Dicen que cuando Gustavo Sáenz ofreció a Antonio Marocco la candidatura a vicegobernador, los planes de la agrupación amarilla de la calle Pueyrredón (Ateneo Juan Domingo Perón) brindaron con Ferrokina Bisleri el ascenso al poder, olvidando aquel viejo dicho de que no hay que contar los chanchitos antes de la parición. Por Lola Mento.
Luego de las PASO, y con el triunfo de Sáenz mas que cantado, el “Gringo” junto a sus pajes, “Oveja” Álvarez y Marcelo Herrera, se lanzaron a idear negocios de alto vuelo, tomar compromisos anticipados, y hasta se dieron el lujo de detenerse en detalles domésticos, como el de visitar la oficina de la Vicegobernación (que hasta ese entonces ocupaba Miguel Isa) para elegir el color del empapelado a cambiar, y hacer un inventario del mobiliario existente.
Pero todo cambió cuando el entonces candidato a gobernador (ya enterado de la voracidad de su compañero de fórmula) comenzó a marcarle la cancha y los sueños de la agrupación comenzaron a esfumarse. Primero, le acomodó las ideas, cuando públicamente ante la prensa, le señaló que el despacho que le correspondía, era la mohosa ofician de presidencia del Senado provincial, por supuesto, muy lejana al Centro Cívico Grand Bourg, donde se maneja la lapicera.
El nuevo tate quieto llegó el pasado mes de noviembre en plena elección de autoridades del Senado cuando con la venia de Sáenz, Mashur Lapad fue ratificado como vicepresidente del Senado. Traduciendo al buen español, Marocco naturalmente quedó al mando de la cámara alta provincial, pero en la práctica, quien la administra, es el vicepresidente primero, con lo cual se limita a ser una simple figura decorativa.
De mas está decir que en caso de ausencia del gobernador, quien asume la primera magistratura es el vice, pero en este caso Marocco no tiene ningún changuín, ya que los únicos con facultad de compromisos y decisiones que se tomen son los dos Coordinadores: Outes y Demitrópulos.
Alicaído y bastardeado, el vice y su agrupación comenzaron a dirigir sus planes para otro lado. Y es así que ahora se los puede ver extremadamente cercanos al Bettinismo. Sin ir lejos, fue el único invitado que se animó a brindarle a la intendenta palabras elogiosas respecto al discurso con sabor a poco que esbozó frente a los concejales en el inicio de sesiones. Extraordinario discurso, es lo menos que dijo respecto a las palabras de la alcaldesa de la ciudad. No podían faltar al convite por supuesto el resto de los integrantes de la agrupación maroquista que aplaudieron con vehemencia.
Por ahora, desde el CCM se los mira con desconfianza al grupete que se completa con Julio San Millán, Marcelo Oliver. Es que la intendenta Titi Romero todavía no entiende si lo que pretenden es una asistencia social para la Tercera Edad, o gestionar un busto que lleve sus nombres en alguna plaza de la ciudad, por esta vieja costumbre de no desaparecer nunca de la política.