Robert Fry, de paso por la provincia, evidenció la postura ultraliberal que actualiza el viejo neoliberalismo de apogeo en los noventa: libertad de mercado aceptando ampliación de derechos sociales. Igualdad social pero no económica. También se refirió a la afinidad ideológica entre Mauricio Macri y Justin Trudeau. (Alfio Bustos)   

El embajador canadiense en Argentina, Robert Fry, aterrizó en Salta en los últimos días y ofreció una distendida entrevista al matutino con mayor tiraje en la provincia. Las preocupaciones que abordaron fueron en un sentido social unilateral, como si las fuerzas sociales funcionasen con una mecánica única. Del mercado a lo demás. Y, obviamente, cuando Fry se refiere a lo demás —aborto, educación y salud pública— emplea un tono abierto y progresista. Un liberal a ultranza, a saber: acepta los derechos sociales sólo cuando éstos no obstaculizan el desarrollo del mercado.

El título del reportaje da cuenta de ello, pues se trata de una afirmación textual del embajador canadiense: “Como provincia, Salta tiene buena reputación en los ranking para recibir más inversiones”. Sin presentar cuestionamientos a esa óptica deshumanizante, de probada ruindad con las mayorías, llevadas al deterioro todo cuanto se pueda sin afectar la producción y, por lo tanto, las ganancias —que es igual que los ingresos—. Fry se explayó a sus anchas sobre lo acertado que es el Gobierno de Mauricio Macri y lo elemental que es abrir el mercado, liberalizarlo a ultranza. El aborto fue expuesto como una situación “positiva” de cómo puede convivir cierto progresismo político con una mirada de mercado rapaz, desde uno de los pies de los capitales trasatlánticos del hemisferio norte —europa y Norteamérica—.

“Como una provincia para la inversión, Salta tiene una buena reputación en los ranking. El Fraser Institute realiza un ranking en el mundo y señala los mejores lugares para invertir. Y en Argentina, San Juan y Salta son los primeros lugares para invertir. Esta provincia es un buen ambiente para la inversión. Ahora hay 23 empresas canadienses en el sector de la minería, con tres grandes proyectos. Salta es un buen lugar para la minería y energías limpias y renovables, por el sol. Acá hay buenas condiciones climáticas y además hay altura”.

Fry no miente, hay distintas empresas canadienses que están afincadas en Salta, a través de representantes salteños, que serían los que se benefician de ese viejo axioma que sugiere que a mayores inversiones y voracidad ambiental, aunque sea con capitales extranjeros, mayor beneficio para los pobladores del lugar. Entre el puñado de salteños que representa localmente a las compañías del país bilingüe está el ministro de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos de la Provincia, Marcelo López Arias. Éste es director de dos mineras canadienses, una de ellas envuelta en la muerte de Lucas Salberría, el estudiante de geología que falleció en una expedición de la compañía en los Valles Calchaquíes, situación que fuera puesta en evidencia en marzo de este año por Cuarto Poder.

Hablar de “desarrollo de los recursos naturales” es prácticamente una confesión de parte. Aprovecharlos en demasía y siempre pensando en que los beneficios capitalistas son de carácter colectivo.

Aunque originalmente el diplomático había mencionado que las inversiones de su país en la provincia pasaban fundamentalmente por la minería y la energía solar, lo cierto es que además del rubro de las compañías socias de López Arias, se destacan las se preparan para explotar litio a cantidades inmensas.

La mirada geopolítica del canadiense se hizo diáfana en una respuesta posterior, cuando el periodista le consultó qué otras áreas se podían aprovechar además de la minería en Salta: “También puede ser el vino que se puede exportar a Canadá y otra cosa puede ser en materia de agricultura”. Troquemos sus eufemismos de ilustre agregado protocolar y, además de plantearlo claramente, lo digamos en criollo: Salta tiene que pensar en sostener su primarización económica para exportar materia prima a países con gran desarrollo industrial, por ejemplo, por sólo citar uno, citemos a Canadá.

Macri friendly

Esa diferencia geopolítica entre economía primarizada y potencia que aprovecha el excedente encuentra una situación inmejorable en la coincidencia ideológica de carácter ultraliberal que actualmente tiene Argentina, a través de Mauricio Macri, y Canadá, mediante Justin Pierre James Trudeau.

Sobre ese aspecto, el embajador Fry expresó: “La mirada es muy positiva. Pero todo es relativo, porque antes del cambio del Gobierno nacional no había relaciones entre Canadá y Argentina. El Gobierno kirchnerista no quiso hacer mucho. No había movimiento y todo cambió en Canadá desde que tenemos de primer ministro a Justin Trudeau. Él ganó en 2015, en el mismo tiempo que Macri lo hizo acá. Los dos tienen un mismo proyecto, un mismo programa: ser positivos y no hacer propaganda negativa, mejorar la economía de la clase media, y que todos se beneficien con el libre comercio y el desarrollo de los recursos naturales, pero en equilibrio con el medio ambiente”.

Desde las discusiones setentistas que la Unesco planteó al respecto de la noción “desarrollo”, se sabe que en el discurso político del capitalismo es una idea auxiliar a otras como “libertad”, que a menudo se presenta como “mundo libre” en los relatos audiovisuales rodados por productoras norteamericanas. Entonces, hablar de “desarrollo de los recursos naturales” es prácticamente una confesión de parte. Aprovecharlos en demasía y siempre pensando en que los beneficios capitalistas son de carácter colectivo. Volvamos a admitir que algunos/as salteños/as sí se llevan una buena parte de esos réditos mercantiles, por ejemplo el ministro López Arias.

En cuanto a un liberalismo contemporáneo que se quita el ropaje conservador del neoliberalismo noventista, el diplomático destacó valores como aceptar la diversidad, de cualquier índole, y el derecho de los cuerpos gestantes a interrumpir procesos de gestación no deseados. Con delicadeza intelectual dejó clara la diferencia entre una igualdad social, que puede aceptarse al menos en plano discursivo, y una igualdad integral —social y económica—, imposible de sostener si se piensa al mercado como elemento prioritario de la organización colectiva.

“En Canadá festejamos la diversidad. Es una fuerza para nosotros. Argentina y Canadá son países de inmigrantes, por lo que hay diversidad. Hay que comprender que la diversidad puede fortalecer la sociedad, no hay que verla como una debilidad. Necesitamos que la gente tenga mente abierta. Acá entre a jugar también la igualdad de género y hay que tener en cuenta que las mujeres y las niñas tienen que tener un lugar equitativo en la sociedad”, y tras la demagogia cerró admitiendo el interés real que moviliza a todo ultraliberal: “Necesitamos que todos participen para mejorar y desarrollar la economía”.

Cuando Fry se refiere al aborto, educación y salud pública, emplea un tono abierto y progresista. Un liberal a ultranza: acepta los derechos sociales sólo cuando éstos no obstaculizan el desarrollo del mercado.

Se refirió también a la problemática patriarcal, aceptando que hay que combatirla, aunque sin considerar las diferencias entre mujeres pobres y mujeres ricas. “La violencia contra la mujer es muy seria en el mundo pero en América Latina es peor. Nosotros trabajamos con Ni una menos, con Mujeres en Igualdad. Ellos hacen el lanzamiento de su programa, cada año, en la embajada de Canadá. Se ve mucha violencia entre parejas. En Canadá tenemos violencia doméstica, pero acá tiene que haber sensibilización por parte de las autoridades y la Policía. Deben comprender que cuando una mujer va a denunciar un problema lo tienen que tomar en serio y tienen que hacer un seguimiento”.

Finalizó resaltando que el aborto es legal en su país y que no reconocerlo como una prerrogativa de los cuerpos gestantes sería una contravención a derechos fundamentales reconocidos por su constitución nacional. Un dato resaltante que también dejó la entrevista es la mirada de los ultraliberales contemporáneos: es importante asumir cierto progresismo social como la educación pública, aunque el nivel superior —terciario o universitario— debe ser arancelado. Otra coincidencia entre los rumbos de Trudeau y Macri.