Finalizamos el año literario con un evento que se las trae, la presentación del libro de poemas de Mariano Pereyra que será acompañada por un ensamble musical a cargo del Transcurso en la Ubre, el próximo jueves en el Bar La Musa. A continuación presentamos una crítica del libro realizada por la Licenciada en Letras Milagro Carón.
Y es como si en algún momento
Una dulce sensación de vida
Aboliese la frontera entre lo que mirás
Y lo que yo veo.
Las calles de todos los días
¿Qué es un poema? Mientras leía el libro Cuero de Mariano Pereyra me hacía esta pregunta inútil. Pero quizá fue ese ejercicio ridículo lo que terminó haciéndome pensar esto que intento decir ahora. A veces, las preguntas más inservibles son las que te llevan a alguna parte.
No soy experta en poesía. Nunca aprendí de métrica, versos, composiciones y figuras retóricas.
Entonces, cuando leo un poema me adentro insegura a un terreno siempre desconocido, difícil.
Lo primero que se me ocurre decir de Cuero es que funciona como una conversación. Nos habla pero no para decirnos algo sino para advertirnos. A veces, de manera explícita: Guarda!/ Harán falta/ Manías que extremen/ El perfil corajudo de un amigo/ con las largas charlas y un ojo alerta (Nena Bohemia) y esta otra Si estás aquí tan roto/ Entre el muro/ Y la luz de costosas intenciones,/ Date cuenta,/ Hay escombros. (La Balca)
Pero esa advertencia surge de una mirada particular, la mirada sobre los cuerpos.
El lugar que ocupan, su interior, su piel, la sed del cuerpo, el erotismo de los cuerpos, su vacío, el encuentro de los cuerpos, sus días, el trabajo de los cuerpos, su ropa, el sexo de los cuerpos, su cobijo.
Lo que nos advierte Mariano en Cuero es que un cuerpo no es justo, que no cabe justamente.
Le voy despegando la luz a mi cuerpo,
Sueño su cáscara en el piso
Y desprendido, seminal,
Queda un ligero crepúsculo en sus huellas. (Injusticia I)
Los cuerpos exceden el espacio y así van al encuentro siempre de algo para poder medir su límite. La piel no funciona como lo que demarca el cuerpo sino que lo excede, lo desborda. El otro y lo otro como lo único que permite que me reconozca pero siempre más allá de mí. El cuero se expande en el espacio y hace que la mirada se transforme y se comparta, aboliendo las fronteras entre lo que mirás y miro.