Como en 2015, la Casa Rosada apunta a un triunfo en dos pasos. Prevé una paridad en las PASO y una polarización en octubre; la intención es aprovechar el «voto útil».
Los primeros análisis del gobierno de Mauricio Macri pronostican para la provincia de Buenos Aires un resultado parejo entre Cambiemos y el frente Unidad Ciudadana, que lidera Cristina Kirchner , en las primarias del 13 de agosto próximo. Pero prevén también que el oficialismo sacará ventaja y ganará las legislativas generales del 22 de octubre.
Según confiaron a LA NACION altas fuentes de la Casa Rosada, Macri especula con aprovechar la polarización del electorado bonaerense. Cree posible capturar entre las PASO y octubre un traslado del «voto útil» en favor de su candidato a senador en la provincia, Esteban Bullrich, que provenga del electorado inquieto por un eventual triunfo de Cristina Kirchner.
En la mesa política que lidera el jefe de Gabinete, Marcos Peña, aseguran que las encuestas del comienzo de una campaña no tienen valor. Pero los estudios cualitativos de la Casa Rosada indican que un 60% de la provincia quiere un «cambio» y sólo un 40% quiere volver hacia atrás.
«Es posible que las PASO sean parejas: podemos ganar o perder por dos puntos contra Cristina. La provincia es una elección simbólica», dijo un alto funcionario a LA NACION. «Pero en las generales de octubre tenemos que ir a buscar al votante anti K de Massa y de Randazzo que quiere evitar que Cristina obtenga las dos bancas del Senado», completó.
En las elecciones de senador, el que gana logra dos bancas y el segundo una. El tercero queda afuera. Así la cosas, Macri trabajará para que la boleta de Bullrich-Gladys González (senadores) y Graciela Ocaña (diputados) sea la mejor herramienta de los votantes anti K para desnivelar esa paridad de agosto y castigar al kirchnerismo para que no vuelva a los primeros planos.
En este caso, las PASO serán una encuesta perfecta y mojón clave de la estrategia del Gobierno. Ello contradice el discurso oficial de los últimos días, que sostiene que las primarias no sirvieron y que hay que eliminarlas en las presidenciales de 2019. A Cambiemos le sirvieron en 2015 para polarizar en Buenos Aires y le podrían servir en 2017.
Los analistas oficiales evocan el sorpresivo triunfo de María Eugenia Vidal cuando le ganó la gobernación a Aníbal Fernández (Frente para la Victoria) en las elecciones del 25 de octubre de 2015. La reorientación del voto decidió la elección.
En las PASO de agosto de ese año, Vidal había sacado 30,07%, Fernández (FPV) 21,16%, Julián Domínguez (FPV) 19,05% y Felipe Solá, del Frente Renovador, 19,67%. Fernández y Domínguez, precandidatos del FPV, sumados obtuvieron 40,22%. El 25 de octubre, Vidal creció de 30,09 a 39,49%. Solá bajó de 19,67% a 19,22% y Aníbal Fernández sacó 35,18%, un 5% menos que lo que había sacado antes todo el FPV. Los analistas detectaron que, ante el triunfo en las primarias de agosto de Aníbal Fernández, la versión más radicalizada del kirchnerismo, muchos votantes independientes y de Solá migraron hacia Vidal y muchos de Domínguez se dividieron entre Solá y Vidal para evitar que Fernández fuera gobernador.
«Hoy no está Aníbal, pero está Cristina», dicen en la Casa Rosada. Su presencia divide al PJ en las PASO y polariza al electorado con beneficios para Macri. Si ella no estuviera en 2019, el peronismo podría beneficiarse con las PASO para reunificarse y dirimir una candidatura potente. ¿Logrará Macri derogar el sistema?
En la Casa Rosada especulan que tras unas PASO parejas el voto castigo a Cristina provendrá de votantes de Sergio Massa (1 País) y de Florencio Randazzo (Cumplir) -si estos salen tercero y cuarto- y podría inclinarse por Bullrich, para evitar que Cristina obtenga dos senadores.
La Rosada abona así la estrategia de capitalizar la polarización. Marcos Peña lo explicó en una entrevista publicada ayer por LA NACION. «Todos los procesos políticos son de abajo para arriba. Hay una parte de la sociedad que piensa como ella y hay otra parte, mayoritaria por suerte, que piensa de una manera distinta, parecida al Gobierno», agregó.
Así se explicaría -dicen en el macrismo- el 60% que nunca votaría a Cristina y el 40% que nunca votaría al Gobierno en octubre. Si bien la Casa Rosada niega ahora que promueva la polarización, lo cierto es que planea aprovecharla, sacarle el jugo, e incentivar el miedo al pasado y al populismo. La diputada y candidata a su reelección Elisa Carrió, de la Coalición Cívica, lo describió mejor aún: «Cristina es el cuco».
Por eso, también, Macri ordenó a sus operadores políticos consolidar y mejorar puentes de diálogo con Randazzo para sostenerlo como adversario en la pelea electoral y así erosionar la masa de votantes de Cristina y de Massa.
Fuente: La Nación