Tras un nuevo altercado en la noche tartagalense un video subido a la web hace pocos días explicita la manera en la que menores ingresan a los boliches en Tartagal: bajo poncho, con el resguardo policial y el aval político. (E.J.)
Si los periodistas no hacen su trabajo, lo hago yo, dijo un vecino tartagalense que al mejor estilo Anonymous publicó un video en la web en el que realiza una investigación sobre cómo los menores ingresan clandestinamente a un boliche propiedad del mismo dueño de Ashanti, local clausurado meses atrás luego de que se conociera el video de una menor bailando desnuda y siento toqueteada por muchos espectadores.
El boliche Ashanti se hizo famoso a nivel nacional en febrero pasado, luego de que se viralizara un video filmado con un celular en el interior del local, en el cual se podía observar a una menor se quitaba la ropa mientras bailaba y luego decenas de manos tocaban todo lo que podían ante la poca resistencia de la bailarina. No fue un bardo menor y las repercusiones generaron toda una oleada de voces de los vecinos que, de todas maneras, no se mostraban sorprendidos con que menores ingresaran a los boliches durante los fines de semana.
En la clausura de este sitio no quedaron muy esclarecidas las razones, porque lo que trascendió fue que lo cerraban por motivos relacionados a la higiene y además la falta de una escalera de emergencia en condiciones reglamentarias. Del ingreso de menores, no se habló demasiado.
El local bailable que ahora nos compete, de nombre Maracatú, tiene en común con Ashanti al menos dos cosas: el dueño es Roly Serrano (no el actor sino un personaje ligado al poder y a otras movidas un tanto sospechosas) y en ambos lugares la presencia de menores siempre fue una constante.
El usuario de Youtube que realizó la investigación, filmó, editó y subió el video a la red se hace llamar “Anónimo Tartagal” y en su presentación menciona que si no da la cara es por temor a lo que le pueda suceder. La excusa es comprensible, además forma parte de la lógica Anonymous, el colectivo que se hizo conocido por sus intervenciones cibernéticas durante el desarrollo de la denominada Primavera Árabe.
El detonante de esta investigación fue un altercado en el que un joven resultó apuñalado en el interior de Maracatú, local ubicado sobre la avenida Packam, casi junto al río Tartagal. El herido, según los medios tartagalenses fue socorrido por un policía que estaba “haciendo el servicio de vigilancia adicional mientras el agresor se dio a la fuga pero fue recapturado horas más tarde en su domicilio”.
El video
Como introducción al video titulado “Menores en el Boliche Maracatu (Tartagal Salta)” podemos leer: “En este video voy a mostrarles como ingresan o mejor dicho como los hacen ingresar a los menores esquivando los controles municipales y policiales. Ase unos dias ingresaron al boliche con un arma blanca, la prensa le preguntaba a la policia que como hicieron para pasar un arma blanca. Yo les digo en Maracatu se puede pasar hasta armas de fuego porque el propietario hace ingresar a los menores ilegalmente por las puertas que tiene atras de su boliche y asi esquiban los controles. Ojala actuen, porque tengo otro video que es mas fuerte. hasta luego” (sic).
Salvando las fallas ortográficas en este resumen el usuario describe el procedimiento que luego podemos observar en el monitor, para ello divide el video en dos partes, unas imágenes fueron tomadas durante el día y en ellas se puede observar claramente el recorrido que realizan los adolescentes que desean ingresar clandestinamente al boliche.
Según detalla el investigador anónimo quienes recorren esos cientos de metros que separan la entrada oficial de la oculta, son conducidos por un “guía” que espera a que se formen grupos de a 10 o más para recién llevarlos en manada hacia la puerta trasera. En esta primera etapa investigativa hay imágenes con un alto simbolismo, como por ejemplo el inicio del pasillo que tiene un mural en el que, a pesar de la baja calidad de imagen, resalta el nombre del intendente de Tartagal.
El sendero de tierra va pegado a la pared de la construcción donde se observan varias pintadas de nombres y llama la atención, no sólo de quien realizó el video, que el camino esté en buenas condiciones, siendo que todo al lado derecho quedó arrasado por el alud de un par de años atrás. Se nota que el camino es bastante frecuentado. El resto es sólo maleza y abandono.
Cámara en mano
La secuencia se inicia al costado del boliche, al frente de la llamada “Plaza de la Salud” desde donde, celular en mano, en medio de la tarde ingresa por el costado de la construcción, unos metros más adelante sigue una cerca de madera y gira a la izquierda pasando un portón rojo, ahí se comienzan a escuchar algunos ladridos de los canes que seguramente han detectado la presencia del intruso. Un poco más adelante y tras un nuevo giro a la izquierda se pueden observar las dos puertas grises ubicadas casi en ambas esquinas de la construcción tipo galpón. El ladrido de los perros se vuelve más intenso y a una distancia de no más de 50 metros, quien está detrás de la cámara se detiene, filma un poco los alrededores y vuelve sobre sus pasos hasta el inicio. En un par de minutos y no muchos metros se puede llegar desde la puerta principal que está a mitad de cuadra, aproximadamente, hasta el fondo del boliche y así ingresar sin perturbar a nadie.
La segunda parte del video es la más jugada, el anónimo tartagalense anuncia que se hará pasar por menor de edad y así ingresará como cualquier otro durante una noche de fin de semana en Maracatú. Si bien la calidad del video no es de las mejores esto se puede comprender por la explicación de quien lo realizara. Los nervios lo traicionaron y en un momento dado el celular termina grabando pero desde su bolsillo, aun así (y gracias a los subtítulos) las imágenes y el sonido captados son contundentes. Cualquier menor, sin más preámbulo que esperar al frente del mural de Leavy puede ingresar. Primero observamos, desde una distancia prudente, cómo el “guía” recluta a los imberbes (alrededor de 15, entre hombres y mujeres) que cruzan la calle y siguen al hombre de la linterna por el camino que líneas atrás describimos. Lo curioso es que todo esto sucede con una luz azul titilante a pocos metros de toda la escena, si eso no es una patrulla de la policía entonces es un ovni.
La policía hace la vista gorda, y eso lo comprobamos unos minutos más adelante en el video, cuando el que se hace pasar por menor de edad para ingresar al boliche decide mandarse solo por el sendero, sin guía que le ilumine el camino. Es entonces cuando la imagen empeora, pero aun así se recupera el audio de la conversación de quien parece otro joven que está por la misma senda rumbo a la entrada del fondo. Se escucha un silbido y la pregunta “¿ustedes van por atrás?”, siguen caminando y alguien murmura “hay que pagar”. “Mirá si viene la policía”, dice otro, “corramos”, parece asustarse nuestro investigador (con el celular en el bolsillo) y entonces se escucha la música, no muy fuerte, que viene del boliche. Este es el punto en el que todo cierra, o mejor dicho, se complica. En la puerta trasera no hay un encargado del boliche, ni un mozo, ni un patovica; lo que hay es un policía “que broma tras broma nos permitió el ingreso sin ningún tipo de problemas”, relata el hombre de la máscara en el video.
A partir de este punto lo que tenemos es sólo audio y en él se puede escuchar el diálogo entre el Policía de la puerta y los mozalbetes que intentan ingresar al boliche. Transcribimos la conversación:
– A vé, quién puta les ha dicho que los voy a dejar entrar
– Ohhh
– ¿Cuántos son?
– Somos nueve
– 2,4,6,8,10, esperen un rato, ya me voy a ir yo para allá, cuando yo me vaya ustedes entren, sino me van a cagar a pedo a mí, hermano.
– Ah, no. Más vale.
En ese momento el uniformado parece que se retira, porque los muchachos, un poco más distendidos siguen conversando:
– Yo pensé que nos iba a sacar cagando.
– No, este vago es re piolita.
– ¿No los han dejado pasar a ustedes?
– Sí, pero dijo que esperemos.
– Se metamo’ de una.
– Eh, capo, se metamo’ todo junto.
Y eso es todo, el incremento en el volumen de la música nos da la pauta de que el ingreso a Maracatú ha sido un éxito. Ahí el celular sale del bolsillo y vuelve a filmar algunas escenas en un plano secuencia digno de Gaspar Noé. El camino que va desde el fondo del boliche, pasando por los baños, la pista de baile y la puerta oficial, mientras suena el hit de Pharrell, “Happy”. Otra vez en la calle. La patrulla de la policía ya no está, sólo un par de transeúntes y la noche.
A modo de epílogo, el anónimo de Tartagal anuncia: “voy a esperar unos días para ver qué medidas se toman, si este documento es ignorado me voy a ver obligado a publicar un segundo documento con buena calidad y nombres de autoridades que apoyan y encubren a este tipo. Publicaré en todas las redes sociales y medios nacionales”.
Habrá que esperar. ¿O no?