Christian Herrera comparte aquí sus emociones tras organizar el Noveno Festival “Morillo canta por los niños”. Un encuentro que es inspiración del músico del grupo Matacos que nació en ese municipio plagado de pobreza y solidaridad y en donde el acceso al agua potable no se concreta.

“Entre voluntarios de diversas zonas del país y un sin números de artistas que se hicieron presentes; transcurrió la novena edición del evento solidario-cultural Morillo Canta por los Niños. Cabe mencionar que este año se sumó el Ministerio de Cultura de la Nación que, a través del programa Festejar, participó con la obra de teatro infantil denominada “El Mundo es Mío”, más un taller de música para los niños de la zona, por lo que nos encontramos muy agradecidos.

Cada mes de Octubre, los niños de la localidad de Rivadavia Banda Norte esperan con ansia un par de zapatillas, una remerita, un juguete, golosinas, atención médica, atención odontológica… una caricia dentro de sus carencias y sufrimientos. Cada mes de Octubre, esos niños nos esperan con los ojitos cargados de ilusiones, y un crisol de amor y esperanza se yergue entre ellos y los más de 500 voluntarios que nos visitan con sus donaciones, con sus corazones abiertos, con una sonrisa solidaria.

Estoy absolutamente convencido de que, un niño que no cuenta con un juguete, con útiles escolares, con atención médica, con calzado, ropa… es un niño al que se le coarta su posibilidad de desarrollo y de inserción social. Pero, más grave aún, es que, esos mismos niños, se vean coartados en su acceso a derechos humanos fundamentales, como lo es el derecho a la salud, a la vida… y se los discrimine negativamente, al privarlos de la posibilidad de consumir AGUA en buen estado.

Y no es que la naturaleza se ensañe en ello, ya que el agua está; pero no podemos conseguir que nuestros gobernantes operen en consecuencia, para que la misma llegue al alcance de mi pueblo. Y, mientras tanto, la desnutrición, deshidratación, diarrea, intoxicación… avanza a pasos agigantados por el chaco salteño; esencialmente envuelta en el agua sucia que deben beber las personas que viven en el campo y en las comunidades indígenas.

No pretendemos cambiar los modos en nuestro chaco salteño y sabemos que, desde nuestro lugar, no podremos cambiar la historia de este contexto vulnerable. Pero sí queremos complementarnos, sin ser una amenaza, a quienes tienen la responsabilidad de dirimir estos problemas básicos, para iniciar un camino de estructuración, con la presencia del estado en un formato integral, al cual exhortamos y queremos conectarnos, para que entre todos juntos brindemos una mejor calidad de vida, especialmente a nuestros niños, esos seres vulnerables y llenos de luz que tienen derecho a una justa redistribución de la riqueza.