En el mundo, se está obligando a UBER a pagar un salario a sus choferes. ¿Qué ocurrirá en Salta? Hay más publicidades que choferes inscritos. Insisten en romantizar su precarización.
Recientes fallos en Estados Unidos y Australia obligan a la empresa a remunerar a sus trabajadores, y ante la negativa, los empresarios prefieren dejar de brindar servicio.
El paradigma laboral mundial está cambiando. En la última semana, se han registrado dos fallos que obligan a empresas monopólicas del transporte a pagar a sus trabajadores.
Se trata de los fallos en Minneapolis (Estados Unidos) y Australia, donde se ha determinado que la empresa UBER debe pagar un salario a los choferes que prestan servicios para la aplicación.
En Australia, Uber ha llegado a un acuerdo con los abogados que presentaron una demanda colectiva en nombre de los taxistas australianos, para pagarles 272 millones de dólares, en el quinto acuerdo de demanda colectiva más grande en la historia legal de ese país.
La demanda fue inicialmente presentada en nombre del taxista de Melbourne, Nikos Andrianakis, pero se convirtió en una demanda colectiva que incluyó a más de 8.000 taxistas, acusando a Uber de haberles perjudicado económicamente al establecer y operar sus servicios UberX ilegalmente en Australia.
Mientras tanto, el caso en Estados Unidos es igualmente significativo. Recientemente, en Minneapolis, se obligó a la empresa Uber a pagar un salario de US$ 15,57 por hora a quienes trabajen para la aplicación. Sin embargo, al negarse la empresa a cumplir con esta medida, tomó la drástica decisión de cerrar sus operaciones, dejando a miles de trabajadores sin empleo.
En Salta, se busca romantizar la precarización. Lo sucedido a nivel mundial debería sentar un precedente para la provincia. Sin embargo, persisten en intentar establecer las operaciones de la empresa, incluso de manera ilegal, dado que la Justicia no autoriza su funcionamiento.
Es común ver publicidades donde la empresa promete mejorar los ingresos de sus futuros choferes, pero de alguna manera ocultan la realidad. Bajo el eslogan «sea su propio jefe», estas empresas engañan a miles de personas, prometiendo libertad laboral pero, en realidad, los esclavizan al imponerles horarios y al no cumplir con normas laborales básicas como el pago de una obra social, aportes jubilatorios o seguros laborales.