Los golpes que desplazan a dirigentes trascienden la política. Cada vez cobran más fuerza las versiones que aseguran que en el corredor 8 de SAETA -Ahynarca S.A.- un administrativo se complotó con parte del directorio para desplazar al propietario de la empresa. (D.A.)
Los colectivos del corredor 8 de SAETA son la usina de trascendidos que cobran fuerza y amenazan desatar un escándalo. Quienes lo difunden son choferes, mecánicos y administrativos de la empresa que lo susurran en forma de secretos aunque es evidente que si alguien desea que un secreto no se propague lo mejor es no contárselo a nadie.
Todo comenzó el jueves 16 de noviembre en las instalaciones que la empresa posee en barrio Intersindical. Allí, promediando la mañana de esa jornada, varios empleados se encontraron con una escena insólita: el hombre al que todos consideraban dueño de la empresa Ahynarca S.A. era retenido por la fuerza policial que amablemente le explicaba que por órdenes del directorio y del titular de la empresa, tenía vedado el paso a la oficina que el retenido ocupaba cotidianamente durante varios años.
Se trata de Héctor Rodríguez, quien es definido por los trabajadores como un hombre frío, de esos que pueden ser amables o extremadamente rigurosos según lo exijan los momentos y que aquel día terminó resignándose ante las razones de los uniformados que hacían de correa de transmisión entre las órdenes de la empresa y el propio Rodríguez.
Lo que varios de los empleados desconocían era que el principal accionista de Ahynarca resultó ser un gris administrador de apellido Pérez. Y es que hasta entonces el tal Pérez se caracterizaba por no hacer nada que Rodríguez no le ordenara y ocupaba una gris oficina en la planta baja del predio que se parecía más a un simple cuarto de administrativo que a la del dueño de una empresa con casi un centenar de unidades y que es de las mejores calificadas por la AMT, sin olvidar que posee también un servicio de viajes especiales vinculado a la industria del turismo.
De allí que los testigos del particular suceso no duden en calificar al proceso que presenciaron como “un golpe de estado empresarial”. Lo hacían con el tono de voz que algunos improvisan para hacerse oír en medio del murmullo caótico. A la sentencia le seguía esos silencios que tensan el relato aunque uno imagina que al usar la palabra “golpe” hacían referencia a esos momentos entre violentos y súbitos por medio de los cuales -en este caso- un directorio que según dicen está integrado por testaferros desplazan al propietario de la firma.
En ese punto las certezas se diluyen dando lugar a las especulaciones. Y es que algunos de los que hicieron de fuentes periodísticas y el propio periodista que registró los testimonios, concuerdan en que difícilmente la fuerza policial avale a los supuestos golpistas si es que estos no están avalados por la legalidad. Vacío de certezas que se llenan con las interpretaciones de los más osados quienes aseguran que “justamente por eso” la toma de la oficina de Rodríguez era un movimiento clave porque allí se guardaban los contradocumentos que probarían la real condición de los complotados; aunque aseguran otros que días antes de los sucesos, el propio Rodríguez retiró de esa oficina al menos el documento en donde el principal accionista – Pérez – le cedía las acciones al propio Rodríguez tal como ambos habían acordado al fundar la empresa.
El marco que explicaría el embrollo son los entramados empresariales en donde el dueño verdadero de una firma decide no aparecer como tal en los papeles, designando para ello a terceros de confianza y bien remunerados que prestan sus nombres para aparecer como titulares. Para las fuentes tampoco en esto hay misterio alguno: si Rodríguez decidió ocultar su nombre como propietario ello obedecía a que antes de fundar Ahynarca había sido el principal accionista de la empresa San Cayetano a la que declaró en quiebra lo cual resultaba inconveniente aparecer como propietario de una nueva empresa.
Ante semejante trama, una pregunta se impone: ¿cuál fue el móvil y la oportunidad que llevaron al empleado administrativo a generar un movimiento que exitoso en un primer momento puede luego sumergirlo en un profundo pozo? Las respuestas de las fuentes no tardaron en aparecer: la compra exagerada y a valores superiores a los normales de repuestos mecánicos que Rodríguez habría descubierto y estaba dispuesto a denunciar. Compras que involucrarían a un accionista patricio de doble apellido patricio quien necesariamente debía contar con el aval y hasta la complicidad del propio Pérez que siendo licenciado hacía las veces de contador.
Las especulaciones no terminan allí aunque relatarlas a todas requeriría de un espacio con el que no contamos. Por eso conviene finalizar el escrito relatando que las susurrantes fuentes se despiden enfatizando tres cosas: con la primera aseguran que las víctimas directas del “golpe” fueron el propio Rodríguez y un jefe de taller de apellido Molina quien habría advertido al primero sobre las sospechosas compras de repuestos que generaron la promesa de escarmiento; con la segunda advierten que la supuesta víctima de la estafa ya inició denuncias penales y acciones judiciales contra los complotados; y con la tercera enfatizan que la mayoría de los trabajadores no se involucrarán en una guerra que podría dejarlos sin sus puestos de trabajos en una provincia en donde la pesadilla más grande es justamente la amenaza de desempleo.
Si todo esto se desarrollara tal como lo dicen es algo que no sabemos. Lo seguro en cambio es que todo esto confirma que el dinero jamás vuelve mejores a las personas.