Catalina Gutiérrez, de 21 años, era una influencer y estudiante de arquitectura oriunda de Córdoba. Néstor Soto, su compañero de facultad, está imputado por su asesinato.
Andrea Sztychmasjter
El joven ahora acusado de femicida es oriundo de Bariloche, Río Negro, ciudad en la que su madre se desempeñaba como funcionaria municipal. Tiempo atrás, Soto había viajado a Córdoba al finalizar el secundario para continuar allí con sus estudios.
Luego de que confesara el femicidio, una excompañera del detenido contó en diálogo exclusivo con Lucila Avilés, en C5N, cómo era el joven de 21 años. Según el testimonio, Soto tenía “conductas violentas” que fueron pasadas por alto en numerosas oportunidades.
Quien reveló los detalles contó que conoce a Néstor Soto desde el preescolar, momento desde el que compartieron la vida en el colegio. “En general era una persona bastante problemática. Nunca fue gran compañero, siempre emitía comentarios homofóbicos, misóginos y gordofóbicos. Un montón de veces quisimos decir las cosas que pasaban y nos decían ‘son cosas de chicos’”, relató.
El Renault Clio en el que estaba el cuerpo de Catalina estaba parcialmente quemado. Catalina fue golpeada y estrangulada. Catalina murió a causa de una asfixia.
Cronicar los femicidios
“Mi madre fue asesinada el 3 de febrero de 1977, a las 2.05 de la madrugada, en la esquina de Santamarina y Chubut, Ciudadela. Su partida de defunción dice: ‘Múltiples heridas de bala. NN femenino, delgada, 1,65, cabello rubio teñido’. Nada de sus ojos celestes. Tal vez haya apretado los párpados el instante antes de que la fusilaran. A lo mejor estaba oscuro en la morgue o se habían acumulado demasiados cuerpos o les pareció en vano anotar un dato tan estúpido cuando la poseedora de los ojos celestes estaba muerta y a esas pupilas de agua sobre las que caían sus pestañas como una marea sólo les esperaba la corrupción”, son las palabras que Marta Dillon, periodista y escritora, madre e hija de Marta Taboada, abogada salteña asesinada durante la dictadura cívico militar, plasmó en “Los últimos ritos”.
Respecto al tratamiento mediático que se realizan de los femicidios Dillón señaló que “el feminismo ha logrado anular la espectacularidad”, y refirió con ello al tratamiento de los femicidios inscriptos en los medios de comunicación como temas policiales, situación que en Salta sigue sucediendo. “Eso lo hemos logrado anular” mencionó la periodista: “en el feminismo anulamos la espectacularidad y hemos inhibido la cuestión del morbo” pero describió que esto lleva a un condicionamiento en las “búsquedas narrativas”.
Si bien el análisis de la comunicación feminista demostró que los femicidios son mucho más que un tema policial y qué estos casos no deben considerarse solo un hecho delictivo desde los medios de comunicación, Dillon describió que aun hoy las redacciones sobre femicidios hablan solo de las víctimas: “ya sea para culpabilizarlas, que es el mecanismo más tradicional de desligarse de la responsabilidad social, pero por otro lado también para hacer un duelo y para honrar la memoria de la víctima. En el medio nos queda qué es un femicidio”, señaló y agregó que a su modo de ver a las crónicas que cuentan sobre femicidios les “falta una trama que es completamente de la vida cotidiana” y que incluso en las investigaciones judiciales no se ve. “No hay una pregunta más allá de lo que pasó y los discursos feministas tienden a ocluir esas preguntas y a mí me parece que eso en este momento está siendo peligroso”.
“Justamente necesitamos toparnos con lo inmensamente cercano de los femicidios y con lo inmensamente cercano de los femicidas, para mí esas narraciones faltan”, describió la escritora.
Quienes son los femicidas
Dillon se refirió así al papel de los hombres y señaló que, aunque sobrevuela esto sobre que “no todos los hombres son iguales” se debe poner en foco quienes son estos hombres violentos y asesinos: “Estoy acostumbrada y bastante agotada que me digan ‘bueno pero los varones no son todo lo mismo’, ya lo sé tengo un hijo varón pero hay un pacto”. Describió que este pacto es jurídico e institucional: “Está afianzado en la letra jurídica”.
Soto estudió en el colegio religioso Don Bosco, que pertenece a la Asociación Damas Salesianas, en Bariloche. En este caso se conoció que una chica había señalado en redes que fue acosada por el detenido. “Reiteradas veces hablé con la preceptora por situaciones raras de él. Nunca me escucharon. Tenía que matar a una chica para que se dieran cuenta. Qué horror todo”, resaltó la joven en un posteo en X.
En Argentina, del 1 de enero al 30 de junio del 2024, hubo 151 víctimas violencia de género, según el informe del Observatorio de Femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano” que dirige La Casa del Encuentro.
No se puede mirar para otro lado
Es el título de la nota con la que otra periodista, Luciana Peker, retrató el femicidio de Catalina en Córdoba. Allí además de hacer mención a las denuncias que ex compañeras del femicida reflotaron y de señalar las actitudes que el joven tenía:
“En Argentina cuando una mujer era asesinada por su pareja, su ex pareja o alguien que pretendía ser su pareja, los titulares hablaban de ‘crímenes pasionales’. Las letras rojas no desaparecieron por arte de magia. Las periodistas feministas peleamos para que se entendiera que la pasión es una virtud y el crimen una aberración. No se mata por pasión, sino por poder. La pasión parece inevitable. Pero los femicidios pueden -y deben- ser evitados. Los crímenes de mujeres por quienes dicen amarlas o desearlas pero que son capaces de lastimarlas y quitarles el aire no es pasión, amor, amistad, ni locura. Es femicidio”.