Dos investigadoras analizan la reconstrucción de los procesos que devienen en “El Mural de la Memoria”, emplazado en el sitio donde una bomba destruyera en 1974 el aula 1 de la UNSa, marcando el inicio de la represión en Salta. (Andrea Sztychmasjter)
La investigación gira en torno al mural emplazado en el mismo sitio donde un jueves 12 de Noviembre de 1974, una bomba destruyera el aula Nº 1, lugar donde se reunía el Grupo Universitario de Trabajo, equivalente a un Centro de Estudiantes. Con ese estallido quedaba inaugurada la represión en Salta. El trabajo historiográfico “Días de lucha y resistencia en la UNSa y huellas de memoria” fue realizado por las investigadoras Liliana Susana Hurtado y Rossana Mónica Olarte.
Las autoras consignan que la investigación trata de hilvanar el pasado, presente y futuro a través de la historia y memoria que tienen como escenario la casa de altos estudios. Y en ese marco, indagar sobre las representaciones actuales en torno al mural que se encuentra en la entrada de la universidad. “La memoria es un ámbito de lucha política”, señalan, y es esta convicción la que da sentido a su trabajo.
En la reconstrucción histórica describen, tal como se lee del Boletín de ADIUNSA de 2001, docentes e investigadores de dicha institución habían detenido la construcción de una telecabina que querían poner en la que fuera el aula 1, donde una placa recordaba a los docentes, estudiantes y no docentes de la UNSa desaparecidos. A partir de ese hecho, empieza una lucha colectiva para tratar de recuperar ese espacio de memoria, con una fuerte carga simbólica. Es así que la profesora Telma Palacios y sus alumnos de la Escuela Tomás Cabrera elaboraron un boceto y el 10 de Diciembre quedó finalmente inaugurado el Mural.
Para las investigadoras, el aula 1, lugar que el Rector de ese entonces, Martínez Borelli, prestaba a los estudiantes para que se reunieran, representa una “territorialidad material”, en donde conceptos como justicia, violencia, vida, memoria, derechos humanos y libertad se entrecruzan. Según señalan en su trabajo en aquel momento aparece la Normativa denominada AM-25 que dio, desde entonces, posibilidad a todas aquellas personas mayores de 25 años con secundario incompleto, ingresar a la Universidad. “Esa Ley sirvió para que falsos ingresantes-miembros de las fuerzas públicas de seguridad- ingresaran solo a espiar a los estudiantes, administrativos y docentes”, describen.
Hurtado y Olarte se preguntan ¿Qué aporta este espacio a la elaboración y transmisión de las memorias de ese pasado?, ¿Cómo interviene en el proceso de actualización/modificación de los relatos y las representaciones de la represión política en la Universidad y en el espacio más vasto de la Nación?, ¿Es el mural de la memoria un continente que hace florecer el pasado en forma de cuestionamientos al propio presente? Y ¿el mural de la memoria es un túnel- o un puente- o una energía, o todo eso- que articula el pasado reciente con el futuro?
Historia del Presente
A través de entrevistas orales a estudiantes, docentes, personal de apoyo universitario y otros actores, las autoras indagaron sí conocían o no qué representa el Mural y por qué se encuentra emplazado en la entrada de la universidad. Los estudiantes interrogados fueron asistentes a la Cátedra de Historia de las Instituciones, materia optativa para quienes cursan las carreras de Contador Público Nacional, Licenciados en Economía y Licenciados en Administración, más estudiantes de Humanidades, de Historia. Las respuestas de 56 estudiantes fueron trabajadas metodológicamente y fueron las siguientes: 11 estudiantes sabían que el mural tiene el sentido de pedir justicia por las víctimas de la Dictadura Militar; 9 estudiantes contestaron que no sabían y nunca lo vieron; 5 dieron sentido al mural con “La noche de los lápices”, una película que recrea un episodio de 1976, protagonizado por estudiantes secundarios de La Plata. Mientras que solo 2 estudiantes sabían que el mural estaba emplazado donde se ubicaba la antigua aula 1.
En un segundo momento de la investigación, las autoras trataron de relacionar las dimensiones de carrera, sexo, edades y el sentido que le otorgan al mural y el conocimiento que tienen de él. “de la muestra correspondiente al grupo etario de 18 y 19 años, hay desconocimiento, igual que en el grupo correspondiente a la edad de 22. A mayor edad existe más conocimiento y profundización del conocimiento del proceso, También se pudo notar una prevalencia de estudiantes mujeres en las respuestas mejor articuladas y que evidencian mayor conocimiento del proceso objeto de análisis. Entre los y las estudiantes, donde hay prevalencia de varones, se puede notar una tendencia a identificar el mural con la noche de los lápices”.
Germen subversivo
Las autoras dedican un apartado a reflejar el proceso de politización dentro de las universidades argentinas y especialmente en la de Salta. “las Universidades fueron vistas como el lugar de propagación de desorden y violencia pues en ellas florecía el ‘germen subversivo’. Las dictaduras de los periodos 1966 -1973 y 1976-1983, más la etapa presidida por María Estela Martínez de Perón entre 1974 y 1976, implementaron un programa de política represiva orientada a lograr la erradicación de dichas ideas, alegando la necesidad de ‘normalizar’ las universidades”, señalan.
El 28 de Julio de 1966, mediante decreto, se intervienen las universidades nacionales y se concretan actos de represión en la Universidad de Buenos Aires, proceso conocido como “la noche de los bastones largos”. Al año siguiente sancionan la nueva ley universitaria. Con 126 artículos, se estableció un régimen orgánico común para todas las universidades nacionales, las cuales podían dictar su propio estatuto. Además, se prohibía cualquier actividad de militancia, proselitismo, agitación, propaganda o adoctrinamiento político.
Las autoras señalan en su trabajo que el plan, ejecutado en todo el país desde fines de 1975, se inspiró en La Doctrina de la Seguridad Nacional que identificó un “enemigo social, político e ideológico con muchos rostros y brazos, que actuaba en distintos terrenos y con variadas formas organizativas y métodos: la subversión”. Se elaboraba un registro pormenorizado de la identidad y la trayectoria de los estudiantes, con dichos registros se guiaba la acción de las fuerzas represivas en las universidades. Existió la presencia de agentes de civil que deambulaban por los espacios comunes y entraban a “cursar” algunas materias.
La U.N.Sa
Señalan las autoras que la represión en la Universidad Nacional de Salta no fue un hecho aislado. Uno de los tantos métodos de persecución ideológica que se implementaron en las Universidades argentinas fue la cesantía. “El 10 de Diciembre, por el Decreto Nacional Nº 1669 fue intervenida la Universidad Nacional de Salta, y el interventor Francisco René Villada recibió su cargo de manos del nuevo gobernador, en reemplazo del exrector Holver Martínez Borelli. Esto significó el comienzo de la persecución ideológica en la Universidad”.
Además se informó a los docentes responsables de cátedra de los departamentos de Humanidades y Ciencias de la Educación que debían presentar las copias de los programas analíticos con sus correspondientes bibliografías. Se producen las primeras cesantías, luego de ello, el 28 de diciembre de 1974, docentes de la UNSa sacan una solicitada en el diario El Tribuno. Según el trabajo a partir de la publicación de esta solicitada la represión arranca en Salta porque los primeros desaparecidos son los firmantes de esa solicitada. “De los veintiún docentes que integran la nómina de cesanteados, trece fueron exiliados, cinco presos políticos y siete desaparecidos”.
Quema de libros
A través de una carta enviada por el Rector de la Universidad Nacional de Salta, el 10 de Julio de 1978, dirigida al Director del Departamento de Humanidades, el Dr. Oscar Oñativia, señalan las investigadoras, se solicitaba que se informe si en la Carrera de Antropología se utiliza como bibliografía las siguientes publicaciones: Razón y Liberación, Comunidad Organizada, Sentido Histórico Filosófico del Término Idea de Europa (Publicación interna de la UN del Salvador, 1973), Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, Revista Participación- Bs.As. 1974, Doctrina Peronista y Doctrina Revolucionaria.
Señalan las autoras de este importante trabajo histórico que en conversaciones se escuchó decir a docentes que muchas obras quemadas no pudieron reponerse nunca más en las bibliotecas de la UNSa. “El Coronel Valladares solicita siete libros para ser incinerados en Buenos Aires y el rectorado de la U.N.Sa, en cabeza del Dr. Augusto González del Pino envía doscientos veinticuatro”.