos de altura, se convirtió en una bandada de pájaros. Como cóndores volaron sobre montes, ríos y precipicios… Cual brasa ardiente de la libertad, surcaron el aire de nuestra tierra. Así, Manuel Belgrano triunfó en el campo de La Cruz, en tierra salteña perteneciente a la Intendencia de Salta del Tucumán. Guiado por rastreadores de huellas perdidas… arrieros de sueños olvidados. Los “chocolate” americanos, fueron los protagonistas de la hazaña patriótica. El capitán Apolinario “chocolate” Saravia, su líder.

Pasaron los años, el 20 de Febrero de 1921 los salteños, los norteños, decidieron volver a ser pájaros. De emprender otra empresa sugestiva de vida en común. De librar otra batalla en las alturas del pensamiento y de la acción. Les hablo del ferrocarril Huaytiquina, del tren a las nubes, del vuelo de acero de un nuevo cóndor puneño. Feliz coincidencia aquella de recordar la batalla de Salta y de iniciar la construcción del C 14, del ferrocarril al Pacífico. Por alturas mayores a 4.000 metros abrirse paso buscando el mar. Para rectificar geografías, para construir la Patria Grande. Conservadores, liberales, radicales, justicialistas, socialistas, en continuidad de esfuerzos, proyectaron el destino común: ¡Argentinos, a las cosas!

El ferrocarril, como afirma Raúl Scalabrini Ortiz en la “Historia de los Ferrocarriles”, fue instrumento de dominación al servicio del capital inglés. No solamente por confluir las vías férreas en forma de embudo sobre la ciudad de Buenos Aires, sobre el puerto, favoreciendo el desarrollo de la pampa húmeda, del granero del mundo. Sino por permitir: el control de los ferrocarriles, el manejo de tarifas diferenciales, de acuerdo al interés británico. En una palabra, una tarifa elevada era motivo de vida o muerte para un emprendimiento empresario o comercial en nuestro interior. Todo se media en las cotizaciones de la Bolsa de Londres… en un todo de acuerdo con la mano invisible del mercado. Tal como pregonaba, el aduanero Adam Smith.

Permitirnos por autoestima nacional la salida al Pacífico, era un acontecimiento cercano a una independencia económica a nivel regional, continental. Al igual, que la creación de YPF (1922), ambos fueron empresas sanmartinianas. Lo pensaron aquellos que guardaban en su memoria los viajes al Perú. Por negocios, por exilios, por la libertad, por la independencia. Contra Fernando VII, contra Rivadavia, contra Mitre, contra todos aquellos que sujetaban el potro de la imaginación.

Del Virrey Toledo a Güemes, de Manuel Solá Tineo a Indalecio Gómez, de Joaquín Castellanos al Dr. Aniceto La Torre, todos ellos tuvieron un horizonte de sal. La mirada en el Pacífico. El Imperio Inca y el Imperio Español de los Austria se asentaron en la columna vertebral de los Andes y en el mar del Siglo XXI. San Martín estratega terrestre y marítimo, cruzó los Andes para libertar Chile y Perú.

Para reflexionar hoy, en este tiempo anarquista libertario, que considera al Estado Nación una “asociación criminal”, y difunden la mentira a designio, de que hace 100 años comenzó la decadencia argentina. Mienten, mienten, y algo queda…

Nostalgias de futuro fue para la región Noroeste, el emprender la construcción del camino de acero al Pacífico. ¡Otro plan Sanmartiniano! ¡No podían estar ausentes los gauchos de Güemes! La historia también fue noticia.

El Gobernador Joaquín Castellanos en el Centenario de la muerte del Gral. Martín Miguel de Güemes (1921), al mismo tiempo que inauguraba la construcción del Ferrocarril al Pacífico, reencontraba la doctrina de la Patria Grande. En la velada de clausura de los festejos del Centenario, realizada la noche del 17 de Junio en el Teatro Güemes, expresó “(…) El estado político y social creado por Güemes en Salta, de equilibrio entre la clase capitalista y la asalariada, plantea un gran problema y ofrece la forma de resolverlo en condiciones satisfactorias para los intereses más vitales de la nacionalidad. Este problema debe concretarse en el siguiente postulado: ¿Puede la bandera nacional argentina ser bandera de rehabilitación de los trabajadores? O en otros términos: ¿con el sentir y la noción de Patria, se puede realizar la obra de solidaridad humana? ”. Podríamos hablar de otras realizaciones sociales del Gobierno del Dr. Joaquín Castellanos, por ejemplo: la Ley Güemes de protección a los aborígenes, y a los gauchos, lo dejaremos para otra oportunidad. Me basta con decirles que, el 20 de Febrero de 1921 los salteños, los norteños, librábamos otra batalla de la tierra y el cielo.

El Ingeniero Ricardo Maury, norteamericano afincado en Suramérica, fue el encargado técnico de realizar la proeza. Maury tuvo la inteligencia de leer el paisaje, de escuchar a sus habitantes, de planificar la esperanza entre senderos, precipicios, montañas, arroyos y ríos. Y otra vez fueron rastreadores de huellas perdidas, arrieros de sueños olvidados, los que inspiraron al gringo hacedor de túneles, puentes y trochas.

En su libro: “Ramal C 14. Salta–Socompa” el Ing. Moisés Norberto Costello, nos instruye: “(…) El Ramal C 14 es un claro ejemplo de la capacidad de la ingeniería ferroviaria, que se propuso vencer a la Cordillera de los Andes manteniendo incólumes algunos preconceptos como el no-uso de cremalleras (es decir, rampas no mayores al 2.5 %) y el trazado de curvas con un radio no-menor a los 120 metros… El Ramal tiene más de 1.400 curvas, y, solamente citando a las obras de arte relevantes, contabilizamos 21 túneles, 13 viaductos, 31 puentes de tramos metálicos (sin contar los 4 del Ramal C 13), 9 cobertizos, y 93 alcantarillas–bóvedas. Además, cabe la cita de 2 zig-zags o retrocesos “tipo N” y 2 rulos “cerrados”. La elocuencia de las cifras, lo dice todo. ¿Qué nos pasó? ¿Por qué el ferrocarril Huaytiquina no fue modernizado, potenciado? ¿Más en este tiempo, donde prima la geopolítica del Litio? ¿Dejamos de volar, porque sí? Me parece más acertado expresar: que pajarotes públicos y privados sobrevuelan nuestros símbolos, nuestros ideales, nuestras realizaciones, dejando caer el estiércol de su impudicia cívica. ¿Pudo más el interés privado que el público? Pregunta a contestarnos como salteños, norteños y argentinos. Lo cierto, lo comprobable, es que el ferrocarril nació en nuestro país, para cumplir una función rectificadora de geografías; en la pampa (el FCC Oeste), y en nuestras montañas (el C 14), fueron obras del Estado Nación. Para transportar nuestros productos al Atlántico, y a los puertos del Pacífico, con destino a China, India, Turquía, Japón… a las potencias económicas del Siglo XXI.

Estamos convencidos, que si no recuperamos nuestra memoria nacional, nuestra conciencia histórica, como testigos comprometidos con la batalla de Salta, con la guerra gaucha, solamente nos especializaremos en la cháchara de los dicharacheros de siempre, envidiosos de lo ajeno, denigrantes de nuestro pasado. No olvidemos nunca, que el 27 de febrero de 1812, cuando se izó por primera vez la bandera nacional, a orillas del Paraná, en Rosario de la Santa Fe, estuvo custodiada por las baterías Libertad e Independencia. Volver a la realidad, a la Patria Vieja, es el imperativo inexcusable, ayer, hoy, y siempre.