A pesar de que el peronismo fue gobierno en Salta sólo en 1946 y 1955 y la proscripción fue de casi dos décadas. El Peronismo fue el partido mayoritario y a futuro, gobernó la provincia en reiterados períodos, a partir de 1973.
Por Karla Lobos
El Peronismo a nivel nacional pasó por diversos procesos históricos que están estrechamente ligados a la presencia, exilio y ausencia de su líder y conductor. Sin él, el caos social era moneda corriente y se lo debían justamente alm propio peronismo, cuyas líneas, de ultra derecha e izquierda revolucionaria, sumados a los grupos armados de otros signos políticos, mantenían en vilo a todo el país.
Es realmente un misterio, cómo el movimiento peronista pudo mantener la misma adhesión popular que tuvo en sus inicios, a pesar de estas “contradicciones” y constantes “fracturas” de su dirigencia.
Dicen los estudiosos del peronismo que entre 1955 y 1972 se convirtió en un movimiento político de organización e ideología imprecisas. Sus adherentes se unían en la defensa global de los principios sostenidos en sus años de gobierno y en la exigencia del regreso al país del exiliado Juan Domingo. Y aunque la suma de adhesiones centristas, socialistas y falangistas crecía, las intenciones de enfrentamiento con la otra pata peronista, se desestimaban a diario al recordar alguna frase de Perón.
El escenario político de la Argentina desde 1930 se parece mucho a un electrocardiagrmama, con ciclos de democracia absoluta, crisis, derrocamiento, desintegración de gobiernos constitucionales e instalación de gobiernos militares.
Después de la caída del gobierno peronista de 1955, se distinguen dos etapas: una desde 1955 hasta 1966 y la otra desde 1966 en adelante. La primera se caracteriza por la proscripción del peronismo, obligando a sus adeptos a actuar “por fuera”; la conformación de gobiernos débiles, la existencia de una “semidemocracia” bajo la tutela de los militares y un sindicalismo peronista combativo, defensivo y de oposición.
La segunda etapa que va desde 1966, distingue gobiernos autodefinidos como “fuertes”, con la intención de realizar transformaciones políticas y sociales. Sumados a esto, la brutalidad de la represión estatal, la destrucción de segmentos de la estructura productiva argentina y el desmantelamiento de circuitos culturales, técnicos y académicos.
En el ámbito sindical, la autonomía de los gremios, respecto a Perón se manifestó plenamente a partir de que Augusto Vandor promovió una escisión. Esta ruptura mostró la influencia creciente de la gremial, cuyo peso fue determinante en las discusiones sobre las tácticas a adoptar frente a los distintos gobiernos.
El espectro político, económico y social mutó totalmente durante el exilio de Perón. Fue una etapa de fraccionamiento en los sectores obreros que dieron lugar a una CGT burocratizada, conocida como la CGT de los Gordos, con recursos propios que le permitieron tejer una red de influencias y apartar de su seno a disidentes indeseables.
También la iglesia católica era presa de sacudones por la cuestión social nacida en el Concilio Vaticano II, la Conferencia de Medellín y los documentos emitidos por los pontífices Juan XXIII y Pablo VI que impactaron en Sudamérica. La teología de la liberación y los curas tercermundistas planteaban realidades indiscutibles generando preocupación en la cúpula eclesiástica, que los desautorizaba. Ellos también fueron perseguidos y encarcelados por las fuerzas de seguridad.
“Fuertes en la fe, viriles en la acción”, fueron las palabras del sacerdote agustino Padre Molledo destinara a la juventud de la Acción Católica de los años ‘30, que fueran tomadas al pie de la letra por los Montoneros.
Montoneros hizo su presentación en Salta el 29 de mayo de 1970, día del Ejército, con el secuestro y asesinato del ex presidente Pedro Eugenio Aramburu. Pero eran varios los sectores que querían disputarle el liderazgo de la lucha armada. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), para empezar.
Durante la dictadura de Lanusse el caos ya había avanzado lo suficiente. En Salta se produjo el robo de dinamita en Campo Santo, bombas, toma de comisarías. Alfredo Matioli, Aníbal Pugioni, Juan Carlos Arroyo fueron activos jefes de la guerrilla en el Norte argentino, que pertenecieron al ELP (Ejército de Liberación Peronista), casi inexistente en la provincia. Los dueños del Norte eran Montoneros y el ERP, que no ponían la firma en sus operativos.
Como era de esperar, en respuesta a tanta violencia aparecieron fuerzas “antiextremistas”, también clandestinas, armadas para reprimir y asesinar comunistas. O sea, lo mismo pero al revés. Entre sus “obras” estuvo la bomba colocada en la casa del abogado Farat Siré Salim, acusado de defender a terroristas. Los autores firmaron el atentado con la sigla “CRA” (Comando de Represión Anticomunista). Un segundo atentado fue en la vivienda ubicada en la calle Santiago del Estero 228, colocando un poderoso aparato explosivo. La autoría del hecho estuvo en manos del grupo autotitulado “Escuadrón de la Muerte” que comenzó sus actividades distribuyendo comunicados en la vía pública. También el diario Democracia hizo pública la amenaza dejada en su redacción y en varios lugares públicos de la ciudad por el Comando Represivo Anticomunista “General Pedro Eugenio Aramburu”, dirigida al Pueblo de la Provincia de Salta.
En las elecciones de 1958, los militantes justicialistas, convencidos de la necesidad de su participación, acordaron expresarse como Partido Blanco y propusieron como candidatos al Ejecutivo Provincial a dos hombres de reconocida trayectoria peronista: Miguel Ragone y Rubén Fortuny. Tras el acuerdo Perón-Frondizi los militantes justicialistas retiraron sus candidatos, acataron la orden de su conductor y apoyaron a la UCRI, pero el “entendimiento” Perón-Frondizi duró poco…
Durante este período primó un sistema político dual, en el que funcionaron, por un lado, los partidos no peronistas y por otro el Parlamento, pero ni unos ni otros canalizaron los intereses de los actores sociales fundamentales y condenaron al peronismo a actuar por fuera.
En 1961, se reconoció a la Agrupación Federal Democrática como partido político y allí se integraron peronistas de reconocida trayectoria como Ricardo Durand y José Nadal. Otro sector del peronismo que participó del proceso electoral fue el Partido Laborista Nacional de Salta, que obtuvo el 47,86 % de los votos con los cuales fueron electos gobernador y vice Dante Lovaglio y Olivio Ríos, respectivamente. Después del triunfo, la Provincia fue intervenida y en las siguientes elecciones, convocadas en 1963, triunfó Ricardo Durand.
Durante el gobierno nacional de Illia, el peronismo en Salta se debatió entre la promesa de levantar gradualmente la proscripción que pesaba sobre el partido y el interés ferviente de sus dirigentes por ser reconocidos como tales. La documentación electoral da cuenta de la fuerza e identidad del peronismo a pesar de la proscripción y también permite dilucidar las luchas internas y fragmentaciones que van surgiendo en los dirigentes.
En el proceso electoral intermedio, de marzo de 1965, convocado para la elección de senadores, diputados y concejales, participó el Partido Justicialista de Salta que tuvo como oponente al Movimiento Popular Salteño, cuyo lider, Ricardo Durand, contaba con estructura propia y no tuvo problemas en tomar distancia del controvertido peronismo y por lo mismo, su figura fue blanco de las iras de peronistas de la primera hora, que lo tildaron de traidor.
En 1964 la siempre débil democracia Argentina, quedó nuevamente clausurada y los partidos políticos, disueltos tras el derrocamiento del presidente Illía.
Este proceso que se dio en llamar “Revolución Argentina” y estuvo signado por los conflictos políticos y sociales, lo que no sorprendía a nadie en este país. “El Cordobazo”, el asesinato del gremialista Augusto Vandor, en junio de 1969, el accionar de grupos guerrilleros y el secuestro y posterior asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, en mayo de 1970, fueron la muestra de ello.
En Salta, el Poder Ejecutivo era ejercido por el ingeniero Rovaletti, quien ordenó la represión de las protestas laborales iniciadas antes de la caída de Onganía.}
Fue ahí que apareció Miguel Ragone. El futuro candidato de la, aún inexistente Lista Verde, hizo su debut preocupado por la salud de los presos políticos, en huelga de hambre.
A comienzos de la década de los setenta, el mayor retirado Jacobo Spangemberg era el encargado militar del Poder Ejecutivo de Salta. Dio a conocer las instrucciones para la constitución de los partidos políticos, normas para reuniones partidarias y elección de candidatos. Pero, al mismo tiempo, conspiraba para debilitar a los partidos populares tradicionales, gastando el dinero público en campañas de delación y denuncias.
Su gobierno se caracterizó por acentuar, exageradamente, la seguridad con operativos de controles vehiculares, despliegues de efectivos policiales, tropas equipadas con lanza-gases, armas largas y cortas, ametralladoras, carros de asalto y camiones hidratantes que se desplegaban ante la más inocente de las protestas.
1971 fue un año de mucha actividad en todos los órdenes (político, institucional, gremial y social) y también de reclutamiento de afiliados. El peronismo dejaba las catacumbas de la proscripción, salía a la superficie y sus dirigentes, dieciocho años más viejos, seguían apegados a las normas tradicionales. El peronismo aglutinaba en su seno a sectores potencialmente contradictorios y en pugnas constantes, que se expresaban en pintadas callejeras y se dejaban envolver por sus propias ambiciones personales, disfrazadas de exaltaciones ideológicas.
Lanusse consideró necesario recuperar la democracia lanzando el G.A.N (Gran Acuerdo Nacional) bajo la consiga: “Todos contra la subversión”, con la novedad del llamado a elecciones sin proscripción. Ahí comenzaba un nuevo conflicto porque no sólo los peronistas de la primera hora disputaban su lugar en el movimiento. También los sectores juveniles dejaban oír su voz y corrían rumores (totalmente ciertos) de que dentro del peronismo militaban sectores de izquierda y de ultraderecha.
El justicialismo salteño salió a aclarar que en su seno no admitiría ningún extremismo ni de derecha ni de izquierda. El Consejo Superior del Movimiento Justicialista expresó su repudio a la violencia, cualquiera sea su forma y señaló que el único camino para la recuperación moral y material de la República era la restitución del poder a la voluntad soberana del pueblo”. En ese momento surgió la idea de Socialismo Nacional, promovida por Perón desde España, bajo el, no muy pensado, lema: “Con Perón hacia el Socialismo Nacional”.
En el Congreso Partidario de diciembre de 1972, se vieron las caras todos. Los Tradicionalistas y los militantes de la Lista Azul y Blanca, apoyada por hombres del interior. Las luchas internas revelaron cómo los veteranos sectores del Movimiento Peronista continuaban en defensa de sus más caras posiciones políticas. Los mismos dirigentes, con posturas oportunistas unos, coqueteando con los “nuevos bombos”, otros y los jóvenes, más peronistas que Perón, todos, se resistían al verticalismo tradicional peronista de “el que gana, gana y el que pierde apoya”. Otra pelea mas que se hizo ver fue de las diferentes facciones estudiantiles y la gloriosa JP; en el rescate de la utopía justicialista para una patria socialista.
A nivel nacional el FREJULI (Frente Liberación Nacional) acordó la fórmula Cámpora-Solano Lima que ganó los votos suficientes para evitar el ballotage. Otro tanto ocurrió en la mayoría de las provincias argentinas. Las consignas del momento fueron: “Liberación o dependencia” y la muy realista: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.
En Salta el congreso partidario proclamó el triunfo del binomio Miguel Ragone-Olivio Ríos, que logró legitimidad entre a las fracciones internas por la cantidad de votos obtenidos. La gran movilidad del justicialismo se generaba por la multitudinaria presencia popular y parecía haberse restablecido el diálogo entre sus líderes y la multitud. Esta fue la fórmula que se impuso en las elecciones del 11 de marzo de 1973 hasta la intervención de la Provincia por parte de Isabel Martínez de Perón, en noviembre de 1974.
Cualquier semejanza con la realidad actual, es mera coincidencia…